MANO A MANO CON MARCELO COPPARI
Nació en Villa María, el 16 de octubre de 1962. Divorciado, cuatro hijos. Es profesor de Ciencias Económicas, técnico en Cooperativismo, diplomado en Economía Social y tiene un posgrado en Cooperativas. Ejerce la docencia hace 35 años. Desde 1991 hasta 1999 fue secretario habilitado del Concejo Deliberante durante la gestión del exintendente Miguel Angel Veglia. Fue uno de los cofundadores de la Universidad Nacional de Villa María. Docente guía de cooperativas escolares. Es el director del IPEM Nº 147 Manuel Anselmo Ocampo
Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción
“La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”. Paulo Freire.
La frase del reconocido educador brasileño se asomó a mi mente mientras dialogaba con Marcelo Coppari. El docente que hoy está al frente del Comercial parece haber llegado al mundo con una tiza en una mano, un libro en la otra y la palabra aferrada fuertemente al corazón. Es tan apasionado y vehemente en sus conceptos que llega a transmitir, en una onda de diversos grados de frecuencia, el amor que siente por su trabajo, por sus estudiantes y por la escuela.
Acuerdos, motivación, inclusión, son algunos de los vocablos que se mezclan en el diagrama del compromiso asumido, de los sueños proyectados, del camino andado y desandado.
El “dire”, como le dirán algunos, es uno de los millones de seres que ofrendan horas de su tiempo para cumplir con el oficio de educar, ese acto de amor, ese acto de valor.
–¿Cómo definiría la ubicación que tiene la educación pública dentro del contexto actual?
-Está ubicada en un momento difícil, si hay que darle un título, pero si hacemos la historia de la educación y de la Argentina, es bastante raro que no hayamos vivido una época difícil. Nosotros, cuando llegamos al 11 de septiembre, siempre empezamos a rever y a valorizar, desde todos los ángulos, lo quieran o no lo quieran, a la gesta de Sarmiento. Y siempre fui respetuoso de una frase que la dijo un religioso, cuando le preguntaron, no hace mucho, qué opinaba de Sarmiento, y él opinó que “es el imperfecto, pero es irrevocablemente el prócer”.
En cierto modo, nosotros estamos en una situación muy difícil, pareciera que, como sociedad, los valores están yendo para un lado, los conocimientos siguen otra senda y las realidades de las articulaciones pedagógicas siempre están un pasito atrás.
–¿Estar un paso atrás es motivo de preocupación?
-No es malo, pero lo que a mí me preocupa es la brecha, la desigualdad desde el punto de vista del conocimiento, porque si el conocimiento a partir de ahora va a ser una variable de desigualdad social, que ya lo es, la escuela pública tiene el gran desafío de igualar, de incluir, de progresar y de brindar calidad.
Desde el punto de vista de la provincia de Córdoba, tiene una cantidad de instrumentos puestos al servicio de trabajar en pos de ello.
Hay programas, hay una cantidad de elementos, hay replanteo, hay perfeccionamiento, lo que estamos viendo es que no llega tan definitivamente al aula.
–¿Por qué no llega al aula?
-Porque hay cuestiones sociales que quiebran el sistema y que van contextualizadas a la escuela. La escuela sigue siendo, irrenunciablemente, el último bastión cívico que va a tener la sociedad en la Argentina. Cualquier persona encuentra en la escuela la muestra de civismo, la muestra de conocimiento, de afecto, está todo mezclado y condensado en la escuela.
Ese es el valor de la escuela. Hoy la escuela está inmersa en una época de cambio, pero si a esta época de replanteo le agregamos los agentes externos, sociales, económicos, culturales, invasivos, políticas públicas, equivocadas o no, la escuela sola no puede.
–Frente a este panorama, ¿qué se puede proyectar?
-Frente a este panorama, es importante articular esfuerzos. Articular esfuerzos con la Municipalidad, con las ONG, con la universidad, porque el escenario tiene que ser colectivo. Los escenarios colectivos han dado resultado en Argentina. Estos cambios que se están dando tienen que ver con esto.
