Nació en Hernando el 16 de enero de 1956. Abogado, casado, cuatro hijos. El 11 de abril de 1983 empezó a trabajar en los Tribunales de Córdoba capital. El 15 de noviembre de 1988 ingresó a la Asesoría Letrada de Villa María. El 19 de marzo de 1991 fue designado secretario del Juzgado de Instrucción 1ª. En 1993 es secretario de la Cámara del Crimen. En septiembre del año 2000 es nombrado fiscal de Instrucción. A partir del 1 de abril de 2005 ocupa el cargo de fiscal de Cámara
Trabajador, hábil en su oratoria, esforzado y por sobre todas las cosas muy terco. Podría haber sido ingeniero agrónomo y andar por los campos, podría haber sido un viajero al estilo Marco Polo o el primer tripulante de un viaje a Venus. Es un abogado, es el que pide justicia.
Francisco Javier Márquez, «Paco», es un apasionado de su tarea, un tipo que le dedica horas y horas al análisis detallado de cada uno de los casos. Un profesional que pasa de la seriedad más absoluta cuando habla de su oficio, a la emoción cuando se refiere a su familia y a la diversión al momento de narrar parte de su vida y matizar la entrevista con anécdotas que invitan a la carcajada.
Tiene en su escritorio la foto del primer edificio de Hernando, la casa de su infancia y lleva al colegio Pizzurno de esa localidad en su corazón. La prematura muerte de su madre lo transformó en un chico tímido, pero con mucha calle.
Es un animal político que defiende a rajatabla su independencia y no deja de soñar con un país más justo, con menos chicos en la calle y más chicos en las escuelas.
-De acuerdo a su criterio ¿qué rol jugó la Justicia, en los últimos años, con relación a los otros dos poderes del Estado?
-Quienes creemos en el Derecho sabemos que el Derecho no es algo que nos es dado, sino que hay que luchar por él. En esa lucha los hombres hemos establecido límites al poder, desde Juan Sin Tierra para acá que es el movimiento de las constituciones, no me cabe ninguna duda que la Justicia ha sido el límite que ha tenido el Poder Ejecutivo, que ha bastardeado bastante al Poder Legislativo transformándolo normalmente en una escribanía. En el Gobierno anterior, aunque en éste también. Acá estamos más divididos ahora, pero ya no son los legisladores los dueños de sus ideas, sino que son los que obedecen la manda del partido.
El Poder Judicial se nutre de personas con menos obediencia a las jerarquías. La independencia pasa por la honestidad de cada hombre del Poder Judicial y cuando ese hombre es independiente es un límite hacia los otros.
La Argentina sigue siendo una República gracias al Poder Judicial.
-Cuando uno ve que estallan un montón de causas sobre supuestos hechos de corrupción, el ciudadano se pregunta qué hizo la Justicia todo ese tiempo.
-La Justicia no es un genérico, no se puede hablar mal de la Justicia como quien habla mal de los médicos. El doctor aquel es un excelente médico y aquellos otros están vendidos a los laboratorios. Con la Justicia pasa lo mismo, depende de que aquel que es competente para investigar una determinada causa tenga el conocimiento y la valentía necesaria para calar hasta el hueso, para investigar a fondo esas cosas.
Entonces si no ha prosperado determinada investigación de una supuesta corrupción no es culpa de la Justicia, es culpa de ese funcionario que no ha tenido la valentía o la honorabilidad de investigarlo.
-¿Qué se siente ser fiscal de una Cámara del Crimen?
-En primer lugar, un profundo honor, el fiscal es el único funcionario que aboga por la Justicia, los jueces dicen la justicia, los fiscales la pedimos. En la Cámara del Crimen estamos obligados a pedirla cara a cara frente a los acusados y a escuchar cara a cara al acusado y al defensor del acusado.
Es un ejercicio de inteligencia, conocimiento y tolerancia.
-¿Cuáles son los delitos más complejos actualmente?
-Lo más complejo, en una hipotética elevación a juicio, sería la investigación de los casos de corrupción estatal. Ello, por la necesidad de contar con la capacidad de interpretar pericias contables, licitaciones, etcétera.
No existen en la Cámara del Crimen de Villa María causas elevadas por tal concepto, sí existen denuncias en las Fiscalías de Instrucción, pero todavía no han llegado a juicio. Luego están las causas de delitos sexuales que siempre es complejo porque ocurren en un ámbito privado y entonces hay que sacar la verdad de situaciones muy íntimas.
