Nació en Córdoba el 19 de julio de 1947. Es licenciado en Cinematografía. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad complutense de Madrid. Tiene dos hijos y un nieto. Es docente universitario y secretario general de Adiuvim, el gremio que nuclea a los educadores de la Universidad Nacional de Villa María. Comenzó su militancia política activa en la década del 70 en las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores. La palabra compromiso es un mojón en su historia
Escribe: Nancy Musa
Tiene una vida de película. Con la precisión de un cineasta cuenta con detalles su historia transcurrida en el entramado del romanticismo de la juventud de hace cincuenta años y el exilio en España. Sus ojos brillan cuando habla de tiempos pasados, de los sueños juveniles, de los estudiantes, se humedecen al recordar a los desaparecidos o a su madre que luchó para darle una educación. Usa la ironía con elegancia, el humor está presente en cada narración y su amor por la vida fluye sin esfuerzo en la charla.
Todos le dicen Camilo, un nombre que no figura en el documento, pero que es un símbolo que le adhirieron a fuego en un bar de la Universidad y lo acompañó por siempre.
-¿En qué situación se encuentra hoy el sindicalismo docente?
-La actividad docente tiene varias aristas, por un lado somos trabajadores, tenemos que cumplirlos con una serie de reglas y recibimos un salario, pero resulta que el objeto de nuestro trabajo son personas, son humanos.
Entonces no es cualquier trabajo, tiene particularidades que hay que mirar con mucho cuidado y dar respuestas con mucha precisión, debemos prestar mucha atención a que el objeto de nuestro trabajo son jóvenes, tenemos en nuestros manos jóvenes de entre 17 y 25 años, en promedio, y es complejo.
Nosotros siempre planteamos que cuando decidimos una medida de lucha no podemos dejar de poner en la balanza de nuestro análisis que si mañana no vamos a dar clase qué está sucediendo con nuestro objeto de trabajo, qué ponemos en riesgo.
Porque no son sólo los estudiantes, hay detrás un grupo de sostén y nos ha pasado que convocamos a una huelga y el docente tiene ese día clase y es el único de la semana y sus estudiantes son todos trabajadores, algunos en pueblos, y han pedido el día para venir a clase y no podemos dejar eso de lado.
Con respecto a las paritarias, nosotros tuvimos una paritaria hace mucho tiempo, que tuvo logros importantes, tuvimos una relativamente buena negociación y arbitramos una clásula que si había un disparo de la inflación el 29 de septiembre nos íbamos a sentar a negociar. Estamos en negociación.
-Cuando asumió el nuevo Gobierno hubo muchas voces que decían que la Universidad pública estaba en riesgo, ¿se sigue pensando lo mismo?
-Lo decíamos porque hubo declaraciones muy directas por parte de muchas personas que están en el seno del circuito universitario, nosotros tenemos esa cuestión que nuestro joven rector en su momento Martín Gill, fue el secretario de Políticas Universitarias y fue diputado nacional y muchos nos veían como rivales y existieron las chicanas políticas a la hora de la campaña.
Pero al margen de eso, el ingeniero Macri dijo “para qué tantas universidades en el país” haciendo un posicionamiento frente a lo que había sido la política del Gobierno anterior. Eso preocupó.
-¿Y en estos nueve meses que han transcurrido han notado cambios?
-Es que este Gobierno tiene algunos mecanismos que nosotros los sufrimos directamente. Esto de promulgar por decreto leyes y después echarse para atrás. Cuando asumió el ministro de Educación se hicieron modificaciones y en ese cambio hicieron referencia a unas leyes que había de la década del 90 y decía que el presupuesto universitario era del tres y pico. Y pasó, y parecía que era un error y fue la primera movilización que nosotros hicimos para que se corrigiera. Y lo corrigieron, pero hacen eso todo el tiempo y hay que estar muy atentos con este modo de proceder. Porque ahora se están discutiendo los presupuestos del año próximo.
-¿Qué análisis hace del sindicalismo en general?
-Yo suelo decir con mucha ironía que uno de los principales problemas que han traído estas nuevas autoridades es que nos han dado más trabajo como sindicalistas(se ríe). Antes gobernaban los más cercanos a uno como proyecto, más allá de a quien se vote, y te atendían, tal vez te hacían esperar, pero te atendían. Antes era todo más previsible, ahora es todo más incierto.
Esa es la situación de nosotros como sindicalistas, pero de todos los grupos, las Pymes, los productores pequeños y las organizaciones gremiales están reacomondándose en este nuevo escenario y algunos plantean que hay que salir a hacer cosas y otras que piensan que hay que reacomodarse primero. Son todas posiciones válidas, no puedo concebir como enemigo a un representante de los trabajadores más allá de sus propias historias.
Porque a nueve meses de una gestión de gobierno, las cosas no están saliendo como quisiéramos.
Yo suelo remitirme a la historia, nosotros acá en Córdoba tenemos el Cordobazo que fue el resultado de un modo de hacer y movilizar que se venía gestando de por lo menos hacía tres años.
Y como te decía, nosotros antes éramos atendidos.
De la gestión de Néstor y Cristina reinvindico que ellos abrieron puertas que posibilitaron que se hicieran cosas, algunos las hicieron bien, otros aprovecharon para hacerlas muy mal y hoy estamos viendo personas que estafaron al Estado y nos estafaron a nosotros.
