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La madre tierra como refugio

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La madre tierra como refugio

La construcción con adobe es casi tan antigua como la historia de la civilización. Sus propiedades son tan favorables, que pueblos distantes entre sí y con culturas completamente distintas construyeron con adobe desde sus humildes chozas hasta palacios y ciudades enteras. El adobe esta hecho del material más abundante que existe y aquel cuyo nombre hemos escogido para nuestro planeta, La Tierra.

En México la mayoría de las viviendas humildes fueron construidas con adobe, es por ello, que su uso se ha asociado con la construcción de baja calidad y así, en la precipitada carrera por aprovechar los materiales y métodos de construcción modernos, aunado a las agresivas campañas publicitarias de las compañías cementeras a mediados del siglo pasado, su uso fue perdiéndose, sin embargo hoy en día esa percepción ha cambiado y en estos tiempos en que buscamos alternativas sustentables vuelve a tomar auge como un material cuyas propiedades son únicas y sus ventajas inigualables.

El adobe, que es lo que nos ocupa en este artículo, cumple con todos los parámetros de la arquitectura sustentable, difícilmente se puede pensar en un material con mejores propiedades y ventajas por no hablar de su versatilidad y belleza.

Es un bloque hecho de tierra, arena, fibras vegetales, agua y secado al sol, Es abundante y versátil, respira, absorbe, evapora y regula, no se pudre, no se incendia, no le entra la polilla, tiene poco mantenimiento, evita la humedad de manera que no habrá malos olores ni hongos, regula la temperatura, el grado de ionización idónea, permite el paso de aire limpio, dispersa sustancias contaminantes y canaliza la energía positiva.

Su producción se logra con el 3% de la energía utilizada en la producción de los bloques modernos y es reciclable, no produce gases tóxicos, no hay desechos, no hay contaminación, no hay residuos, no tiene efectos secundarios ni padecimientos asociados a su uso.

Tradicionalmente se produce mezclando tierra arenosa y arcillosa con agua, se cubre y deja reposar por una noche, para dar tiempo que el agua se incorpore a los demás ingredientes, exactamente de la misma forma en que un buen panadero dejaría reposar su masa antes de dar el amasado final, al otro día se le da forma y se compacta rellenando moldes de madera rectangulares o de cualquier forma que nos sea útil y finalmente se colocan en el piso, se desprenden del molde, se secan al sol hasta que estén lo suficientemente secos para poder manipularlos y finalmente se apilan de canto para terminar de secarse y ser transportados.

Al correr de la era moderna, se fueron perdiendo siglos de conocimiento acerca de la tipología y materiales correctos para construir casas adaptadas al entorno. Si analizamos la arquitectura de los siglos anteriores al XX, tiempos sin energía eléctrica, ni maquinaria que regulara nuestro hábitat para darnos confort, nos damos cuenta que en cada región se construía de una forma particular, con materiales locales abundantes, de manera que las casas estuvieran naturalmente bien adaptadas al clima, la luminosidad y el entorno en general. Se utilizaba tanto el diseño como los materiales idóneos para que el espacio fuera confortable y sano, por ejemplo, para generar y preservar el calor en la montaña o promover la brisa y disipar el calor en clima cálido. Se utilizaba un material versátil, abundante, de poco mantenimiento y gran durabilidad.

Paradójicamente, el siglo XX, el siglo del conocimiento y la ciencia, dio preferencia a materiales, tecnología y sistemas constructivos que se traducen en alergias, problemas respiratorios, dolores de cabeza y un aire viciado, característico de los edificios modernos cerrados y regulados por maquinaria a grandes costos energéticos y que desprenden gases tóxicos. Es curioso que nos preocupemos tanto de la contaminación atmosférica y las condiciones de deterioro a la que hemos llegado, sin darnos cuenta que pasamos la mayor parte de la vida entre los muros de nuestra casa u oficina, en la mayoría de los casos, un espacio construido con fines funcionales, ajustado a la economía y la moda y pocas veces diseñado con parámetros de salud y confort. Es tiempo de que nuestro hábitat vuelva a ser reflejo de nuestro entorno, nuestras aspiraciones y el bienestar común.

El adobe fue el material predilecto por la mayor parte de las culturas del mundo, sus resultados positivos perduraron milenios y se convirtieron en tradición popular, ahora este material tiene un resurgimiento a nivel global ya sea como adobe, tierra apisonada o bajareque, existen un sinfín de libros y un interés creciente por un público con ganas de vivir sanamente y ver un mejor entorno. Después de todo siempre puede acudirse a la madre tierra en busca de refugio.