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«La escuela tiene que despertar la conciencia de los valores culturales»

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«La escuela tiene que despertar la conciencia de los valores culturales»

Nació en Villa María en el barrio Villa Aurora el 11 de marzo de 1934. Dos hijos (uno falleció) y tres nietos. Es profesor de Ciencias Políticas y Sociales. Cursó una Maestría en Desarrollo local. Ejerció la docencia durante 35 años. A los 19, empezó a dar clases en la Escuela del Trabajo, desde ese lugar impulsó al gremio para defender los derechos de los docentes de los colegios técnicos, trabajó en el ex-Nacional y en el profesorado del Instituto Rivadavia. Tuvo activa participación como dirigente gremial, fue uno de los fundadores de la Democracia Cristiana, Antonio Sobral lo designó coordinador del Instituto de Desarrollo de la Comunidad y del 73 al 74 fue director de Enseñanza Media de la provincia durante el Gobierno de Ricardo Obregón Cano. Es un gran lector, hoy jubilado sigue colaborando con actividades culturales, entre ellas las que realiza el Ateneo La Posta de Villa Nueva

Escribe Nancy Musa
De nuestra Redacción

Cantor, apasionado por el tango, poeta enamorado. Docente de alma que dejó un recuerdo imborrable en miles de alumnos que conocieron su enseñanza. Recita, baila, cuenta anécdotas, adora el teatro.

“Al promediar la tarde de aquel día, cuando iba mi habitual adiós a darte, fue una vaga congoja de dejarte lo que me hizo saber que te quería…”…Los versos de Lugones se meten en la charla y se mezclan con la historia que cuenta con entusiasmo el profesor Teobaldo Morales. No alcanzarían todas las páginas del diario para reflejar las vivencias relatadas con emoción, humor, profundidad durante más de tres horas de diálogo ameno y distendido con un hombre que sabe de luchas, de filosofía, del sufrimiento por la pérdida de un hijo, de aventuras, de sueños, de noches de bohemia.

Un hombre que compartió charlas con Sobral, le ganó un juicio a Videla, perdió horas de cátedra en la Dictadura, abrazó el gremialismo, escribe sin publicar, celebra la amistad y hoy sigue renovando día a día su romance con la vida.

Un verdadero maestro.

-Usted tuvo una intensa trayectoria en el ámbito de la dirigencia gremial docente, ¿cuáles fueron los inicios de esa vocación por la defensa de los derechos laborales?

-Yo siempre fui dirigente gremial, apenas entré a la Escuela del Trabajo advertí que había una gran injusticia porque a los maestros que daban dos turnos se les pagaba por uno solo y a los que daban cátedra le pagaban con el cargo de maestro de primaria.

Me inicié a los 19 años en la docencia y encontré que los docentes no estaban organizados. Entonces convoqué y movilicé a los docentes de Villa María y después me fui a las escuelas de Córdoba, en ese tiempo había solamente seis escuelas técnicas en la provincia, y fui hablar a los docentes para que nos organizáramos para luchar por los derechos.

Al tiempo, vinieron los delegados de esas escuelas a Villa María y se decidió formar un gremio y cuál sería mi sorpresa que me eligieron por unanimidad a mí que tenía 20 años. Y así empecé siendo dirigente de ese gremio, empezamos a trabajar y estuve peleando por los intereses, en el año 56 nos peleábamos con la gente que había tomado el gobierno después de Perón y peleábamos por la equiparación. Porque en aquella época los docentes provinciales ganaban mucho menos que los nacionales.

No fue fácil conseguirlo pero cuando estuve en la Dirección General de Enseñanza me di el gusto de definir la jornada laboral en cuatro horas y a los trabajaban más se les pagaba en forma proporcional. Fue algo maravilloso y conseguí que se lo pagaran con retroactividad.

Así que los maestros que llegaban en bici a la escuela pasaron a llegar en moto y hasta en auto (se ríe).

 

-En ese momento, cuando empezó su actividad gremial usted no era peronista.

-No, hasta entonces no era peronista, yo era demócrata cristiano hasta que volvió Perón y dijo vengo en son de paz.

A mí me sedujo el discurso de ese Perón que venía amortiguado, como una prenda de paz y que íbamos a unirnos y superar todas las grietas, lamentablemente se nos murió muy tempranamente y sus herederos ya sabemos lo que hicieron.

