Nació en Villa María, un 18 de febrero. Casado, tres hijos, seis nietos y tiene bisnietos. Es profesor de Ciencias Políticas y Sociales, licenciado en Gestión de la Educación y obtuvo la Diplomatura en Pedagogía y Educación social. Comenzó su militancia partidaria en la Democracia Cristiana. Es cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos local, entidad que hoy preside. Escribió varios libros testimoniales
Le gusta expandirse. En la educación, las letras y la fe encontró un camino para dejar atrás los tragos amargos de la vida y soñar con un futuro mejor. Es pausado al hablar, tranquilo y se emociona cuando toca ciertos temas, principalmente al nombrar a su madre y a los amigos que ya no están.
Elvio Omar Toscano tiene la marca dejada por la dictadura y de esos oscuros años dejó testimonio en su libro “En honor a la verdad”. Estuvo sentado en la mesa de Antonio Sobral, compartió militancia gremial con el recordado Eduardo Requena y le debe a su madre el haber sido un educador.
Entre recuerdos y la actualidad, entre mate y mate, transcurrió la charla que muestra la visión de un hombre que hace más de 30 años es parte de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Que tiene claro que hay que fortalecer la memoria para buscar la verdad.
-¿Qué análisis hace de la situación actual del país?
-Uno ha vivido muchas experiencias, éste ha sido un país que en el siglo XX ha estado permanentemente amenazado por las dictaduras y que culmina el período genocida-trágico de 1976 a 1983. Uno piensa que a partir de la recuperación de la democracia las cosas tendrían que haber ido mejorando y afirmándose, pensando en el trabajo, la vivienda, la educación, la salud, o sea, teniendo como eje la dignidad de las personas.
Y hemos vivido muchos altibajos desde el 83 en adelante, con Alfonsín, que yo respeto mucho, me parece que fue un buen presidente, después Menem, con lo que significó, que pareció que estábamos viviendo un especie de paraíso que luego se frustró, la presencia de Cavallo, de políticas que ni siquiera habían podido llevar adelante los militares y luego De la Rúa.
El Gobierno de los Kirchner, yo no he sido kirchnerista, pero he respetado muchas de las medidas sociales que se han tomado y, fundamentalmente, en el área de los derechos humanos. Personalmente, no justifico a ningún gobierno, por más bueno que sea, si aparece esta cosa rara de la posibilidad de la corrupción. No sé hasta dónde son y cómo son, me gustaría que si hubiera algo, se pudiera demostrar. Y la presencia hoy de este Gobierno que nos agobia, que ha implementado políticas bien liberales en el orden económico y que se sienten en el campo de la salud, de la educación, del trabajo, de la marginalidad. A la política de este Gobierno la rechazo completamente.
-Con todos los años de militancia que tiene, ¿en algún momento encontró la vuelta para entender qué nos pasa a los argentinos, por qué avanzamos y retrocedemos?
-No sé ni me atrevería a decir quién es el responsable porque la responsabilidad es de todos. Pero cuando hubo posibilidad de gobiernos con apoyo popular, no se han podido consolidar algunas variables que son claves, por ejemplo, el tema de la educación. Una educación que garantice la formación en valores, no se han aprovechado esas oportunidades.
A pesar de todo lo que estamos viviendo, veo grandes espacios de militancia de jóvenes, hay un florecer de la juventud, pero hemos tenido avances y retrocesos muy fuertes. A lo mejor no somos realmente auténticos cuando decimos palabras, cuando intentamos hacer determinadas cosas como funcionarios o militantes no somos absolutamente sinceros, no le ponemos todo lo que le tendríamos que poner. No terminamos de manejarnos con la verdad y eso repercute.
