Cuando hace referencia a la mujer, Le Corbusier lo hace de manera despectiva, desvalorizándola, escribe, por ejemplo, hablando de los estilos de arquitectura: “Esto no es arquitectura; son estilos, vivos y magníficos, ya no son, hoy, sino cadáveres”.
Cuando analizamos la historia de la arquitectura -y en general la historia- vemos que ésta no ha recogido las contribuciones y participaciones de las mujeres, lo que invalida por lo tanto la pretensión de “universalidad” que se nos quiere transmitir.
Se trata de pedir un “reconocimiento histórico” empezando a denunciar muchos discursos y concepciones que se suponen neutros y universales y sólo están pensados a través de ideas patriarcales, androcéntricas, donde la mujer ha sido y sigue siendo la gran ausente ya que la arquitectura ha sido y sigue controlada por el género masculino.
A través del tiempo
A lo largo de toda la historia, las clases dominantes se apropiaron e impusieron una cultura (parte de la superestructura) que justificara y perpetuara su poder económico y social. Por esto podemos decir que la cultura actual es burguesa, clasista, genérica, androcéntrica y misógina.
Vemos, entonces, cómo la arquitectura ha sido pensada por y para los hombres, y cuando las mujeres queremos identificarnos con el espacio, con la vivienda, con la ciudad, nos encontramos que estamos “huérfanas” de un pasado, sin historia, sin referencias, es decir, viviendo en un marco impuesto y del que no somos conscientes que habitamos. Donde la cultura dominante es norma universal, por lo que existe un imperialismo cultural.
Debemos relacionar por tanto al espacio con el poder (económico, social y cultural) y reconocer que el espacio no es neutral. Por lo que es válido hacer una nueva interpretación cultural e histórica.
Es decir, que debemos basar estos nuevos planteamientos teniendo en cuenta las distintas realidades sociales y culturales de la mujer con un discurso donde primen estos valores, ya que el “saber” y el “ser” de la mujer ha sido excluido, silenciado y negado por las ideas, relaciones y conocimientos masculinos dominantes a través de la historia.
Valoraciones patriarcales que van más allá de las diferencias de clase, de raza, de género, que decretan que la mujer es inferior, sometiendo y rebajando a las mujeres a un lugar inexistente o de marginalidad.
Si hacemos un análisis, en esta nueva búsqueda sobre los arquitectos clásicos modernos, vemos, como Le Corbusier cuando habla de la arquitectura, al igual que Loos, siempre lo hace pensando en el sexo masculino, es decir en el hombre, y cuando se refieren al sexo femenino lo hace despectivamente y esto se refleja en sus escritos y sus obras.
En el libro “El espíritu nuevo” dice Le Corbusier, que la arquitectura se ocupa de la casa normal y corriente, para hombres normales y corrientes”. También dice: “Nuestras necesidades son unas necesidades de hombres”.
Así, como: “¿Para quién debe construirse la casa?, para el hombre, no cabe la menor duda”.
“La casa, del hombre, no es cárcel, ni espejismo, la casa edificada y la casa espiritual”, así como: “Construir para el hombre, para que éste no se encuentre nunca ausente, en un futuro, de ninguna de las obras de la construcción, sino que se convierta en su invitado más honrado y en su Señor”.
Cuando habla de los ingenieros, lo hace en los siguientes términos: “Los ingenieros son viriles y sanos…”.
En definitiva, Le Corbusier ve la evolución del mundo a través sólo de ojos masculinos, dice: “Las herramientas del hombre jalonan las etapas de la civilización, la edad de piedra. La edad de bronce, la edad de hierro… La herramienta es la expresión directa, inmediata del progreso”.
Cuando hace referencia a la mujer, Le Corbusier, lo hace de manera despectiva, desvalorizándola, escribe, por ejemplo, hablando de los estilos de arquitectura:
“Esto no es arquitectura. Son los estilos, vivos y magníficos en su origen, ya no son, hoy, sino cadáveres”.
También nos dice: “El arte no es una cosa popular, ni mucho menos una querida de lujo”.
Vemos como Le Corbusier ve a las mujeres a través de ojos masculinos otorgándoles el papel de reproductoras, cuidadoras o prostitutas como en este caso.