Yo estuve con Perón desde 1972, antes fui demócrata cristiano, pero sin estar militando. Porque hice una travesura cuando éramos jovencitos, ya estaba Elvio Toscano también, y los jóvenes demócratas cristianos nos adherimos a la candidatura de don Carlos Pizzorno que era peronista. En esa época era un pecado apoyar a los peronistas y me suspendieron la afiliación del partido Demócrata Cristiano.

Me fui alejando, así, pero sin renunciar a los principios de la democracia cristiana sobre todo la línea de Horacio Sueldo que era la línea más izquierdista.

 

-¿Por qué se inclinó por la democracia cristiana, por cuestiones familiares?

-No, yo me había metido en la Acción Católica, por las amistades, y tuve la suerte de conocer a (padre) Pedro Gotardi como profesor de Religión, yo iba al Nacional y eran unas clases muy divertidas, nos hacía participar y a mí siempre me agarraba “vos que pensás Teobaldo” (se ríe).

Era demasiado apasionado y cometió algunos errores.

 

-Escuché que un día le fue a pedir al padre Gotardi por un preso.

-Sí, (sonríe) me tocó tratar a Gotardi porque el cura Pancho Sorribes que estaba preso me hizo llegar en un papelito un pedido para que vaya a verlo a Gotardi y que pudiera hacer algo para sacarlo.

Yo fui a hablar y Gotardi me dijo “no, no me hablés, ese es un subversivo de la Iglesia”, porque Panchito era un cura tercermundista, y no quería que se cobrara por los servicios religiosos, entonces lo separaron y se abrió una casa en Villa Nueva y ahí ofrecía misa.

Sorribes con el tiempo pudo salir y una organización lo sacó del país, después vino a Argentina y una noche estábamos comiendo el asado, cuando no (risas), con el Tito Suárez, Wheimüller, toda la barra que nos juntábamos a comer asado y llega el Pancho Sorribes.

Estaba en Francia y vino a cobrar la indemnización por haber estado preso.

Fueron épocas duras, a mí me cesantearon.

 

-¿Lo dejaron cesante en el colegio durante la Dictadura?

-Me cesantearon por un decreto de Jorge Rafael Videla que ordenaba que no se me permitiera entrar a ningún establecimiento del país porque yo era peligroso (risas). Te juro. Te soy sincero, yo me siento una persona de izquierda aunque ahora está todo tan confundido, la izquierda, la derecha. A mí me trataron como a un infiltrado, dentro del peronismo. Tengo tantos recuerdos.

 

-Vamos a empezar por el principio, hablemos de su infancia…

-Nací en Villa Aurora y tenía el gusto de ir todos los domingos a la cancha de Alumni, me daban diez centavos que me alcanzaban para una naranja y una jesuita, a la cancha entrábamos gratis y pasábamos toda la tarde.

Los lujos del día domingo, porque en aquella época a los chicos ni siquiera nos traían al centro, solamente me traía al centro mi abuela, los días 8. Mi abuelo era ferroviario y ese día cobraban, entonces mi abuela y dos tías mías solteras lo llamaban a Pepe Bernadó, que tenía un coche de esos con caballo y las tres mujeres iban cómodas y yo me sentaba en el asientito.

Me traían al centro, me compraban caramelos. Tengo lindos recuerdos de la infancia.

 

-Cuénteme por qué es Morales, cuando su apellido verdadero es Moral.

-Porque mis abuelos eran Moral, y cuando anotaron a los hijos a algunos les pusieron Moral y a mi papá le pusieron Morales (risas), y me quedó a mí. Me hubiera gustado ser Moral porque amaba mucho a mi abuelo, era un tipo muy alegre, cantaba, recitaba, contaba cuentos graciosísimos.

En las noches de invierno, en la cocina de mi casa, de piso de ladrillo, mi vieja ponía una lata, ponía brasas, y nos sentábamos al lado y mi abuelo llegaba y contaba cuentos. Y se reía tanto y nos hacía reír.

Una de los cosas que voy hacer próximamente es viajar a Benalmádena de donde salieron los Moral, quiero conseguir investigar porque todos se vinieron. Benalmádena está muy cerquita de Málaga, en la costa de Andalucía.

 

-¿Su padre fue ferroviario también?

-Sí, es curioso no. Mi padre en una época vivía al lado de la casa de Sabattini y se hizo conocido de ellos. Don Amadeo, como mi papá era hábil para todo, lo tomó de chofer para que lo llevara a los actos, a las reuniones. Cuando don Amadeo fue ministro lo quiso llevar a mi viejo, pero mi viejo le dijo que no porque iba entrar al ferrocarril. Era más importante ser empleado del ferrocarril que ser empleado público, fijate vos.

