Los separaban ocho mil kilómetros de distancia, pero ambas venían de la calle. Dos hermanos villamarienses les dieron otra vida
Los destinos de dos perras moribundas que vivían a ocho mil kilómetros de distancia se unieron por la acción de dos hermanos villamarienses que disfrutaron este fin de semana al verlas juntas y sanas, jugando en la costanera que los vio crecer.
Una de las perras es una caniche color negra, que en el invierno de 2015 estaba abandonada en un charco congelado de la ciudad de Río Grande, provincia de Tierra del Fuego. La oscuridad que reina en “el fin del mundo” durante casi todas las horas de cada jornada, apenas permitía ver el camino que recorría Lucas, desde la fábrica donde trabaja, hacia su casa. Pero algo le llamó la atención: el llanto de una perrita moribunda. No dudó en arroparla y llevarla a su hogar.
Con su mujer, la santiagueña Anahí, la bañaron en agua tibia, la alimentaron y empezaron a darle el calor que no recibió de parte de quienes la abandonaron. Su pelaje oscuro les indicaba el nombre que debía llevar desde ahí en más y la bautizaron Negrita.
Unos meses antes, en el otro extremo de América del Sur, Ismael, hermano de Lucas, disfrutaba de su aventura en bicicleta recorriendo Brasil. Con su pareja, la rionegrina Patricia, encontraron en las playas de Canoa Quebrada una cachorrita abandonada, llena de garrapatas y también moribunda. Tirada en la arena, la perrita ni podía caminar por el abandono y la falta de alimentos, por lo que, sin más, decidieron adoptarla. Liberarla de los parásitos que la consumían fue la primer tarea. El cuidado y el cariño hicieron el resto para que recuperara la salud
No era fácil tener una mascota para la pareja que viajaba en bicicleta, pero hicieron un lugar en el canasto y así se convirtió en su leal compañera de viaje.
El pelaje dorado de la perrita hizo que Ismael y Patricia no dudaran en bautizarla Laurinha, que en portugués significa “rubiecita”.
A ocho mil kilómetros de distancia, dos hermanos encontraron dos perras abandonadas y eligieron el color como identidad. Y ambos lo hicieron con el diminutivo.
Este fin de semana se encontraron Lucas e Ismael en Villa María, la ciudad que los vio crecer. Aprovecharon para visitar la costanera con sus familias, donde Negrita y Laurinha pudieron juguetear a sus anchas.
Negrita
La cachorrita sureña viaja cada año hacia Córdoba con sus dueños, que deben cumplir con las exigencias de la aduana para el transporte de animales, por lo que debe contar con un documento, certicado de vacunas y aprobación del Senasa, dado que por tierra la única forma de llegar desde Tierra del Fuego al continente es pasando por Chile.
Un dato para aportar: el Senasa no tiene en Villa María y Villa Nueva un servicio para estas mascotas. Deben ir a la oficina de Bell Ville para contar con la documentación exigida.
Laurinha
La perrita brasileña conoce gran parte de América del Sur, dado que acompañó a sus dueños en el camino que recorrieron en bicicleta. Viniendo para Argentina, tuvo cachorritos, los que fueron entregados a personas responsables de Misiones. Una anécdota: Ismael tuvo que quedarse en esa provincia argentina mientras su mujer seguía el viaje, para esperar el momento de destete de los hijos de Laurinha, porque no iban a dejarlos a su suerte.