La visita de Evita a Villa María – Parte II
Escribe Jesús Chirino
Nota Nº 538
El periódico local Tercero Abajo continuó la cobertura periodística de ese gran acontecimiento sociopolítico que fue la visita de Evita a Villa María.
En su edición del sábado 2 de noviembre de 1946 publicó varios artículos acerca del hecho histórico.
Allí se cuenta con lujo de detalles lo sucedido durante la visita de Evita a la ciudad y también se cronica el encuentro que la esposa de Juan Domingo Perón mantuvo con Salomón Deiver, director de ese medio de prensa y líder del radicalismo renovador que apoyaba al coronel.
Con antorchas
La visita de Evita, como ya comentamos en la nota anterior, había sido anunciada en otras oportunidades sin poder ser concretada. Pero aquel 27 de octubre, proveniente de la ciudad de Córdoba, llegó el tren que efectivamente transportaba a esa mujer que inspiraba tanta militancia. Los vibrantes corazones de quienes esperaban se aceleraron al escuchar el traqueteo del tren. A las 22.25 de ese domingo detuvo su marcha en la estación del ferrocarril. La crónica dice que “ni bien paró el tren descendió la señora de Perón”, destacando su agilidad a pesar del cansancio que mostraba su rostro. Venía de tener una larga jornada en la capital provincial, donde había inaugurado “un policlínico para ferroviarios, visitó humildes escuelas de La Docta”, lugares estos donde repartió “ropa a los niños humildes”.
Al descender del vagón habrá cumplido con el protocolo de saludar a autoridades. A pocos metros del tren estaba una alegre muchedumbre. Cada persona que gritaba su nombre quería tener el privilegio de estar cerca de ella. El cronista escribió que “el trayecto del tren hasta llegar a la portada de salida fue cosa fácil” y fue así “porque la Policía prohibió totalmente la entrada a la estación”. A la puerta de la estación se encontraban las mujeres y los hombres del pueblo.
El periódico describe el momento en que Evita contactó con ese gentío: “…cuando llegó a la portada, el público pareció enloquecido”. Aquello seguro fue una fiesta, con imaginación podemos escuchar el eco de esos gritos de alegría. El nombre de esa mujer repetido tantas veces en un eco interminable. Salía de una garganta y resonaba en otra, luego en la siguiente y así hasta ser un canto coral del pueblo que manifestaba su alegría y esperanza.
Tercero Abajo dice que “a los aplausos” se les unieron “sendas descargas de fuegos de artificio, cadenas de bombas”. Pero toda aquella escena no puede ser imaginada sin la luz intermitente de las “300 antorchas -que- iluminaban el ambiente en forma impresionante”. Nada dice la crónica, pero igual surgen las imágenes de las manos estirándose para alcanzar las de la líder política que les entregaba su saludo.
Una bolsa de cartas
Uno de los títulos del periódico que referimos es más que elocuente. Dice: “Media hora demoró en llegar al palco”, luego se aclara que entre la puerta de la estación y el palco que se había preparado para que hablara la visita había “una distancia de 150 metros”. La escena está descrita de manera detallada y pinta de cuerpo entero a Evita. El cronista habla del “interés que tenía la señora de Perón en que el público no sea molestado por la Policía ni por los improvisados guardianes que se habían formado entre elementos del vecindario”. Agrega que “que el público solamente avanzaba cuando había visto bien de cerca a la señora Perón”.
La dificultad para llegar al palco se debía a las expresiones de cariño de parte de la gente. En cuanto a los discursos en el lugar, textualmente expresa: “De más está decir que nadie pudo hablar y los que hablaron lo hicieron para la Luna, porque el público en estribillo impresionante gritaba ‘Evita, Evita, Evita’, luego ‘Perón, Perón, Perón’ y seguidamente ‘Auchter, Auchter, Auchter’, para seguir después con el secretario de Trabajo y Previsión, señor Fraire, y el secretario de Industria y Comercio, señor Lagomarsino”.
La cobertura periodística dejó registrada la hora en que Evita regresó a la estación. Tercero Abajo dice que fue “exactamente a las 23 y dos minutos” y que lo hizo “en medio de grandes exclamaciones populares”. El contacto directo con el pueblo de Villa María había durado muy poco tiempo, pero eso no le restó intensidad.
Cuando Evita desandó el camino que había recorrido entre el vagón y el palco, “en todo el trayecto” sus secretarios fueron “recogiendo cartas, flores y miles de retratos y otros obsequios”. Luego señala que al llegar al tren “la señora de Perón los contempló emocionada” y que “el vagón sala que traía el tren fue prácticamente llenado de flores y obsequios”. En un intento de señalar la cantidad de cartas que los presentes dejaron en manos de los secretarios, dice: “Pudimos notar que fácilmente llenaban una bolsa de las llamadas harineras”.
Entrevista con Deiver
Luego tuvo lugar “la única audiencia que concedió en el tren”, que fue a Deiver y su esposa, señora María Julia. Los locales fueron “invitados gentilmente por el secretario de Industria y Comercio y a pedido de la señora del presidente, doña Evita Duarte de Perón”. Recordemos que para entonces Deiver había visitado varias veces a Perón en Buenos Aires. La entrevista se extendió a lo largo de 10 minutos y la crónica la describe como “amable y democrática”.
Luego se describe algo que coincide con la imagen pública de Deiver. Se dice que en el transcurso de la entrevista, el político local “vio un cajón que contenía unos 50 paquetitos de ropa, de más está decir que verlos y pedirlos fue una sola cosa espontánea y rápida”.
Como puede suponerse, Evita “los entregó y personalmente al señor Deiver”, luego el cronista se encarga de dejar sentado que ya se conocían “porque en otras oportunidad fue presentada -al exintendente de Villa María- en su propio domicilio de la calle Posadas por su esposo, hoy presidente de la Nación, general Perón”.
Luego de la partida del tren se produjo un incidente entre quienes sostenían que esa ropa había sido entregada a Deiver por confundirlo con el Comisionado Municipal. La cosa no pasó a mayores y a los pocos días llegaron paquetes similares a la sede comunal, terminando con las confusión.
Pero la entrega más importante quedó guardada en los corazones de quienes asistieron a esa histórica visita que Evita hizo a la ciudad.