En la medida que no trabajemos colectivamente los docentes y articulados todos los agentes, en la medida que no tomemos conciencia de que la forma de trabajo es todos juntos, que todos juntos pensemos. No hablo de un pensamiento único, sino de un pensamiento de acuerdos generales. Acuerdos de base en todas las disciplinas para avanzar todos juntos a dar respuestas.
–¿Cúal es el rol que debe asumir en este siglo?
-La escuela pública tiene un rol hoy mucho más preponderante que 15 años atrás o 50 años atrás porque estamos en el quiebre, estamos en un quiebre donde te garantizo que hay gente que se capacita, que tiene voluntad, que tiene vocación, que le da un sentido al trabajo, por lo menos la gente que me rodea a mí.
Cuando vas por distintas escuelas, ves experiencias chicas, hay que pensar que detrás de eso hay trabajo, hay sacrificio, hay renunciamiento de horas. Todos nos tenemos que poner de acuerdo en que a la escuela hay que apoyarla.
A la escuela la dejan sola y entonces aparecen todos estos proyectos locos, en los cuales yo me identifico.
–¿Qué proyecto loco viene impulsando?
-Presenté un proyecto de desarrollo institucional que va a llevar dos años. Se lo presenté a todo el cuerpo docente, lo expuse y a partir de ahí, no he parado de recibir proyectos, integraciones, movimientos, ves que hay gente que está movilizada.
Yo tengo un programa en mi escuela que se llama FARO, que es de fortalecimiento en Matemática y en Lengua. Este programa nos permitió cambiar el posicionamiento metodológico y las clases han cambiado.
Aparecen las pruebas internacionales PISA, esas pruebas te jerarquizan porque te ponen en un nivel evaluativo que es muy distinto al que estamos acostumbrados. Porque la prueba PISA no te evalúa el conocimiento, te evalúa la capacidad de respuesta, la reflexión, el razonamiento y eso es lo que no está faltando.
Hoy necesitamos personas que tengan conocimientos, pero también un poder de seducción que movilice al alumno. Cuando el chico se moviliza, genera una cantidad de actividades que la gente ni se entera.
Los mismos padres a veces se sorprenden cuando ven actuando a sus hijos en distintos roles. Les pedimos a los padres que los apoyen, que los estimulen, que los contengan.
–¿Sigue siendo un motivo de alerta el nivel de deserción?
-Sí, aunque nosotros celebramos un punto de mejora. Estábamos en casi 9 puntos y ahora estamos en 8. Significa que de 100 quedan fuera 8 chicos. La deserción no ha desaparecido, se ha frenado. Cuando tenés repitencia, significa que la deserción se frenó; el chico no deja de ir a la escuela, repite, pero se queda en el sistema.
Los últimos 10 años se habló muchísimo de inclusión signado por un proyecto político que yo valoré mucho. La inclusión como la masificación, a la cual nosotros teníamos que dar respuesta.
Nos pusimos de acuerdo en que todos tenían que estar dentro de la escuela y ahora nos tenemos que preguntar a qué costo tienen que estar.
–¿Nuevos desafíos?
-Ahora tenemos que ver qué niveles de superación sumamos, qué contenido le sumamos al chico para que pueda progresar, para que termine sexto año sin ninguna materia adeudada y se pueda insertar.
Yo ahora lo veo mucho, en las universidades, en los profesorados, ahí encuentro una gran cantidad de alumnos de escuelas públicas que está haciendo una carrera de grado. Esa es la referencia. Hoy los chicos se dan cuenta de que a la universidad la tienen cerca, que después de la secundaria viene la preparación.
–La Universidad Nacional significó un avance muy destacado para la región y para la educación pública, ¿usted fue parte de la movida para la creación?
-Sí. A mí si hay algo que me sedujo y me gustó siempre fue trabajar en proyectos donde la mayoría teníamos pensamientos ideológicos distintos, pero en el medio de la mesa estaba el acuerdo. Y el ejemplo de ese acuerdo es la Universidad Nacional de Villa María. Yo vi gente muy valiosa, con ideologías distintas pero cuando llegaba el momento de acordar, todos pechaban para el mismo proyecto.