 

-De los inicios del peronismo ¿qué recuerdos le quedaron?

Mirá tengo como recuerdo que mi padre era radical y muy antiperonista. Por esa lealtad, por la relación afectiva que había tenido con don Amadeo fue antiperonista. Y creo que era el único en el ferrocarril que era antiperonista, y discutía en esas reuniones del trabajo en que se juntaban a comer.

De modo que yo, que lo quería mucho a mi viejo, estaba inclinado a ser radical como era él, él era radical, militaba, y por ahí se me cruzaron unos amigos que me llevaron a la Acción Católica y ellos influyen mucho en la formación de los jóvenes y Gotardi era un verdadero maestro.

Y eso me llevó a ser uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano.

Y del peronismo también me quedó un recuerdo, una tía mía pegada a la radio escuchaba a Eva Duarte y le brotaban las lágrimas, era un mar de lágrimas. Yo la miraba y le preguntaba qué le pasaba, pero estaba concentrada en las palabras de Eva Duarte.

Me acuerdo, también, que mi viejo siendo antiperonista tuvo que aceptar de buen grado el aguinaldo, fue una revolución en la familia el aguinaldo.

Porque de pronto tenían un sueldo más y no sabían en qué invertir, recuerdo que se compraron un juego de comedor con sillas tapizadas, era un lujo.

Pienso que lo más importante del peronismo fue abrir las puertas para que la clase obrera accediera a los estudios, que los hijos de los obreros pudieran llegar a la escuela secundaria y algunos a la universidad. Para mí fue lo más convincente que hizo el peronismo.

 

-¿La educación pública que fue tan apreciada en nuestro país, ha perdido calidad?

-Hoy estaba leyendo que estamos peor que los años 60, a mí no me consta. No creo que esté tan mal, el problema es que la escuela ha perdido la hegemonía que tenía en la formación, ahora hay otros medios de comunicación y la influencia es mucho mayor.

Y vemos estas cosas tremendas que tenemos, la drogadicción, la delincuencia juvenil y tantas otras cosas que nos preocupan a todos, porque eso no es de un gobierno o de otro.

Me sentí muy reconfortado cuando vi que el gobierno de Kirchner aumentó el presupuesto para educación, pero creo que no se supo administrar porque las cosas no mejoraron.

Porque para mí la prioridad uno es la educación primaria y se apoyó mucho más la universitaria por una cuestión de tipo político. Y vemos que el núcleo del cristinismo está en las universidades.

 

-¿Usted cree que todo el esfuerzo debe ponerse en el Nivel Primario fundamentalmente?

-Sí, para mí el esfuerzo tiene que estar en la escuela primaria. Mirá si hubiera podido ser ministro de Educación hubiera hecho que las escuelas nunca se cerraran. Las escuelas deberían estar siempre abiertas, ser centros culturales donde todos los chicos y adolescentes encontraran su centro de actividades para todas las cosas de la vida, no solo para sumar o restar. Que se diviertan en la escuela, que aprendan a bailar, a cantar, a hacer teatro.

La escuela tiene que despertar conciencia de los valores culturales. El Estado debe ocuparse de la educación y además de los docentes agregar personal especializado para lograr una integración, despertar conciencia de los valores, para que amen el terruño y por sobre todo que los chicos empiecen a descubrir la dignidad del trabajo.

Cuando me llaman para hablar a mis exalumnos (de la Escuela del Trabajo) siempre les digo que han sido alumnos de la mejor escuela del mundo, porque se educaron con doble escolaridad teniendo un grupo de maestros que trabajaban en equipo para alcanzar los objetivos de la escuela y sobre todo porque aprendieron amar el trabajo, que es la asignatura más difícil.

 

-Lo llevo de nuevo a su infancia, ¿cuando era niño qué soñaba ser?

-Cantor, vos sabés que en mi casa, que era muy humilde, mi mamá se reunía con dos hermanas y a la noche, junto al fuego, nos sentábamos con mi hermana, y mi mamá y mis tías cantaban las canciones que venían en “El alma que canta”. Y nosotros éramos el público de las tres artistas y se me pegaron algunas letras de esas que nos cantaban.

Yo siempre canté bien, todavía me hacen cantar en las reuniones (risas) y por supuesto tengo mi hinchada.

Y también tengo hinchada en Costa Rica (se ríe).

 

-Cuando estuvo viviendo en Costa Rica ¿qué les transmitió a sus amigos?