Loos, también
Loos, también escribe para los hombres, dice: “La arquitectura despierta sentimientos en el hombre. Por ello, el deber del arquitecto es precisar ese sentimiento”.
Cuando se refiere a las mujeres, al igual que Le Corbusier, lo hace siempre en referencia al ama de casa: “Por todos estos motivos construyo la cocina-habitación, que desahoga a la ama de casa y le da un papel más fuerte en la vivienda que si tuviera que pasar el tiempo de cocinar en la cocina”.
Así, como cuando dice: “La mujer austríaca procura atar al marido a la familia por medio de la cocina, mientras que la americana y la inglesa lo hacen con un hogar confortable”. (11)
“Toda ama de casa sabe que la ropa se seca antes si corre el viento”. Reafirmándola en el papel subordinado, de ama de casa.
Observamos que Le Corbusier cuando proyecta, al igual que Vitruvio sigue pensando las viviendas en función del “paters familia” -ejemplo, Casa Curutchet-, esta misma discriminación se manifiesta en cuanto que algunos de sus proyectos han sido diseñados a través del modulor -ejemplo, “Unité” de Marsella-. Según Le Corbusier es un sistema de medidas organizado sobre las matemáticas y la escala humana (13) pero, que en la realidad propone adaptar toda la arquitectura a las dimensiones del hombre, en 1942 el modulor mide: 1,829 m, cuatro años más tarde en 1946, la altura del modulor pasa a: 1,75 m (14) es decir, que se basa sólo en las medidas del hombre y se da por hecho que representa e incluye a las mujeres.
Le Corbusier y Loos, siguen así el principio de Alberti: “… el hombre como modo y medida de todas las cosas” (15), principio basado en el hombre de Leonardo da Vinci, con el que se pretendía la relación entre hombre, Dios y naturaleza.
Es así, como Le Corbusier, no sólo ve una imagen en el hombre modulor, cuando dice: “Estudiar la casa, para el hombre corriente universal, recuperar las bases humanas, la escala humana, la necesidad tipo, la función tipo, la emoción tipo”.
“Todos los hombres tienen el mismo organismo, las mismas funciones, todos los hombres tienen las mismas necesidades. Por lo tanto, la casa es un producto necesario para el hombre”.
Opino, que no se trata de imponer “una modulora”, deportista, atlética, pero sí de reconocer que nuestras necesidades como mujeres no han sido contempladas por quienes detentaron el poder históricamente (ni siquiera los físicos).
Aunque existe el “mito” de que el espacio privado pertenece a la mujer y el espacio público al hombre, es decir el espacio interior y el espacio exterior, el espacio de la vivienda y el espacio de la ciudad, vemos que a la mujer no le pertenece ninguno de los dos espacios, ya que el espacio privado y el público han sido concebidos bajo una única mirada, la del hombre; en la que transmite solo sus propias vivencias y sus conocimientos que son unilaterales (sólo masculinos), y en el que las mujeres habitamos y somos usuarias pasivas, sin cuestionarnos, ni advertir la invisibilidad que encierra no sólo el diseño, sino la existencia real, material de esos espacios que nos envuelven y nos representan sin evaluar si son los necesarios y los únicos que podemos habitar.
Se trata entonces de analizar la vivienda y la ciudad y darles un nuevo enfoque donde se reconozca la posición social y económica de las mujeres en la sociedad capitalista.
Resumiendo, diré que este análisis trata de demostrar y combatir a través de la crítica el “lugar” impuesto a las mujeres. Lugar impuesto por un proceso ideológico, transmitido por los hombres a la humanidad, a través de la cultura, el arte, la arquitectura.
Considero, por tanto, que es importante que las mujeres encuentren su saber, sus valores para profundizar en el conocimiento, y en este caso tratar de llevarlo al “espacio”, comprender y ver cómo se opera en él y desde él para tratar de dar o tener pautas con las que se pueda transformar la realidad que habitamos.
Esta nueva búsqueda “cultural” -con la que nos identificamos las mujeres que poseemos un pensamiento basado en las diferencias, pero no en las desigualdades- es con la que debemos empezar a andar, no para imponer una única manera de hacer, una única mirada, sino para establecer una cultura dialógica que sume y trate de establecer en todos los ámbitos una vida más humana, más justa, más igualitaria.
Mónica Cevedio – Arquitecta
Fuente: Revistamalabia.com