Y esto que se dio hace casi 25 años desde la gestación valió la pena. Fue un frente de trabajo heterogéneo y nunca hubo mezquindad. En ese proyecto hay dos referentes verticales: Miguel Angel Veglia, como intendente, y Eduardo Accastello, como el impulsor.
En principio, la sociedad de Villa María se mostró reacia, pero hoy la Universidad tiene un nivel de inserción importantísimo.
Villa María hoy se posiciona desde las universidades, desde las tecnicaturas, desde los profesorados, hay una oferta educativa que potenció la venida de la universidad.
–¿Está en riesgo la educación pública gratuita?
-No. La escuela pública nació para quedarse y está más allá de los vaivenes políticos, de quienes estén o no. Está sentada la base en la sociedad argentina que la escuela pública es irrenunciable, es la que contiene, es la del libre acceso, de los aciertos y de los errores. Con la escuela pública no se jode.
Puedo contar muchas ganadas y también muchas perdidas, pero la cantidad de gente que pasó por la escuela es infinitamente superior.
Esa es la idea que tenemos que valorar. El chico cuando transcurre en una escuela tiene una vivencia distinta, una proyección de vida distinta, deja lo que le está pasando en un contexto social, familiar, para estar feliz en la escuela. Si a esa felicidad nosotros generamos los vínculos que lo atraigan al chico, los resultados son muy buenos, los he visto en mi escuela.
–¿Se agravó la situación social en los últimos tiempos?
-La escuela siempre se mantuvo, la escuela donde estoy yo es pública y autogestionada. Parece mentira que una escuela pública tenga que ser autogestionada, pero el Estado lo único que brinda es el pago de los sueldos. Hay programas sí, pero hay muchas cosas de la diaria que tenemos que autogestionar. Por ejemplo, en menos de 15 días nuestra escuela va a tener una plataforma virtual de trabajo con sus alumnos. Eso significa que el aula deja de ser el contexto, va a tener una plataforma para que el chico entre al aula si faltó, se encuentre con el docente que le dejó una actividad, él la resuelve, el profesor corrija y seguimos avanzando.
Ganamos en contención, progresamos en los contenidos, mejoramos la inserción del estudiante en un plano de la virtualidad, que es lo que se viene. Y no renunciamos al vínculo, lo mejoramos.
La cuestión social agrava primero el ánimo, el chico siente que en su casa las cosas no están bien, se angustia, a un chico que entra angustiado hay que trabajarlo. Por suerte, tengo un equipo de gente que en un gran porcentaje es de fierro.
–¿Mientras cursaba al secundario se imaginó que llegaría a director de una escuela?
-Tuve la suerte de hacer el secundario en el Instituto Rivadavia, lo hice en una orientación curricular nueva que se llamaba Administración de Empresas y ahí conocí a gente muy importante.
Para mí hubo un referente, que es Eduardo Marzolla, y veía como proyectaba, era un facilitador de proyectos.
Lo mío no fue únicamente el aula, era lo social, los proyectos y ya con el tiempo pasé a la escuela pública, ya hace 20 años que estoy en la pública y ahí encontré el mismo contagio de gente, pero ya el esfuerzo era otro. Había que autogestionarse. Y la autogestión me llevó a que una directora me dijera “por qué no quiere ser director”. Desde ese momento, lo empecé a pensar mucho más.
El año pasado salieron los concursos para director y lo encaré con mucha pasión. Me fue bien. Ahora estoy donde estoy.
–¿Desde chico tiene vocación por la docencia o soñaba con una profesión diferente?
-Sí, desde chico. Siempre quise ser docente, tal vez en algún momento me hubiera gustado la Historia o la Lengua, pero las Ciencias Económicas estuvieron conmigo desde la secundaria. Y después me atrapó otra actividad, que es la del cooperativismo.
–¿Era estudioso de niño?
-Aproveché demasiado el tiempo, el tiempo para la escuela, para los amigos, para la familia, para el deporte. La primera secuela de estrés la tuve de joven (risas).
–¿En qué barrio creció? ¿A qué se dedicaban sus padres?
-En barrio Rivadavia. Mi padre era bancario y mi madre ama de casa, recuerdo que una vez le pregunté por qué me habían mandado al Rivadavia y mi papá me respondió “porque los Coppari fueron todos al Rivadavia” (risas). Y fijate el destino, mi padre había sido alumno del Comercial.