Un gobernador, un intendente, deben ser cuidadosos con lo que dicen porque con la palabra se confunde mucho y cuando vos confundís, la gente no sabe qué camino seguir. Y eso creo que nos ha pasado en la historia. Creo que debemos ser más humildes, no ser oportunistas, asumir el compromiso con el otro, verlo como un hermano. Paulo Freire dice “en la medida que no podamos reconocer al otro, no podemos establecer el diálogo”. Y nos faltó diálogo. Nos faltó establecer puentes.
-Pero parece que hay personas que construyen puentes y vienen otros y los destruyen.
-Porque han sido puentes construidos solos. Porque el puente que se construye con el otro es sólido, no es fácil destruirlo. El tema es cuando hago todo solo y ahí se pierde el sentido de la democracia.
Maristany (filósofo) habla de la democracia como una pluralidad que debe crear libertades, pero en el momento de hablar de objetivos comunes, hay que hacer grandes discusiones profundas, respetándonos y poniendo la mirada humanística, hablo de funcionarios.
Nosotros alguna vez pensamos en hacer un partido en Villa María que sirva como ejemplo, pero quedó en proyecto.
-¿Qué recuerdos tiene de la primera época del peronismo y el liderazgo de Perón?
-Yo era chico y viví una experiencia. Desde muy chico tuve que trabajar y andaba siempre buscando un trabajo mejor y me acuerdo de que me negaron el trabajo porque mi viejo no era peronista. Esas cosas que a veces te marcan si todavía no has tenido experiencia, en aquel entonces me impactó, pero no se puede negar lo que hizo Perón y Eva, yo tuve la oportunidad de hacer mi casa y se consolidaron muchos derechos de los trabajadores. Y después de lo que pasó en el 55, uno nota que el hombre había venido a hacer grandes cambios.
-¿Y en su regreso?
-A mí me confunde un poco la política de Perón, lo digo con honestidad, yo no sé si porque era demasiado viejo (en la década del 70) o si lo habían acorralado, pero me dolió mucho cuando echó a los jóvenes de la plaza, me dolió mucho. Fueron chicas y chicos que se jugaron, que tuvieron presencia, vos lo sabés, y esa actitud de Perón me dolió y me cuestioné muchas de las cosas que pienso de los políticos, que creo que por momentos usan a la gente, lo digo con humildad, no soy un analista, pero ese gesto me dolió porque conocí a muchos compañeros de la militancia peronista. Pero marcó mucho y el peronismo sigue estando vigente en el país.
-Hablemos un poco de su infancia, en qué barrio transcurrió, cómo la vivió…
-Nosotros vivíamos en calle México, viniendo por Jujuy, y a los seis años nos vinimos a vivir donde hoy es el Unión Central (en calle Rucci). Era un gran terreno, una casa de tres habitaciones muy viejas, 40 ó 50 árboles, un bañito escondido entre los yuyos (se ríe), pero pasé una infancia muy linda. Al lado había un galpón y había una biblioteca y ahí descubrí los libros. Al frente había una canchita y al lado vivían los famosos mellizos Gómez. Y a la vuelta vivían los abuelos de los Costa, del Chuchi, del Omar y en la esquina de la San Juan estaba el negocio de los hermanos Rodríguez y yo salía con ellos, me llevaban en la jardinera a repartir. Fue una época dura para mí, pero linda.
-¿Cuál era su tarea?
-Mi tarea era ir a buscar la leña para el horno, en mi casa se hacía el pan el viernes por la noche y el sábado estaba listo, era uno de los momentos más felices y también iba a buscar la fruta. Y tenía un hermano que vendía caramelos en la vieja Terminal, otro hermano que desde muy chico se fue y mi hermana, que estudió maestra. Y mi vieja pensaba que yo tenía que terminar la primaria porque era lo más grande que había en ese momento (risas), hizo de todo para que la terminara.
-Dijo que tuvo que trabajar desde chico, ¿a qué edad empezó?