-(Se ríe) Puedo decir que le cambié las costumbres a los costarricences porque empecé a hacer asados a la parrilla, bien a lo argentino. Ellos tenían los barbeque, le ponen fuego abajo y una parrilla chica y ponen los chorizos, las salchichas de Viena, las queman y van sirviendo una tras otra.

Cuando llegué compré unas parrillas grandes y empecé hacer asado argentino y con vino. Antes los costarricences tomaban ron con coca o whisky con coca.

 

-Y les enseñó las delicias del vino

-(Risas) Yo tomaba vino y cuando venían los invitados ponía vino en la mesa, los vinos argentinos llegaban poco. La cuestión es que yo a muchos amigos les cambié las costumbres. Algunos hicieron unas parrillas en sus quinchos y me pedían que las estrenara yo (risas).

 

-¿Era revoltoso de muchacho?

-No, siempre fui muy tranquilo aunque alguna vez pegué algunas trompadas (risas). Una vez estábamos en la confitería del Palace Hotel y había unos muchachos que gritaban en contra del paro de los ferroviarios con un altoparlante. Así que uno de los que estaban conmigo fue y les arrancó los cables, quedaron hablando en el aire, y de pronto uno sacó una pistola y nos empezó a apuntar.

Yo me escondí detrás de un arbolito hasta que vino uno y se la quitó y le entregó la pistola al Lulo Tais. Y el Lulo se sube a una motito que tenía Toledo, cuando van llegando a la esquina del Rivadavia vienen unos tipos de civil en auto. De civil, es muy importante. Se bajan, le dan vuelta la moto y le entraron a pegar al Lulo, le estaban pegando en el suelo y cuando vi eso fui corriendo y le pegué una trompada al que le estaba pegando al Lulo.

Después me enteré que era un policía (risas).

 

-Adentro por una buena…

-(Risas) Vos sabés que me andaban buscando, era sábado y el negro Carlos Raúl Fernández me dijo que desapareciera porque era sábado, así que me fui a esconder a un campo hasta el lunes y después el Carlos Raúl me presentó y me sacó (risas). El Negro ese era un tipazo.

 

-Hablando del Lulo y Toledo, ustedes formaron una organización simpatizando con la Revolución Cubana.

-Sí, fue uno de los momentos decisivos de mi vida, haber militado en el Movimiento Villamariense de Adhesión a la Revolución Cubana, junto a mis amigos Eduardo Raúl Requena, Lulo Tais, Omar Toscano, Jorge Toledo, Dino Calvo y Miquel Balussi.

Eso sirvió para que se nos estigmatizara para siempre como «zurdos» peligrosos.

El movimiento se formó en la Pizzería Antón, ubicada en ese tiempo en la esquina de San Martín y Entre Ríos, tengo una fotografía de aquella reunión que se hizo antes que Fidel se declarara marxista leninista y se pusiera en la órbita de la URSS.

Otro hecho importante en mi vida , fue haber militado como copresidente, en 1970, en el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA) junto al arquitecto Luis Rébora, que llegó a ser rector de la Universidad de Córdoba y miembro de la Conadep.

 

-Otra etapa significativa de su vida fue conocerlo bien a don Antonio Sobral…

-Sí, yo fui alumno de un Jardín de Infantes de Sobral, que lo habían creado en el barrio Villa Aurora. Todavía está la casa en una cortada. Y ahí iban a practicar las maestras estudiantes con los chicos humildes, eso habla del sentido de equidad que tenía Sobral.

Y cuando terminó el año, yo estaba sentado en primera fila y se hizo una fiesta con premios. Y había un señor delgado, alto y nos habían dado números, yo tenía el 86. Y de pronto ese hombre, que debe haber sido don Antonio, viene y me pregunta qué número tengo. Fue allá y creo que hizo trampa, porque le habló a las maestras y salió el 86. (Risas).

El premio era un saxofón dorado, qué emoción, pero después vi que era de cartón, no sonaba ni una nota (risas). Me quedó siempre ese recuerdo de don Antonio.

Después tuve trato con él cuando era dirigente gremial y me atendió muy bien.

Además, lo tuve de profesor en el profesorado y me hice muy amigo del Negro Ponce que era el esposo de su hija Norah y me hice amigo de su otra hija, Aracilde, y fui muchas veces a la casa de él, me invitaban a cenar, don Antonio siempre comía frugalmente, un bifecito y de postre medio durazno al natural.

 

-¿Hablaron de política alguna vez?