–¿Qué cosas le gustaban? ¿Cuáles eran sus entretenimientos?
-Me entretenía mucho deportivamente. Practiqué toda mi vida el básquet. Lo jugué en Unión Central, que fue mi pasión, y a la vez alternaba con el vóley porque mis amigos estaban en escuadras. Pero siempre hice básquet.
–Usted me dijo que lo atrapó el cooperativismo, ¿en qué momento empezó a poner la mira en la economía social?
-Me picó ya desde la secundaria, en el Rivadavia se abrió la Tecnicatura en Cooperativismo. Recuerdo que Marzolla había generado una cooperativa y fue mi primera referencia de cargo, fui tesorero (sonríe).
El cooperativismo me atrapó porque me gusta munirme de los acuerdos, de los trabajos en equipo, que todos pechemos por igual, que los proyectos no sean individuales, sino colectivos y tuve la inmensa suerte que en el primer lugar donde desembarqué en la escuela pública fue en el Vera Peñaloza. Y yo veía que era una escuela pública que necesitaba de cuestiones motivacionales.
En 2001 hacíamos de todo, se vendía lo que se podía, y uno veía que los chicos querían referenciarse a través del nombre de una cooperativa, de una bandera, después lo hice en el Abraham Juárez y el año pasado, en un proceso cíclico, vuelvo al Rivadavia y con las profes se hizo la Cooperativa Canaria.
–¿Las cooperativas escolares están funcionando bien?
-Sí, actualmente la referencia más importante la tengo en el Rosario Vera Peñaloza, con Veracoop. Arrancar eso es haber aprovechado las políticas públicas. Ninina Tais, una gran directora, gestionó fábrica de helados, fábrica de chacinados y panificación y hoy están en un producción importante. Ellos siguen trabajando, siguen motivando. Está Silvina Cola, una profe a la que le gusta y está detrás de ellos.
En el caso de las otras, la del Rivadavia tiene venta de indumentaria, veo que hay un contagio. Vos ves la cara de los chicos y es una caricia en el alma. Ciertos proyectos son una caricia en el alma.
–¿Las Pruebas PISA son una caricia en el alma para el Comercial?
-(Sonríe). Hoy uno de los chicos me dice “ahora me doy cuenta que a las pruebas PISA las voy hacer”. Un chico que te dice así, te está diciendo que ama lo que hace, que te quiere. Esa es la tarea del docente.
–¿Cuántos alumnos de su colegio van a participar en esta prueba internacional?
-Treinta y cinco, esos quedaron de un grupo de 150. Primero hubo que bajarles la ansiedad porque entramos en una cantidad de problematizaciones a las que no estaban acostumbrados. Y hoy para ellos es común cualquier ejercicio que tiene que ver con esta metodología de evaluación.
Y nos quedamos con los 35, bajamos todos los ejercicios posibles a cada uno de los departamentos para que toda la escuela los sociabilice.
Toda la escuela tiene para trabajar. El martes 18, a las 9 de la mañana, al igual que en todo el mundo, nosotros empezamos las pruebas. De Villa María somos dos escuelas, el Comercial y el Rivadavia, y en la provincia son 83 escuelas.
–Vamos a hablar de política. ¿Por qué empezó su militancia en la Unión Cívica Radical?
-Dos personas me fueron a buscar para ocupar un cargo, Miguel Angel Veglia, que era el intendente, y Miguel Maceda, el presidente del Concejo. Me hicieron un ofrecimiento, ellos me conocían por el trabajo del colegio Rivadavia, teníamos un nexo muy fluido con la Municipalidad y de allí me referenciaron y me hicieron una propuesta.
Inmediatamente yo empecé a desandar la militancia, desandar la militancia es haber convivido durante ocho años con un referente político como Miguel Angel Veglia, que para mí fue todo. Y también dentro del partido, hice un gran amigo que es Felipe Botta, el famoso Kililo. Kililo tuvo un gesto de apertura de trabajo que hasta el día de hoy tenemos una amistad.
–¿Usted era radical previamente?