-Empecé a trabajar a los 13 de años de cadete en la Farmacia Pinardi, me mandaban a barrer la vereda y cuando veía algún amigo me escondía porque me daba vergüenza. Ahí hice una carrerita y llegué a dependiente y después me fui a trabajar a la Droguería Velazco, ahí estaba Pozzerle, que se enojó conmigo y me suspendió 15 días. Ahí me fui con un amigo a pasear y cuando estaba allá, mi madre me llamó porque me convocaban del Banco Nación y de una empresa de electricidad norteamericana que funcionaba en la calle Entre Ríos y Carlos Pellegrini. Me vine, rendí en esa empresa y trabajé ahí 19 años y 6 meses hasta el golpe del 24 de marzo de 1976.
Esa empresa en la época de Perón pasa a ser parte de EPEC, así que yo estaba afiliado a Luz y Fuerza y cuando vino el golpe, a mí me cesantean y me detienen. Ya estaba dando clases en el Lácteo.
-O sea, que a los zarpazos terminó la primaria, pero después llegó a hacer y terminar el profesorado.
-(Sonríe) Cada vez que he terminado algo o que hay cosas que me conmueven, mi vieja está presente. Si no me hubiera hecho terminar la primaria, no sé lo que hubiera sido. En ese período yo empiezo a ir a la Catedral y empiezo a ver que todos habían terminado el secundario y después cuando empiezo a estudiar el profesorado había amigos que decían “viste el comunista, se fue a estudiar con Sobral” (se ríe).
-En esa etapa surgen las reuniones en la casa de Antonio Sobral.
-En ese interín se crea el Obispado y yo integro el primer Consejo Diocesano y después viví la experiencia del profesorado y la mayoría de las noches nos íbamos a la casa de Sobral.
Sobral era un hombre que salía de trabajar 10 y media, 11 de la noche y se iba caminando del colegio a su casa y era la gran mesa con su familia. Y nosotros éramos tres que íbamos a comer ahí: Teobaldo Morales, Coschica y yo.
-¿Y en esas tertulias se hablaba de política?
-Se hablaba de todo, de política, de educación. Sobral se sentaba en una punta y había mucha cordialidad. Lo pasé muy bien en esa época y luego empecé a dar clase en el Lácteo, en el Rosario Vera Peñaloza y en Laborde. Allá viajaba con el Lulo Taís y Sonia Oddino. Un muchacho Treller, que también estuvo mucho tiempo detenido, y con otros amigos más viajábamos todos los viernes. Eso fue hasta 1976, en que me cambió rotundamente la vida. Estuve detenido un tiempo en Villa María, luego nos trasladaron a Córdoba y después nos llevaron a Sierra Chica.
–¿El mismo día del golpe lo detienen?
-El 24 a la madrugada yo estaba en mi casa. (Pausa y recuerda) En el año 74, al lado del Hotel Plaza había una librería, Macondo, y ahí nos reuníamos siempre nosotros y la mayoría de los volantes salían de ahí. Y ahí nos conocimos con Eduardo Requena, que fue un gran activista de CTERA.
En ese momento se origina la idea de sindicalizar a los docentes privados, que eran considerados empleados de comercio, y acá en Villa María se crea SEPAC y fui el primer secretario general del gremio. Estamos hablando de 1974.
Y habíamos alquilado una casa en calle Mitre y con Eduardo imaginate lo que era ir a las escuelas privadas católicas a hablar de la sindicalización. La hermana Moscoso me odiaba, directamente, debo haber sido cualquier cosa (se ríe).
Recuerdo que en la calle San Juan, a media cuadra de la canchita, había una relojería y el hombre era muy católico, cuando nos veía a Teobaldo, a Jorge Toledo y a mí, gritaba “los diablos, los diablos”, para él éramos los diablos encarnados ( se ríe).
-¿Y con ese gremio sindicalizaron a los docentes privados?
