Escribe Federico Jelic
ENVIADO ESPECIAL PARA EL DIARIO, DESDE ESTADOS UNIDOS
La historia se volvió a repetir. Mismo rival, mismos penales. Mismo gol que falla Higuaín mano a mano de todas las finales. La lesión de Di María. Y justo, él, quien nunca falla, le tocó tirar su penal por las nubes. Lionel Messi no pudo ni dentro de los 120 minutos ni en la definición. Chile es el rey de América por segunda vez, superando otra vez a Argentina desde los 12 pasos y la Copa América Centenario será guardada en sus vitrinas en su única edición.
Mayoría albiceleste en el MetLife Stadium de New Jersey. Pero dentro de la cancha, el equipo de Pizzi tuvo el control anímico para reponerse de un primer tiempo desfavorable. Y fue inteligente para meter en el lodo a Argentina, quien tras la expulsión de Marcelo Díaz, en vez de hacer lo que indica el libreto, se enredó. Arturo Vidal fue clave. Entonces, mientras Higuaín fallaba solo mano a mano, los chilenos se fueron agrandando.
Descomunal Mascherano. El líder jugó hasta de zaguero tras la infantil expulsión de Rojo (el árbitro Héber Lopes fue impresentable para ambos lados) y Otamendi fue quien lo acompañó. La pelota fue cambiando de destinatario en los tiempos suplementarios, no se sacaron ventajas, aunque fue mucho más animada que la vivida en Santiago el año pasado.
Es un síndrome, una malaria. Un maleficio. Argentina se va del torneo como segundo pero no convence a nadie. A este mismo equipo lo supo derrotar sin Messi, pero con el astro de Barcelona no logró desnivelar. Un equipo que se fue cayendo a medida que pasaron los partidos, con lesiones y golpes, mientras que Chile fue de menor a mayor.
¿Fue justo campeón Chile? Empate en los 120 minutos, quizás Argentina tuvo la más clara, y cuando sufrió apareció la grandeza de Sergio Romero, ya consolidado e indiscutido en el arco. Hasta atajó el primer penal. Sin embargo, demasiado golpe anímico fue que quien casi nunca falla, fallara. Biglia tampoco pudo y la Copa descansa en los brazos de Claudio Bravo, la figura.
Los chilenos siguen festejando y encima frente al rival al que más le quieren ganar. Argentina tiene tres finales perdidas en tres años, al igual que el DT Martino, quien ante un rival de los denominados “en serio” no mostró maniobra para superarlo. Una pena, estigma para quienes menos lo merecen. Pero siete finales perdidas en 23 años, es demasiado para tolerar. ¿Tiempo del recambio?
MESSI
Hasta las lágrimas
El astro Lionel Messi se llenó de fastidio, bronca y desazón cuando marró su penal, el primero de la serie para la Argentina, en una nueva derrota ante Chile, pero ahora en la final de la Copa América Centenario.
El crack rosarino fue impotencia pura luego de ese momento, cuando la pelota no ingresó al arco y se fue por encima del travesaño. El 10 regresó abatido, sin consuelo, más allá del ánimo que quiso imprimirle el arquero Sergio Romero al oído, y del recibimiento de su amigo, Sergio “Kun” Agüero.
Se reintegró a sus compañeros, pero en segundos se desplomó en la cancha. Cuando la cámara de televisión quiso retratar ese momento, Agüero lo levantó del piso, pero la bronca permaneció en Messi, con mirada perdida en el horizonte.
El turno de Lucas Biglia y otro penal fallado derrumbó la ilusión de Messi, quien volvió a arrojarse al piso en una muestra de otra oportunidad perdida, de otra chance que se escapa de las manos como arena entre los dedos.
Con muchas lágrimas, en el banco de los suplentes y fuera de él, recibió el nuevo logro de Chile. Sus ojos evidenciaron un dolor en el alma que se extendió a la hora de la entrega de medallas y de la Copa América Centenario.
Sentado, con los brazos sobre las rodillas y rodeado de sus compañeros, a Messi se lo vio conmovido, herido profundamente. Cuando recibió la medalla en un escenario armado en tiempo récord en el campo de juego, le dio un apretón de manos al flamante presidente de FIFA, Gianni Infantino, y serio se quedó a un costado para observar la alegría del plantel bicampeón con sumo respeto.
Su postura y su rostro fueron decepción pura; otra final perdida con la Argentina, una más y la tercera no fue la vencida.