-Yo venía de la corriente del desarrollismo, de la década del 80, incluso fui fiscal por el MID en 1983. En ese espacio había gente docente, estaba Bergero, Podestá, Domenech, Espíndola…
Siempre tuve una postura política a través de la docencia y cuando entré en la política partidaria, me gustó el radicalismo, su posicionamiento institucional, su posición frente a la sociedad, pero también me permitió conocer gente muy valiosa de otros espacios políticos, principalmente del peronismo.
Rescato que el primer gran amigo en el terreno de lo político fue Eduardo Accastello y también Javier Suppo. Diálogos larguísimos, disidencias notables, pero nunca dejábamos de estar en la misma mesa y pensando en lo que significaba para la sociedad de Villa María lo que hacíamos.
No había mezquindades. Después, cada uno cumple con el rol que le toca, pero hubo espacios muy fuertes de acuerdos que a mí me identificaron y me marcaron. El proyecto de la Universidad Nacional fue uno de esos.
–Usted estuvo ocho años en la Secretaría habilitado de un Concejo de mucho peso en la calidad de sus dirigentes, ¿compara esos tiempos con los actuales?
-Primero, no son los mismos tiempos; segundo, no son los mismos desafíos. La década del 90, tanto para el radicalismo como para el peronismo, sirvió como un proceso de refundación ideológica en ambos planos.
Los escenarios en la ciudad estaban en construcción todavía, se construía la sociedad políticamente, había un espacio, que era la UCD, con Edgard Bernaus, un abogado que hizo su aporte. Esos espacios están hoy licuados. Era un cuerpo de gente que eran nombres propios, tenían juego propio.
–¿Recuerda algún debate con mucho condimento?
-Uno de los debates más importantes que yo recuerdo fue cuando se empezaron los procesos de privatización y los servicios de agua y cloacas pasaron de la Nación a la Provincia y de la Provincia al municipio.
Y hubo, hay que recordarlo, sectores privados muy fuertes, con mucha apetencia financiera, con mucho respaldo económico, que estaban al acecho.
Veglia tenía que decidir, o se quedaba la Municipalidad o la otra alternativa, con la que me identifico, que era la cooperativa. Sus propios empleados se hicieron cargo, se autogestionaron.
Había mucha apetencia del sector privado y en esa época primó el tercer sector, el de la economía social.
Otro debate que recuerdo fue el intento de pedido de juicio político a Veglia. ¡Qué respeto a la institucionalidad que tenían todos! Más allá de lo que cada uno pensaba se garantizaban los procesos.
–Usted participó de una época del radicalismo con grandes dirigentes en todos los niveles, ¿qué visión tiene de la UCR en la actualidad?
-Creo que el radicalismo que conocí tenía juego propio, siempre se lo identificó como garante de la institucionalidad política y en un momento es un partido que tomó la decisión de acompañar un frente, no estoy para juzgarlo.
Creo que al radicalismo cuando le tocó asumir un frente, léase la Alianza, le fue mal. Y tuvo que esperar muchos años para aggiornarse a otro frente totalmente distinto al anterior.
Lo que yo noté es que no había un acuerdo de concepción política, no había un acuerdo de base, sino que era un acuerdo y, no quiero ser peyorativo, en que nos juntaba el espanto.
Había que hacerle frente a un proceso progresivo de un kirchnerismo muy devorador que generó que de este lado hubiera un agrupamiento.
Al día de hoy, si lo veo desde el punto de vista de la provincia Córdoba todavía sigue teniendo su propia institucionalidad, como la Unión Cívica Radical. Pero a nivel nacional, lo veo diluido, creo que sería momento de volver a fortalecer lo que fue el partido.
El partido es de convicciones, siempre tuvo matices, lo más lindo eran los matices, había una cuestión de basamento intelectual. Pienso que debe asumir dar respuestas a lo que la gente necesita.
Me preocupa el radicalismo nacional, no logra encontrarse a sí mismo, siendo un partido que siempre supo lo que quería.
–¿Usted cree que está apoyando políticas contrarias a su doctrina?
-Me parece que sí y me parece que no. El radicalismo hoy sostiene en muchos casos y en muchos momentos al Gobierno nacional. En esa parte, digo, son garantes del sostenimiento del proceso. Eso no se ve.