Lo complejo a veces no es la causa, ni siquiera la prueba, es la pena. Existen nuevos paradigmas como, por ejemplo, la violencia de género en donde ni la víctima, ni el autor, y muchos menos los militantes, a veces quedan conforme con los montos de la pena.
Tenemos delitos que conforme a la pena mensurada en abstracto en el Código Penal, por ejemplo, una lesión leve calificada, que es frecuente en la violencia de género, tiene una pena que va de seis meses a dos años y la víctima dice fue “tentativa de homicidio” y técnicamente no lo es.
Entonces lo complejo es dar una pena que sea justa, para el imputado y para atender el reclamo social y generalmente las dos partes quedan enojadas con el fiscal.
-¿En algún momento, mientras estudiaba Derecho, se imaginó que iba a ser fiscal de una Cámara del Crimen?
-(Sonríe). No sabía lo que era.
-Además de un honor, como dijo anteriormente, ¿es una satisfacción personal ocupar este cargo?
Es una enorme satisfacción personal, Villa María es una ciudad muy importante, ayer (por el miércoles) vino el fiscal general y habló de cuatrocientas condenas en causas de 400, yo he conseguido 36, son 36 quioscos menos. No es que lo quiera parafrasear a Benedetti, pero uno siendo fiscal de Cámara da la sensación de que trabaja para la Justicia.
-¿Por qué estudió Abogacía?
-Porque desde chiquitito fui defensor de pobres, menores y ausentes (sonríe), aunque en octubre, noviembre de 1973, eran tiempos de la Argentina potencia, y pensábamos que la agricultura iba a cambiar el mundo y decidí estudiar Agronomía.
De allí con 10 materias aprobadas y 17 regularizadas, la situación política del año 1976 hizo que debiera ganarme los garbanzos saliendo a vender. Fui vendedor en catorce provincias y en 1981 no conocía el mar y me fui a Pinamar y decidí estudiar lo que me era natural, decidí estudiar Abogacía.
-¿Era su sueño de niño ser abogado?
-En cierta manera sí. Viniendo de Hernando yo quería estudiar Abogacía y que me fuera bien para comprarme un campo (se ríe). Entonces después sinteticé y estudié Agronomía directamente (risas).
-¿Cómo era en su niñez?
-La muerte prematura de la vieja a los 40 años me transformó en un chico tímido y soy un tímido con mucha calle.
-¿Qué edad tenía cuando murió su madre?
-Ocho años, cinco hermanos huérfanos, el viejo se funde, se deprime, éramos seis huérfanos. A los 14 años con dos hermanos pusimos una florería, los otros eran los artistas y hacían las coronas y yo salía en la bicicleta con la corona al hombro y las colgaba en los velorios. Los viejos de Hernando se deben acordar (risas).
-Hábleme de su familia.
-Tengo el lujo de ser hijo de dos lectores, de dos personas muy cultas y que en mi casa haya habido una biblioteca comprada a la Nación en el año 1913, donde había libros de Tolstoi, Dostoyevski, ser hijo de una docente hacedora de escuelas, alumno del colegio Pizzurno de Hernando que es obra de esa señora, todavía hoy la sala de profesores lleva el nombre de ella.
Veinticinco años después que nos fuimos todos los Márquez de Hernando, una de sus alumnas, Estela Bossio, le pidió al Concejo Deliberante que una calle del pueblo llevara el nombre de mi mamá: María Celina Maffrand de Márquez (se emociona), y se lo pusieron.
Mi viejo forma parte de esa generación de hacedores que tenía Argentina hace 60 años, que te hacían el Colegio Trinitarios de Villa María, el María Montessori, mi viejo formó parte de grupos de ciudadanos que no esperaban que el Estado hiciera todo, sino que iban y le decían al Estado “acá está todo hecho, por favor páguennos el sueldo a los maestros”.
Y soy asmático o fui asmático, lo cual me hizo muy malo para los deportes y gran lector.
-¿Desde chiquito fue muy tímido?
Probablemente desde la muerte de la vieja, hasta que la necesidad de parar la olla me hizo ganar la calle.
