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La alergia a la proteína de la leche de vaca

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La alergia a la proteína de la leche de vaca
La mayoría de estos cuadros, cualquiera sea su origen, suelen revertir por sí solos antes de los 3 años de edad

Cuanto más tarde se diagnostica y se trata la APLV, mayor es el riesgo de comprometer seriamente las curvas de crecimiento de estos niños. el tiempo promedio desde la aparición de los primeros síntomas hasta el diagnóstico no es inferior a los tres meses

La mayoría de estos cuadros, cualquiera sea su origen, suelen revertir por sí solos antes de los 3 años de edad

La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) es una afección que padecen entre el 2% y el 3% de los niños menores de 3 años y que es importante identificar a tiempo. Este tema fue abordado en una mesa redonda sobre alergias alimentarias en el marco del 6º Congreso Argentino de Gastroenterología Pediátrica, dentro de la Semana de Congresos y Jornadas Nacionales 2017 organizados por la Sociedad Argentina de Pediatría.

Claudio Parisi, presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica, destacó que pese a que la APLV se manifiesta mediante síntomas subjetivos e inespecíficos, y un grupo importante de ellas no cuenta con métodos objetivos para su diagnóstico, entre otros signos tenemos que estar alertas a la presencia de llanto persistente, sangrado en la materia fecal, reacciones alérgicas, síntomas símil reflujo, cólicos y retraso en el crecimiento (enteropatía), situación esta última que puede suceder cuando el bebé no es diagnosticado a tiempo.

Existen varios tipos de APLV: las mediadas por el IgE, un anticuerpo involucrado en el proceso alérgico, y por lo general responden de manera inmediata frente a la ingestión del alimento. “Son relativamente sencillas de diagnosticar, pero se debe tener en cuenta que varían en intensidad en función de la cantidad de alimento ingerido y que también puede suceder que el mismo alérgeno alimentario no siempre produzca la misma sintomatología, ni de similar intensidad”, alertó Boggio Marzet, pediatra gastroenterólogo y coordinador del grupo de trabajo en Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Pirovano.

Luego, se encuentran las no mediadas por IgE y que, como principal característica, se observan síntomas inespecíficos de aparición mucho más tardía y que no responden a las pruebas de alergia. “En ambas situaciones, el tratamiento se inicia con la llamada ‘dieta de exclusión’, que consiste en la supresión inmediata en la dieta de la mamá del alimento sospechado, en este caso la leche de vaca y todos sus derivados, mientras que cuando ya no se mantiene el amamantamiento o el bebé recibe alimentación complementaria, la supresión también debe alcanzar al niño”, subrayó Parisi.

“En estos casos, como complemento a la leche de vaca que el niño no puede ingerir, se recomienda la incorporación de leches de fórmula especiales, bajo indicación del médico tratante. Por lo general, si las manifestaciones son leves, se indican fórmulas especiales, que tienen la proteína de la leche de vaca ‘rota’ o fragmentada, lo que disminuye su capacidad de generar alergia. Son las fórmulas extensamente hidrolizadas, y, si los síntomas son más severos, se recomiendan las fórmulas a base de aminoácidos, adonde directamente la proteína está fragmentada en el 100% de su totalidad con lo cual la capacidad de generar alergia es prácticamente nula”, sostuvo Boggio Marzet. “La cobertura de estas fórmulas está garantizada por la ley de leches medicamentosas, que entró en vigencia en febrero”, agregó.

“Afortunadamente, la mayoría de estos cuadros de ALPV, cualquiera sea su origen, suelen revertir por sí solos antes de los 3 años de edad. Sin embargo, en niños pequeños representa un problema serio que debe atenderse, ya que se corre el riesgo de que se presente un cuadro severo de desnutrición y otras complicaciones como problemas serios en el crecimiento”, se encargó de aclarar Parisi.

“Ya en un trabajo de nuestro equipo presentado en 2010 en el Congreso Anual de la Sociedad Norteamericana de Gastroenterología Pediátrica, Hepatología y Nutrición, observamos que cuanto más tarde se diagnostica y se trata la APLV, mayor es el riesgo de comprometer seriamente las curvas de crecimiento de estos niños. No debemos perder de vista que, en el mejor de los casos, el tiempo promedio desde la aparición de los primeros síntomas hasta el diagnóstico no es inferior a los tres meses”, concluyó Boggio Marzet.