La otra parte es que cuando asumís estos riesgos, te convertís inexorablemente en el socio de una crisis, de un escenario como el de hoy. Y me parece que tiene mucha gente como para estar en primera fila, alentando y convenciendo a la gente de lo que es un proyecto político.
El radicalismo hoy sostiene un proyecto que no es el propio. Estos son los vaivenes que hay que explicarles a la gente.
Pasa que el tejido social se está ablandando, hay que salir a reconstruirlo, con presencia, con responsabilidad.
–Las denuncias de corrupción, las causas que se están ventilando, ¿tiene alguna opinión formada sobre el tema?
-Todo esto daña la imagen de cualquier situación, daña la institucionalidad, más allá que hayan existido personas con dolo y con el ánimo de robar, eso está en el terreno de la factibilidad y de la demostración. El tiempo lo va a decir.
Pero en un contexto de la Argentina donde los procesos judiciales son tan novelescos, tal vez estemos asistiendo a un momento donde podemos encontrarle la punta a ver hasta dónde llegamos y qué es lo que pasó.
Ahora, trasladar lo que pudo haber pasado a un proyecto de Nación, estamos en la misma, seguimos dañando la institucionalidad.
Me parece que no alcanzamos a tomar la decisión en el momento oportuno, dejamos que corra, que fluya y un país de tanta duda, es lo que vendemos para afuera.
Como sociedad, estamos planteando la duda. Y llegamos a la conclusión que los poderes no son tan autónomos, no funcionan en la medida que deberían funcionar y los poderes, en cierto modo, se nutren de odio, de resentimiento y cada uno hace su juego.
Cuando termine Macri, no sé quién va a venir, pero estoy seguro de que después de Macri va aparecer el pos-macrismo judicial. Todo es así.
–¿Le preocupa la situación económica?
-Sí, me preocupa muchísimo. Me preocupa la postergación de los proyectos, tengo que salir a demostrar y a explicar en las aulas, yo como docente de Economía, lo que sucede. Pero, en cierto modo, el relato de la realidad te pasa por encima.
Cómo le explico a un alumno de 18 años el proceso inflacionario, el aumento del dólar, cuando el chico tiene el padre que no vende lo que tiene que vender o es un colateral de lo que pasa en la Fábrica militar… ¿Cómo le hacés entender? Les puedo explicar la metodología del funcionamiento, pero el sentimiento, ¿qué le podés dar a ese chico? Lo tenés que contener sabiendo que él la está sufriendo en carne y hueso.
–¿Cuál es su sueño?
-Es un sueño profesional ligado a lo personal. Mi sueño es que año tras año la escuela en la que estoy cumpla con cada uno de los cometidos que nos proponemos y que la gente que trabaja conmigo dentro de la escuela se siga contagiando, siga generando tanta expectativa en los chicos.
Los afianzamientos profesionales son necesarios para los afianzamientos personales. Y estoy bastante en ese proceso, dedico muchas horas a mi trabajo y me ayuda en lo personal. Me voy enriqueciendo con lo que los docentes hacen y eso te alienta muchísimo.
–¿Volveria a militar partidariamente?
-(Pausa) Tengo ofrecimientos de participación en proyectos políticos, pero no quiero mezclar; lo sagrado y pasional es la escuela y en la escuela estamos todos. Hoy la prioridad es el IPEM 147.
Opiniones
Mauricio Macri
Un presidente que todavía no se encuentra en el cargo que el país le dio. Todavía no le encuentra la vuelta.
Juan Schiaretti
Un muy buen gobernador, muy buen administrador; por encima de ello, lo veo como a un peronista formado ideológica y personalmente, corresponde su persona con el pensamiento político que él brega. Es coherente.
Martín Gill
Un exalumno mío, de la forma que lo veo hoy es la forma con la que llegó a ser presidente del centro de estudiantes. Es un signo de perseverancia, de convencimiento, de trabajo diario, se respalda mucho en la juventud y en la intelectualidad de la juventud.
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El recuerdo de mi hija Sofía. La deserción escolar.
Me enoja
La desigualdad, la mediocridad, cuando la gente miente.