Cuando murió mi vieja dejé de ser hermano del colegio Pizzurno para ser hijo (se ríe). El Pizzurno era uno de los hijos de mi vieja y pasé a ser hijo de la Elena Domínguez, Mabel Domínguez, Marta Bossio (se ríe), soy hijo de todas esas maestras del Pizzurno.
Cada 21 de septiembre pienso en el Pizzurno de Hernando.
-¿Cómo niño se recuerda entre libros o de otra forma?
-(Se ríe). Como niño me recuerdo corriendo detrás de una pelota y tratando de tener el pulmón adentro (risas). Soy un chico criado en la calle, en el cuadro de la estación de Hernando, en la canchita de fútbol, mal jugador pero ahí. Terco, terco, inútil pero pateando.
El sueño del pibe era jugar en la Primera de River, el equipo que “veía” por radio con la voz de Fioravanti (risas).
Soy un chico de la calle, mi vieja no estaba más y mi viejo tenía que laburar, yo terminaba de comer y me iba a comer postre a lo de los Pítaro. Todos los días me iba a comer dulce de batata y queso con los Pítaro y agarrábamos la calle, la bicicleta, en ese Hernando fantástico de los 60.
Más allá de la tragedia, mi infancia fue feliz porque el pueblo le ayudó a mi papá a cuidarnos.
-Seguimos con su juventud y su paso por el mundo de la venta
-En 1976 me transformé en vendedor, titiritero, judío errante (se ríe e imita a un vendedor). Mi abuela, la mamá de papá, me decía “titiritero, judío errante, tú que llevas el nombre de tu abuelo dijiste que ibas a ser ingeniero y no eres na…”. El día que me recibí de abogado le saqué una fotocopia al título y se la metí en el panteón y la encontrarán los arqueólogos de acá a 200 años (risas).
-Ella no tenía fe en usted…
-Sí, tenía fe, mi abuela era andaluza, vivía en Córdoba y muerta mi vieja y deprimido el viejo, en aquello del yo y del superyo, la abuela era el yo, era la voz del subconsciente, yo tenía el subconsciente externo que me marcaba la línea, que era mi abuela.
Yo soy bilingüe, sé hablar en cordobés y en andaluz (se ríe). El viejo nos enseñó a hablar en argentino, pero entre ellos hablaban en andaluz.
-Durante la dictadura, entonces, usted estaba trabajando como vendedor.
-(Pausa). Yo soy primo hermano de un señor que era ministro de Salud en la provincia de La Pampa, que en noviembre de 1975 entre el Colegio Médico y el General Camps, entonces a cargo del 5to. cuerpo de Ejército, le hicieron un golpe de Estado y los metieron presos. A tres primos hermanos míos, uno salió rápidamente porque no era la persona buscada, otro fue a parar a Canadá donde terminó como jefe de Extensión Sanitaria, que era el ministro, y el viceministro se comió dos años detenido en Devoto y en Reconquista y finalmente terminó como anestesista en un hospital en Mallorca. En el medio de eso a la hermana de los que se habían ido, la mataron en el Cabildo, si vas por el Pasaje Santa Catalina vas a leer que dice “María Eugenia ‘Ivonne’ Irazusta, asesinada el 30 de abril de 1976”.
Yo estaba llevándole una ropa y dijeron que era un intento de fuga. Toda esa gente se fue y yo me quedé solito, huérfano por segunda vez (sonríe).
Y volver a empezar.
Yo estaba viviendo en la casa de los padres de Ivonne en Córdoba y trabajando como empleado de un tipo que tenía un remate-feria.
-Había dejado Agronomía ya.
-Sí y me transformé en vendedor de elementos para circuitos oleohidráulicos para una fábrica que hacía mangueras de alta presión y tenía una malla de acero, eso anduvo bien hasta que el proceso de apertura de importaciones de Martínez de Hoz hizo que primero se sustituyeron las importaciones de las mangueras, luego la de las cosechadoras, entonces dejé de vender eso y empecé a vender radiograbadores y después empecé a trabajar para Aloña en Villa María.
Ahí fue cuando se me atrancó la cabeza y estando en Lobos, provincia de Buenos Aires, a punto de cumplir 25 años y no conociendo el mar aceleré hasta Pinamar, leí “El navegante de Morris West” y decidí que quería volver a estudiar.
Volví, le dije a Piatti que no vendía más, que me iba a buscar laburo para empezar a estudiar Abogacía, todo el mundo incluido mi padre me miraban como bicho raro.