-Sí, que ahora es el SADOP. Ahí nos conocimos con Eduardo y también militamos con el cura Aguirre, o sea, era una mezcla de diablos y dioses (se ríe). Nos reuníamos en la Escuela Mariano Moreno y logramos el primer Estatuto del Docente Privado de la provincia durante el Gobierno de Obregón Cano y Atilio López. Después se da el Navarrazo y nos quedamos sin estatuto. También, yo estaba militando en la UEPC, teníamos un grupo espectacular con la lista Blanca, y en el año 1975 se hacen las elecciones y nuestra lista pierde por muy pocos votos. Fue en octubre del 75, a los pocos meses se vino el golpe.
-¿En ese momento imaginaron que podría venir un golpe militar?
-Creo que hubo gente que lo venía avizorando, en el grupo de Macondo tal vez, ellos tenían un grupo bien definido en lo ideológico, pero yo no lo integraba, yo seguía siendo un tipo profundamente cristiano. Y después vino lo que vino.
-Volvamos al día del golpe.
-Yo era muy amigo de Teodoro Rüedi, esto como un comentario aparte, que tenía la imprenta en José Ingenieros y San Juan, y Teodoro militaba en las brigadas rojas y nos hicimos amigos y ese día a la tarde me llevaron unas revistas que hacían las brigadas rojas y a la madrugada me golpearon la puerta y pensé “qué hago con esto”; las metí en el inodoro, pero ni se fijaron.
Me llevaron directamente y el que hizo el acta no le dio bola tampoco a los libros que yo tenía.
-¿Adónde lo llevaron?
-De ahí nos llevaron a la cárcel de Villa María y nos tuvieron cinco meses incomunicados, cada uno en su calabozo. Luego nos llevaron a Córdoba y después en avión a Sierra Chica, con todas las cosas que pasan en el medio, no sabías adónde te llevaban, había una tortura psicológica. Y en Sierra Chica nos recibieron muy fuerte también. Tenía 11 pabellones con un pequeño patio y un pabellón de castigo y después de un tiempo nos sacaban unos minutos.
-¿En qué momento le permitieron ver a su familia?
-Diciembre de 1976. En una capilla, la primera visita fueron 15 minutos, tenían que hacer 1.200 kilómetros por 15 minutos. Un lugar lleno de bancos, yo había perdido los anteojos, tenía 20 kilos menos. Fue muy duro, pero ahí empezamos a comer más o menos bien, nos daban verduras (se ríe). Y en enero o febrero de 1977 salí.
-Y cuándo salió, ¿con qué panorama se encontró?
-Me estaba esperando Eve (la esposa). Hubo mucha gente que se empezó a mover para ver qué pasaba conmigo y Teobaldo relata en el libro que lo fue a ver al padre Gotardi (párroco de la Catedral en ese momento) y le pidió que hicieran algo por mí. Gotardi lo hizo arrodillar y decir que yo no era subversivo. Después Gotardi me manda una carta en la que admite que había gente en Villa María que había armado una lista negra.
Volví y no tenía dónde caerme muerto. Tenía una Letter 22 y hacía copias con eso. Mi hermano tenía una inmobiliaria y empecé a trabajar con él, Jorge Daher me invitó a ir al club Alumni, estaba Daniel Esper, el Lalo Rodríguez, un montón de gente fabulosa y ellos decían que yo era el gerente y no había sillas ni para sentarse (se ríe). Y con mi alma de docente pensé en armar una escuela de fútbol y a los pocos días llamó Fornaris (de la Fábrica militar) diciendo “ojo”.
-Y cuando volvió la democracia, empezó a dar clase nuevamente
-Sí, en la Escuela del Trabajo. Luego volví a las otras escuelas y terminé en 2011 trabajando en la Universidad Católica de Salta. La educación fue un poco parte de mi vida, por eso siempre me acuerdo de mi vieja. Me enamoré de la educación y sin ella, no lo hubiera podido hacer.
-Usted, que militó en la democracia cristiana, ¿en qué momento comenzó a observar las ideas del marxismo? ¿Fue clave la revolución cubana?