-Sí, él me contó esa etapa decisiva de la política nacional cuando Perón le ofreció la vicepresidencia a Sabattini y el que estaba de delegado de la Intransigencia era Sobral, que era uno de los que hablaba con Perón.

Y estaban esperando que don Sabattini dijera que sí, hubiera cambiado la historia. Sobral no perdonó que Sabattini haya dicho que no, porque consideró que se había postergado a toda una generación de radicales que estaba preparada para gobernar.

Si la Intransigencia radical hubiera acompañado a Perón creo que las cosas hubieran sido menos dolorosas para nuestra historia. Porque el radicalismo le hubiera dado esa ética republicana que los caracterizaba a los dirigentes de esa época.

Don Antonio fue muy amigo mío y me brindó una gran confianza. Cuando estábamos estudiando en el profesorado yo solía llevarlo hasta la escuela, si no él iba caminando, era de una humildad increíble, llevaba una vida muy austera. Me quedaron recuerdos tan hermosos de don Antonio, con cariño y admiración.

Por eso a veces digo que pude haber sido radical porque tengo mucha admiración por los dirigentes de esa época, por don Arturo Illia.

 

-¿Y qué lo atrapó de la doctrina cristiana en su juventud?

-Yo participé en la organización de las semanas estudiantiles con la idea de traer a Cristo a la juventud, que sería bueno que lo trajéramos ahora, con un sentido apostólico, aunque no soy religioso, pero qué podemos hacer sin una fe.

Fui uno de los primeros que hablé acá del relativismo cultural que ahora está tan en boga, pero los efectos han sido desastrosos. Si el árbol se conoce por los frutos esa filosofía relativista ha llevado al desconocimiento de las verdades, a nadie se le cree, se le miente, es terrible.

Hace falta, en una sociedad como la nuestra, un elemento unificador que no puede ser otro que la fe. En un Dios absolutamente democrático como es Jesucristo.

Luego leí a Jaques Maritain, que fue el inspirador de los movimientos demócratas cristianos en el mundo. Fue el inspirador de esos movimientos que hicieron el milagro alemán con Konrad Adeanuer. Es lo que nosotros quisimos hacer frente a la grieta de peronismo y antiperonismo que había. Queríamos que surgiera una fuerza que trabajara para una sociedad de hermanos, para superar esas antinomias. Con esa idea me metí en la democracia cristiana, éramos idealistas.

 

-Años después lo atrapó el peronismo…

-Sí, cuando volvió Perón. Lo dijo el propio Antonio Sobral, Perón tenía una personalidad carismática. Me lo dijo Sobral que cuando se reunían y Perón hablaba de política, en el año 1945, les brindaba un panorama de la economía mundial, de la economía argentina, hacia dónde iba, y Sobral decía que las cosas sucedieron tal cual lo había dicho Perón.

Mirá que Sobral fue el gran opositor en la Cámara, pero siempre decía que jamás los peronistas le interrumpieron un discurso. Y él respetaba a ese peronismo que representaba la irrupción de la clase trabajadora en el escenario político. Cómo un hombre democrático iba a estar en contra de eso. Sobral no era de un antiperonismo irracional, admitía que Perón era un estadista.

 

-¿Cómo ingresó a un cargo en el gobierno de Obregón Cano?

Con Obregón Cano nunca hablé personalmente, yo estaba afiliado al justicialismo cuando volvió Perón, pero no militaba, simplemente sentí como argentino la idea de estar apoyando a un hombre que venía como prenda de paz. Quise estar en eso.

Y estaba preparando una clase para ir a dar a la noche, en el profesorado, y de pronto suena el teléfono en casa, atiende mi señora y me dice es para vos. Atiendo y era la secretaria privada del ministro de Educación de la provincia que me dice que el ministro quería hablar conmigo.

Te lo juro por Dios Nancy, me sorprendió, ni sabía quién era el ministro de Educación. Por supuesto me pasaron con él y me dijo “profesor Morales, habla Carlos Tagle Achával”, un hombre muy culto, autor de obras de teatro, yo ni lo conocía, pero me comentó que mis amigos de Córdoba le habían dicho que yo era la persona indicada para integrarme a su equipo.

 

-Me imagino la emoción que sintió.

-Le dije que sí y cuando llegué a verlo estaba Carlitos, después nos hicimos amigos, esperándome y me dio un abrazo. Fuimos grandes amigos, hablábamos de teatro, tiene una obra sobre el peronismo muy buena que la quise dar pero me fallaron los actores (risas). De bien que estábamos ensayando, los actores dejaban de venir y me mataron la vocación (risas).