-¿Qué circunstancias lo trajeron a residir en Villa María?
-Mi mujer (sonríe). Soy yerno de Raúl Alberto Suppo, el hombre de teatro. Entonces tenés que mezclar aquello del titiritero, de haber hecho la publicidad callejera tipo Tudela de la obra de Suppo “El tigre de los llanos”.
Cuando el 13 de octubre de 1985 conocí a una bella niña y le pregunté cómo se llamaba y me dijo que era Suppo y que era de Villa María, entonces me dije es la hija del “El tigre de los llanos”. Y acá estoy (risas).
-Seguimos con la etapa del comienzo de Abogacía.
-En 1982… en el medio de todo eso, trabajé en un obrador caminero de Benito Roggio, a 30 kilómetros de Galpón, abriendo la picada de la ruta nacional N° 34. En Galpón nació Falú (se ríe). Después de eso voy y busco trabajo en la mutual de empleados de YPF y como no tenía un mango, todo el mundo iba a AES para la preparatoria porque había examen de ingreso, fui de oyente a la clase de Filosofía de Miguel Alfredo Tagle en el aula mayor de la antiquísima Facultad de Derecho.
Con la Lexicon 80 escribí un apócope de la historia argentina de José Luis Busaniche y con algunas citas de otros personajes rendí el examen de ingreso de 1982, en el cual estábamos inscriptos 1.700 tipos, y saqué la mejor puntuación, sólo que quedé segundo en orden de mérito porque le dieron diez o quince puntos a una chica.
Y entramos a la Facultad de Derecho agrandado (se ríe). Los seres humanos oscilamos entre la vanidad y la pérdida de autoestima y me agarró una temporada de vanidad y diagramé cómo recibirme rápido, entonces de las 30 materias hice 19 regular, once libres y me recibí en cuatro años y medio.
-¿Cuándo ingresa a trabajar en el ámbito de Tribunales?
-En el año 82, en esa etapa de autoestima reforzada estaba charlando con un grupo de compañeros de la Facultad y me preguntaron cuánto ganaba y dije el sueldo de un empleado de comercio y me dijeron “te explotan, hace seis meses que trabajo en Tribunales y gano el doble”.
Entonces, pregunté dónde quedaba Tribunales. Fui a la mañana siguiente y pregunté cómo se hacía para entrar. Había que tener seis materias aprobadas, promedio de 7 y dar sesenta palabras por minuto en la Lexicon 80 y me anoté.
En febrero del 83 rendí y entré el 11 de abril del 83 a trabajar en Tribunales.
-¿En ese momento tuvo algún chispazo con la política partidaria?
-Siempre fui un animal político. A los 17 años no tuve edad para votar en las elecciones de 1973, pero pintaba las paredes de Hernando, con el candidato a intendente del Partido Socialista Democrático. Nací político. En el 83, ni bien ingresé a Tribunales empecé la militancia gremial, formamos una agrupación que se llamaba la 16 de noviembre, opositora a la conducción radical y por ahí me afilié al Partido Intransigente por respeto a la figura de Oscar Alende.
-¿Tuvo ofertas para ocupar algún cargo electivo ?
-No, porque soy un desobediente. Rudyard Kipling en el poema “Si…” dice “si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado… serás un hombre, hijo mío”. Eso tiene que ver con la independencia del ser humano y yo no tendría brazo de yeso. Entonces, ningún político que pueda respetar le interesa demasiado una persona que puede disentir con él en cualquier momento.
-Usted me dijo que es un animal político, que nació político, ¿nunca pensó en ser candidato a intendente, por ejemplo?
-Tengo mejor sueldo que un intendente, gano menos plata (se ríe).
La política bien entendida es el arte de tratar de cambiar la realidad de la gente, entonces claro que uno tiene vocación de modificar la realidad de la gente, lo que pasa es que es muy difícil desde una posición individual, sin sumarse a un proyecto de grandes figurones y de comerse un montón de sapos, dedicarse a la política.
-¿Hay expectativas que en algún momento estas cosas cambien?
-¿La política? No. Analizando el debate entre Trump y Hillary Clinton, los comentaristas dicen que Estados Unidos funciona con piloto automático, que no necesita del presidente y que éste se ocupa nada más que de la política exterior.