-Sí, pero, además, yo en el Rivadavia tuve tres años de Sociología y lo tuve a Francisco Delich, que en aquel momento era un revolucionario y después terminó en cualquier cosa. El me permitió interpretar la realidad de otra manera sin dejar de ser un católico ferviente. Soy muy ferviente de la virgen, cada vez que me pasa algo, la agarro de la mano. Delich me hizo ver otras cosas, el poder interpretar la historia de la humanidad, hechos políticos, económicos y salir de estar encerrado en una forma muy dogmática.
Y bueno, hubo sacerdotes que abrazaron al marxismo y decían “primero hay que llenarle la panza a la gente y luego hablar de Dios” y no era abandonar la idea de Dios, sino atender las necesidades de la gente. Esa fue la mirada que tuve, pero no dejé la militancia en la Democracia Cristiana.
En el año 83 se organiza el partido y en la casa de Naselli hicimos la elección y gano como presidente de distrito. Pero a mí no me gusta confrontar con nada, me gusta discutir ideas, habíamos alquilado una casa vieja que no había nada y un día dije “no sigo más”. Y nunca más estuve en un partido así, ni siquiera me invitaron nunca a participar.
-¿Cómo se forma la Asamblea por los Derechos Humanos?
-Don Gregorio (Felipe) fue fundamental. Había mucha gente, pero Don Gregorio fue el eje. Las reuniones eran de 200 personas y luego con el tiempo fuimos quedando algunos. Y ahora quedamos un grupo muy ligado a la Asamblea a nivel nacional, con temas muy importantes. Hoy tenemos un enfrentamiento ideológico con las cosas que está haciendo esta gente. Para nosotros la democracia está en una situación de análisis, nosotros vivimos en un sistema republicano y en la armonía de esos tres poderes se basa la república.
Cuando hay algún poder supera al otro, la democracia se cuestiona. Cuando el Estado deja de atender las necesidades de condiciones de vida digna, ha perdido el sentido y creemos que este Gobierno ha vulnerado Constitución y tratados internacionales.
-Se refiere a la detención de Milagro Sala.
-Sí, con el caso Milagro Sala. Acá hay un reclamo de organismos internacionales y esta gente dice que es un problema de la provincia de Jujuy, pero es un problema del Estado federal. Y no compartimos las políticas económicas, están diezmando a las Pymes y hay gobiernos provinciales que hacen lo mismo.
-Le preocupa el tema educativo, según expresó.
-Educar, ¿qué implica? Implica encontrarse con el otro. Hoy ya no es la escuela la que educa, hay muchos lugares donde los chicos se educan, la familia, el barrio, el club, acá hay experiencias muy interesantes, como el Parlamento de los Niños, el Concejo Estudiantil, esos chicos van a tener otra cabeza.
Los pensadores marcan cuatro o cinco elementos para que la educación sea de calidad y uno de esos ítems es que el docente esté bien remunerado, si vos no atendés eso, se quiebra la columna vertebral, pero cuando hablamos de valores, hablamos de verdad. Cuando firmás acuerdos y pactos, en este caso con el Gobierno provincial, y después los niegan. Y después se pretende hacer responsable de la calidad educativa al docente. Y con el tema de la salud, igual, hay numerosos conflictos en el Hospital. ¿Cómo cambiás esto? Hay que hacer una militancia de abajo, pero una militancia distinta.
-Usted es un ferviente cristiano, ¿qué considera que le aportó el Papa Francisco a la Iglesia?
-Le aportó la humildad y la forma de mirar a la gente de otra manera. Le aportó mucha humanidad, mucho amor, mucha sinceridad, el acercamiento con la gente, la forma de mirar, de comprender, habla de sexualidad, de matrimonio igualitario. No lo conozco, me encanta la posición política de él y espero que tenga mucha vida porque es un hombre clave en este momento.
-Cuando era niño, ¿qué soñaba ser?