 

-Así asumió en la Dirección de Enseñanza Media

-Sí, yo sabía mucho de educación, pero la gestión es otra cosa. Hice muchas cosas en los pocos meses que estuve, pagamos los adicionales que se adeudaban, creé varias escuelas, la de Pasco, Ticino, Tío Pujio, Alto Alegre, la de Enfermería de Bell Ville, una escuela en Coronel Baigorria, el profesorado de Villa Dolores.

Yo iba a los lugares y preguntaba qué les hacía falta, yo iba con el afán de dar, no sé si se llama populismo eso (risas) pero yo quería dar. A mí me pedían, y no me importaba el partido político, ahí nomás las creaba de un plumazo (risas).

Y después me iba a la Legislatura de la provincia a pedir que la incluyeran en las partidas presupuestarias y siempre me dieron el gusto porque la Comisión de Presupuesto la presidía mi primo el Coco Márquez. Y tu tío el Bebe Musa que era diputado, me pidió la escuela de Pasco. Y también pusimos en marcha la escuela de Morrison.

Creamos la figura de director organizador para que las pusiera en funcionamiento, y al primero que designé en Morrison fue a Marzolla. Sin preguntarle a nadie su partido. Y fijate vos cuando viene el proceso, Marzolla queda como director del Rivadavia, y a mí me cesantearon.

 

-Pero usted le hizo un juicio a la teniente general Jorge Rafael Videla.

-Sí y se lo gané. Se lo gané al teniente general Videla, salió en el diario La Nación, en La voz del Interior (se ríe).

Le hice un juicio porque me habían cesanteado por ser peligroso y yo entendía que no era peligroso. Acá no me quiso defender ningún abogado y el único que se animó fue Jorge Gentile que fue presidente de la democracia cristiana.

Iniciamos el juicio en Bell Ville y perdimos. Gentile apeló a la Cámara y me dieron la razón, Videla apeló a la Corte y ahí lo gané.

Yo había vivido cinco o seis años de angustia, teniendo miedo, y cuando sale el fallo a mi favor me presento al Rivadavia, Marzolla me dijo “muy bien”, pero nunca me contestó cuándo podía empezar a trabajar.

Al tiempo, me dijeron que habían resuelto no darme las horas, eran catorce horas del profesorado. Me dolió muchísimo (cuenta los detalles de la negativa). Le gané un juicio a Videla y lo perdí con Marzolla…

 

-¿Hoy cuál es su sueño?

Me gustaría tener coraje para publicar algunas cosas que he escrito, pero tengo tanto respeto por la literatura que no quiero quedar en ridículo (se ríe). Te aclaro que todos los escritos anteriores me los tiraron, no sé quién.


Opiniones

Mauricio Macri

Creo que es un hombre que se está debatiendo, responsablemente, la idea de sacar al país de una situación muy difícil, pero que está cometiendo errores.

Porque sus actitudes políticas no están sustentadas en una filosofía, sino en un pragmatismo digno de todos los gobiernos anteriores lamentablemente.

Le reconozco que sabe dar marcha atrás con los errores, pero uno quiere que al gobierno le vaya bien para que al país le vaya bien.

 

Juan Schiaretti

Es un gringo maravilloso, cuando no era nadie Schiaretti vino en el marco de una interna del PJ a Villa María, una interna que ganó de la Sota. Y fue al partido a pedir que alguien lo acompañe y lo acompañé yo a visitar negocios (sonríe). Fue el único que lo acompañó. Pero jamás fui a pedirle nada.

Schiaretti ha demostrado honestidad en la política y le tengo mucho respeto.

 

Martín Gill

Martincito, lo conozco desde chiquito. Siempre fue un genio. Es el tipo más capaz, es un líder, tiene un carisma increíble, ese chico va a llegar muy lejos.

Y no me extrañaría que el próximo candidato a la gobernación sea él porque tiene una gran capacidad, una oratoria tan clara, tan profunda, tan llena de sentimiento. Me emocioné mucho cuando lo escuché hablar en el sepelio de Horacio Cabezas.



Me gusta

Leer, bailar tango.

Me encanta
Conversar con los amigos, escuchar música.

Me divierte
Bailar, compartir con amigos me llena de gozo, ver a jugar al Barcelona de Messi con su genio, cocinar para la gente que quiero.

Me entristece
Recordar lo que sufrió mi hijo, me resisto a creer que haya sufrido tanto.

Me enoja
La sordera que me impide participar de las conversaciones como me gustaría.