Por El Peregrino Impertinente

Considerada como una de las metrópolis más bellas de nuestro país, La Plata también es conocida por ser un emblema de la arquitectura a nivel mundial. Resulta, pues, que la capital de la provincia de Buenos Aires (una de las preguntas capciosas en las pruebas de geografía, y es que la señorita Roberta siempre se caracterizó por ser una vieja mala leche) pertenece a esa rara especie de las llamadas “ciudades planificadas”.

Es decir, urbes que no nacieron como producto de la casualidad y el puro devenir de las circunstancias, si no de un proyecto consensuado, debatido y perfeccionado hasta su formación. “O sea, como yo, ¿verdad papá?”, le pregunta Juancito, 5 años, al padre. “Sí, hijito, sí”, responde el otro, y se acuerda de aquella fatídica noche de ginebras.

Parte de esa premeditación, le valió a La Plata el mote de “Ciudad de las diagonales”: fue el arquitecto Pedro Simón del Corazón de Jesús Benoit (el del Registro Civil estuvo tres días c… se de la risa), quien a la hora de trazar los planos, decidió que este tipo de avenidas protagonizarían el asunto.  

Consecuencia de ello, el municipio y sus casi 700 mil habitantes disfrutan hoy de un mapa que es un agrado recorrer, con diagonales presentes cada seis cuadras. Realidad que facilita el tránsito y embellece los múltiples espacios públicos: dos docenas de parques y plazas solamente en el área central. “¿Dos docenas? Estamos durmiendo. Ya mismo me mandan a demoler Placita Ocampo y el Hogar de Ancianos”, dijo Accastello, siempre atento.

El resto, lo hacen cantidad de edificios históricos y las preciosas arboledas, entre las que distinguen infinidad de tilos. Así, nada como sentarse a contemplar el espectáculo, justo antes de que el motochorro de turno te parta una llave inglesa en el marote para robarte el bolso.