-Ser niño (se ríe) y me hubiera gustado ser lo que soy. Cuando empecé a amar la educación, es lo que me acercó a la gente, esa relación tan hermosa que me ha quedado con mis alumnos. Estoy agradecido a mi vieja, a Dios y a todos los que me acompañaron para lograr estas pequeñas cosas de la vida.
Estoy agradecido de la vida, de mis amigos, de la gente que nos acompañó, de mis amigos que se fueron antes, de alguna manera aquí, hablando con vos, está sentado Eduardo Requena, Teodoro Rüedi, en nombre de ellos te agradezco esta nota que me hacés (se emociona).
-¿Cuál es su sueño hoy?
-Vivir mirando el río y escribir. Ese es mi sueño (sonríe).
-¿Y proyectos?
-Estoy metido en muchas cosas, por ejemplo con APDH estamos tratando de hacer un trabajo para el año que viene respecto a los derechos de los niños. ¿Se respetan los derechos de los niños en la ciudad? Estamos viendo una reunión con la profesora Silvia Longo para ver cómo tenemos que hacer las cosas, para hacer un par de encuestas a los chicos, a la familia, a los políticos, a los docentes y la idea es poder presentarlo en agosto o septiembre, que la ciudad cumple 150 años. Y estoy en otra tarea también. Hace poquito vino a la ciudad una profe que presentó un libro, que le publicó Eduvim, que se llama “Los juicios por sus protagonistas”.
Esta niña era su tesis de doctorado, ella fue a cuatro o cinco provincias y trabajó con sobrevivientes de la dictadura, rescata a los sobrevivientes como si hubiera sido imposible sin ellos hacer lo que hizo en los juicios por crímenes de lesa humanidad.
Y ahí, charlando, éramos un grupito de 10 o 12 personas, surgió la idea de estudiar la ideología del Ejército argentino y latinoamericano. Ya empecé a juntar mucho material y la presencia de los franceses es mucho más importante que la de los yanquis. La experiencia que los franceses ya habían hecho en Argelia y también los textos con los que estudiaron los militares.
Y en ese andar hice contacto con Martín Almada, un paraguayo que estuvo detenido mucho tiempo durante la dictadura de Strossner. Y él, en una casa vieja, encontró todos los archivos del Plan Cóndor. El tiene un libro que se llama “El cóndor sigue volando”. Y es lo que vos me preguntabas antes, el cóndor sigue volando, de otra manera, en gobiernos democráticos, yo les llamo pseudodemocráticos, pero sigue volando.
Por eso, la lucha continúa, de otra manera, con otras herramientas, pero la lucha continúa. Y nosotros le dimos mucha importancia al tema de la memoria, no nos vamos a vengar, pero vamos hacer memoria para buscar la verdad.
Me gusta: Expandirme, leer, escribir, la poesía. Me encanta: Tener amigos, ir al bar a tomar algo. Me divierte: El humor. Me entristece: No poder hacer lo que quiero. La mentira de la gente que tiene el poder. Me enoja: Las actitudes de los políticos que a través de la mentira confunden a la gente. Me altera.
Opiniones
Mauricio Macri: Macri es lo que es, es representante de una ideología muy fuerte en el mundo, tiene muchos adeptos, yo creo que le ha mentido a la gente, la ha engañado, a mí me cuesta verlo cuando empieza a bailar, me parece una grosería frente a la realidad de la gente. Esto no se arregla con baile y si se quería hacer algo se podría haber hecho de otra manera y no despreciando a la gente. Dudo de un montón de cosas que están haciendo.
Juan Schiaretti: Un político de fuste, con mucha capacidad, pero dejemos de transformar a la política en un mercado. Basta, hablo de nuevos referentes, participación de jóvenes militantes, hay figuras que ya tienen que seguir como guía, como docentes de la política partidaria.
Martín Gill: Tengo una buena relación con Gill, es joven, con experiencia de gestión y un perfil humano, pero digo yo, siempre hay oportunidades para humanizarnos. Le pido que profundice en la medida de lo posible la humanidad.