La perla guaraní

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La perla guaraní

Escribe Pepo Garay ESPECIAL PARA EL DIARIO

 

Vecina de Posadas, la capital del Departamento Itapúa provoca aplausos merced a su luminosa figura, en la que destacan playas y una espectacular costanera, hija del río Paraná

 

P20 EncarnaciónSe llama Encarnación, aunque de cariño le dicen “La perla del sur”. Y tienen razón. Porque esta ciudad de 150 mil habitantes es un agrado, una piedra bien pulida que acaso no deslumbra, pero si cautiva. Bien parecida y ordenada, limpia y abierta, enaltecida por el río Paraná y por playas que besan tierra y agua, de gente amable que se comunica en guaraní (sana costumbre en todo el país), corporizando un caso único en Latinoamérica.

Ubicada en el extremo sur del Paraguay, justo en frente de Posadas (Misiones), la capital del Departamento de Itapúa es pura luz. Una urbe que en lo elemental pareciera salida de un repollo, como si los problemas de Sudamérica le fueran ajenos, como si eso de la pobreza y la violencia fueran producto de tierras lejanas.

Sensaciones que se potencian al contemplar la impoluta costanera. Primor de 27 kilómetros de extensión que aprovecha la poesía del río Paraná para echar unos versos, no se cansa uno de alabarla, en ese giro en “U” interminable que forma la bahía. La culpa de tanta agua la tiene la represa Yaciretá, que dejó a Encarnación rodeada de corrientes.

En ese sentido, el mayor productor de alegrías lo materializa la playa San José. Un balneario artificial (la arena la trajeron de otras latitudes) que le mete al mapa toda la onda veraniega y se llena de sombrillas, color y cuerpos rendidos al sol. Sus guardaespaldas son tres: a la derecha, un mirador que hace las veces de paso sobre el agua, y que vigila al otro extremo (fuera de la ciudad) a la playa Mboi Ka´e. A la izquierda, surge el Silo y Molino San José, rincón de ladrillo visto que desde 1930 define algo del estilo urbano local. Y al frente, la línea de edificios que le marcan el perfil a Posadas, que así se antoja más grande, más espectacular.

La postal gana partidarios también en la noche, con cada centímetro de la costa iluminado, con los lungos de cemento de la capital de Misiones del otro lado, con el Puente Internacional San Roque González de Santa Cruz (de 2,5 kilómetros de extensión), con la gente haciendo ejercicio, charlando, tomando tereré, llenándolo todo de vida.

 

Pasado jesuita

Pero no sólo de costanera vive Encarnación. Sus paisanos, en guaraní o en castellano (a los dos lo hablan indistintamente: en este país más del 90% de la población es bilingüe), se jactan, por ejemplo, de tener una de las plazas más bonitas del territorio nacional. Es la de Armas, el punto exacto donde se asentó la reducción Jesuítica Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa (principios del siglo XVII).

Para más pistas sobre el obrar de los jesuitas en esta región, basta con dirigirse unos 20 kilómetros al norte y conocer las Ruinas Jesuíticas de Trinidad (1706) o las de Jesús de Tavarangué (1685). Fortines de la historia que vivieron rodeados de selva, hasta que hace un par de décadas la ambición del hombre cambió lo tupido por trigo y soja.

Con todo, los paisajes que rodean a la “Perla del sur” siguen siendo de muchos verdores y tierra rojiza, con esas colinas y praderas que menean la vista, ayer hogar de guaraníes puros (todavía existen algunas tribus originarias), y hoy de mestizos, criollos y descendientes de alemanes, brasileños e incluso japoneses.

Ya de vuelta en Encarnación, la oportunidad se presenta próspera para saborear un “asadito” callejero (pedacitos de exquisita carne vacuna servida en palitos, tipo brochette), o un regio costillar (sorprenderá al viajero argentino la calidad de la carne paraguaya).

Después, habrá que atestiguar las fuertes pasiones que despierta el Carnaval Encarnaceno (la fiesta más importante de Paraguay), con la visita al Sambódromo. Por su parte, el arraigado catolicismo local se palpita en infinidad de iglesias, entre ellas la neoclásica Catedral. Templo de fuste que corona un paseo encantador.