Eso significa que el que gobierna definitivamente es el establishment, son los factores de poder, los que gobiernan en Argentina y los que deciden y ningún pibe de Anillaco, ni de Chascomús pueden cambiar el destino.
-¿Qué considera que debemos cambiar los argentinos para empezar a caminar con mayor transparencia, qué podemos hacer nosotros como pueblo más allá de quienes manejan el poder?
-Si los productores, los comerciantes, los industriales tuvieran la honestidad necesaria para que ningún gobierno requiera de un blanqueo de capitales, este país estaría condenado al éxito. Si la evasión tributaria supone la posibilidad de que se adquieran cosas en negro y se compren cosas mal habidas este país está condenado a ser pasto de delincuentes, porque son los delincuentes los que compran cosas que no vienen por derecha y ese mercado es lo que favorece un país anárquico.
-Esta división que tenemos a nivel sociedad ¿cuáles son las causas?
-A nivel sociedad se ha alentado un enfrentamiento clasista entre un relato y una falta de oportunidades. En realidad, los argentinos necesitamos ser capaces de crear fuentes de trabajo, aquel viejo consejo de enseñar a pescar y no de regalar pescado. Debemos volver a la cultura del trabajo, debemos volver a la cultura del estudio. Yo cuando era chico no conocía analfabetos, yo encuentro gente muy humilde que sabe leer y escribir y tienen hijos analfabetos.
La decadencia en la educación está propiciando un país que yo llamaría de la posmiseria. Y a qué llamo posmiseria, a que después de la miseria viene la ilegalidad.
Entonces rinde más prostituirse o vender droga que levantarse todos los días en busca de un trabajo digno.
-Todos los casos que quedaron sin resolver en la ciudad, tiene algo para decir.
-Primero, que gracias a Dios hace mucho que no hay causas sin resolver, salvo la de Mariela Bessonart. Y en esa causa en particular nadie puede decir que el doctor Atienza no haya trabajado denodadamente para tratar de encontrarla. No se puede inventar la prueba, después de eso en líneas generales la Cámara del Crimen puede mostrar en los últimos diez años un altísimo índice de condenas, en casos difíciles como el de Moschitari que a veces para la gente parece simple, evidente, pero que en realidad hay toda una cuestión jurídica y de pericias que para quien ha tenido que sostener la acusación ha generado un esfuerzo importante, casi hemos tenido que aprender psicología.
-¿Cuál fue el caso más difícil para usted?
-Desde que soy fiscal he tenido cientos de causas, los difíciles son los que generan satisfacciones. Volver con el panadero de Las Varillas en helicóptero a las 24 horas que lo habían secuestrado y haber escuchado el aplauso en San José de la Esquina fue emocionante. Solares de la Villa que significó evitar un fraude muy grande y darle la oportunidad a cada uno de tener la posibilidad de regularizar su situación, la condena de Moschitari.
-La última, ¿qué sueño tiene hoy?
-Soy muy chauvinista. Sueño con un país más justo, sueño con menos chicos en la calle y más chicos en las escuelas, sueño conque los docentes vuelvan a ser por vocación y no como salida laboral. Sueño con una escuela pública que vuelva a tener el prestigio que tenía en 1960.
Opiniones
Mauricio Macri
«A los 60 años si me hubieras preguntado por un político argentino te hubiese contestado Arturo Frondizzi. Me encantaría que el proyecto Belgrano fuera un proyecto de desarrollo. Formo parte de una generación desencantada que espera el fin del ciclo para decir si adhiere o no a un determinado proyecto. Por ahora me quedo con Margarita Stolbizer, que es capaz de denunciar lo que no está bien.»
Juan Schiaretti:
«Hablar del gobernador para un funcionario de la Justicia es casi un pecado por aquello de la independencia de los poderes. De cualquier forma el pueblo lo elige y como funcionario judicial puedo decir que a mí el gobernador nunca me molestó.»
Martín Gill
«Le envidio la capacidad de oratoria y la cultura que tiene.»
Me gusta: Soy un lector natural. Empecé con Emilio Salgari. Admiro “Memorias de Adriano” de Youcenar, “La condición humana” de Malraux , “El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura.
Me encanta: Manejar hasta los confines de la tierra. Me hubiera gustado ser Marco Polo, Colón, Neil Armstrong.
Me divierte: Un gol de River.
Me entristece: La miseria humana, siempre me entristeció.
Me enoja: Las injusticias, las traiciones.