La directora del espacio donde se trabaja en la recuperación de personas con problemas de adicciones se refirió a cómo la problemática afecta cada vez a más temprana edad en nuestra ciudad. Aseguró que la dependencia de los niños al celular o videojuegos “es la puerta de ingreso” y que las familias llegan “desbordadas”
Escribe: Damián Stupenengo
Hay datos que producen escalofríos. En la Casa Esperanza – Asociación Nazareth, dedicada a la prevención, rehabilitación y reinserción social de personas con problemas de adicción a las drogas, más del 60% de los casi 80 pacientes que están hoy en tratamiento son menores de edad.
Hay datos desgarradores. Hace cinco años, la franja etaria de quienes llegaban allí con problemas de adicciones tenía como piso los 13 años; hoy reciben niños desde los 10 años.
Hay datos para alarmarse. Actualmente, se considera que entre los más pequeños la puerta de ingreso a las adicciones son los juegos en red, la dependencia al celular o a las consolas de videojuegos; es decir, la adicción a algún tipo de objeto.
Verónica Valentín es la directora del espacio donde trabajan 16 profesionales, entre psicólogos, trabajadores sociales, profesores de Educación Física, acompañantes terapéuticos y psiquiatras. Allí, el programa definitivo en el centro de recuperación es de cuatro años y la etapa intensiva es de nueve meses a un año.
Días atrás se graduó un niño de 12 años. Es decir, lograron recuperarlo del consumo. Pero, lamentablemente, su caso no es aislado. “Hemos llegado a tener niños de 9 años internados, pero en general llegan entre los 10 y los 12”, confió sobre una problemática que golpea cada vez más a nuestra ciudad.
Actualmente, a muchos de esos niños se los deriva a una comunidad que se especializa en niñez y que está en Rafaela: “En el último tiempo hemos enviado muchos chicos de 11, 12 y 13 años y, fundamentalmente, a aquellos que además de problemas de adicciones tienen conflicto con la ley penal”.
A Valentín ya no la sorprende que el inicio de consumo de drogas inicie a tan temprana edad. “Tenemos muchos barrios marginales en Villa María, como los hay también en Bell Ville, donde se adelanta la edad de inicio”, mencionó. De hecho, no dudó al asegurar que en aquella ciudad, donde el año pasado inauguraron un Centro de Día y donde actualmente tienen 18 personas en tratamiento, “la problemática es un poco más cruda que en Villa María”.
La puerta de ingreso
Consultada sobre cómo se inicia un niño en las drogas, Valentín planteó que “depende la edad y la clase social”, pero afirmó que “los chicos están empezando a consumir entre los 10 y los 11 años”.
Es cada vez más común observar a un niño utilizar con excesiva frecuencia un celular o pasar horas frente a la computadora o el televisor jugando a los videojuegos. En ese sentido, Valentín plasmó un dato que debería ser un llamado de atención para las familias: “Hoy se piensa que las situaciones de puerta de ingreso para las adicciones son los juegos en red, la adicción al celular, a las consolas de juegos. Primero, antecede al consumo de drogas la adicción a algún tipo de objeto”.
“Después se cambia objeto por objeto. Cuando eso no alcanza para tener pertenencia social a un grupo, por ejemplo, va por más”, remarcó la profesional, quien con este dato descartó que la problemática de las adicciones en niños sea exclusiva para un sector más marginal de la sociedad. “Los niños con otro tipo de clases sociales tienen otro tipo de consumo, otro tipo de excesos; el niño marginal, que no accede a estas cosas, tiene el consumo del barrio marginal”, explicó y agregó que “los niños con problemas de drogas pueden venir de familias bien conformadas”.
Ante esta situación, la directora de la institución consideró que “si tuviéramos que pensar hacia dónde va la prevención, habría que empezar a trabajar con los padres”, ya que, por ejemplo, años atrás “se negociaba cuántas horas se veía dibujitos, pero eso ya no existe”.
“Hay que empezar a preparar a los padres sobre cuánto tiempo de tecnología es sano y cuánto es un exceso. Hay niños con trastorno de ansiedad generado por el exceso de los juegos o el celular”, aseveró.
-¿Cómo se da la llegada de un niño a la Asociación Nazareth?
-A través de las familias o de alguna institución a la que el chico asista. Hoy, a través del convenio que tenemos con la Municipalidad pueden llegar también derivados de un dispensario o MuniCerca. Las familias llegan desbordadas. Pero me parece que es más normal hoy, porque la mamá que tiene un niño y ve que necesita ayuda, la pide. Probablemente no llegue acá directamente, sino a una terapia individual primero o derivado de otros centros. Es decir, llega ya con una concientización de a dónde viene, así como cuando vienen del Juzgado de Menores, también.
-¿Qué diferencias hay entre un niño con problemas de adicción y un adolescente o adulto?
-En cuanto a los síntomas y las consecuencias, siempre son más graves porque no importa que tengan menos consumo. Al tener un sistema neurológico que no está preparado para consumir y que no se ha terminado de desarrollar, el daño es mayor que en un adulto. A su vez, en irritabilidad, compulsión y violencia no hay diferencia entre un niño y un adolescente o adulto. En la niñez, el no tener el pensamiento ordenado, la norma y todo eso, la complejidad es más peligrosa.
En la Casa Esperanza de la Asociación Nazareth, ubicada a metros de la Catedral, hoy hay un puñado de niños de 13 años, unos cinco de 14, y otro tanto de 15 y 16.
Valentín resume que “estamos trabajando con una población de menores”. Para que un niño consuma drogas o sustancias al punto de convertirse en adicto, deben existir facilidades de accesos a la misma. En ese sentido, la directora sentenció: “Un narco no pone trabas. Para hacer clientes no existen las edades”.