La política es así, no es un juego de niños y niñas vestidos de hadas, contiene barro y con el barro alguno se ensucia.
Me gusta: Cocinar. Me encanta: Hacer las cosas con pasión. Me divierte: La vida. Me entristece: La injusticia. Me enoja: El no compromiso, la no consideración del otro.
-Mencionó el Cordobazo, ¿dónde estaba durante ese hecho histórico y tan caro a los sentimientos de los trabajadores?
-Yo era joven para la época y creo que un poco inocente. Acababa de salir del servicio militar y yo había elegido ser paracaidista para quedarme en Córdoba, no me quería ir a otra provincia y elegí paracaidismo.
Había estado buscando trabajo y había ingresado a trabajar con un muchacho que era ingeniero e instalaba sistema de luces, nosotros hicimos las luces de Keops, el boliche de Carlos Paz había sufrido un atentado de Montoneros y lo estaban reconstruyendo, nosotros estábamos trabajando en eso cuando fue el Cordobazo.
En ese tiempo yo no militaba y no tuve participación activa, estuve como partícipe, fui parte de ese pueblo que colaboró, nuestro tallercito estaba en pleno centro, entonces los militantes pedían cosas para quemar porque con el fuego se neutralizaban los gases que tiraba la Policía. Recuerdo que la gente les daba paquetes de diarios para las barricadas.
Tengo una anécdota, al segundo día yo llegué al centro a trabajar y estábamos ahí y se supo la noticia de que la Policía se había replegado y venía el Ejército. Recuerdo que me fui caminando por Colón hasta la Cañada y llegó el Ejército y de los jeeps se bajaron dos o tres oficiales con los que nos conocíamos porque yo recién salía del servicio militar.
Y uno de los oficiales me dijo ya sabía que te iba a encontrar acá, andate porque te meto preso. Y creo que más allá de que no me golpearon fue la primera vez que sentí la represión. Sentí por primera vez lo que significaba que ellos estaban ahí y del otro lado estaba el pueblo protestando por sus reivindicaciones.
-Se había hecho conocer en su paso por el servicio militar parece…
(Sonríe) Yo fui muy rebelde en el cuartel, mi jefe era Mohamed Seineldín y era un militarista, y a mí la vida militar no me gustaba, no me gusta levantarme temprano, y la compañía que él comandaba era la más militarizada y yo me rebelé diciendo que tenía miedo de saltar (se ríe). Yo había ido a ese lugar porque ya había saltado y tenía uno de los mejores promedios. Pero yo no quería estar ahí y por decir que tenía miedo me castigaron, me mandaron al psicólogo y tuve 56 días en el calabozo.
Eso determinó una guerra personal entre ese señor (Seineldín) y yo.
-¿Siempre fue rebelde?
-No, me atacó ahí. Te dije que a mí me entristecía la injusticia y yo ahí vivía la injusticia porque era el castigo para el conjunto, si uno hacía algo la pagaban todos. Si había que apagar la luz y uno hacía miau, nos hacían levantar a todos y a correr al patio y el que había sido se mataba de risa.
El castigo era igual para todos, habíamos estado un tiempo largo acomodando la ropa y había uno que lo había hecho mal y tiraban las de todos y a volver a acomodar.
-¿Y la militancia política en sí cuándo empezó?
-En medio de todo esto yo ya había empezado estudiar en la Tecnológica, yo había cursado mis estudios en una escuela técnica Ricardo Rojas, entre ellas electrónica. Yo había empezado en otra escuela que tenía varias carreras técnicas pero en todas había que ensuciarse las manos y yo era un negro fino, no me gustaba ensuciarme las manos (se ríe). En todos los talleres había que ensuciarse las manos y mi vieja decía que yo tenía que ser técnico porque éramos pobres y tenía que trabajar, eran los años 60 de la Córdoba industrial.
Mi vieja analfabeta visionó que tenía que hacer una cosa técnica. Y me recibí de electrónica, un docente me enseñó lo que es la lógica y descubrí la matemática. Y como era bueno en Matemática fui a la Tecnológica y ahí me tocó el servicio militar.
Salido del Ejército, decidí que iba a estudiar cine y ahí comienza mi militancia activa.
-¿En su casa nunca se habló de política, cómo estaba integrada su familia?
-Mi mamá una santiagueña casi analfabeta que se fue un día a Córdoba a trabajar de mucama y bueno por esas historias humanas quedó embarazada. Y fue una historia de la que nunca se habló, yo no me atreví a preguntarle. Mi mamá, ya conmigo, fue a dar con su trabajo de mucama a una casa de gente ilustrada.
Y esto es una fantasía mía, siempre creí que le habían dicho que le iban a dar el trabajo si ella hacía que yo vaya a la escuela y me ilustre, porque muchas veces me pregunté de dónde vengo universitario siendo el hijo de una mujer sola, porque yo no tenía un núcleo familiar, pero fue a dar en esa casa donde sí había una familia, el hombre era contador y tenía dos hijos y el hijo estudiaba Ingeniería. Mi familia era esa y tendía a que yo estudiase. Ese contador, recuerdo una vez me dio una cachetada porque yo estaba haciendo las cosas mal en el colegio, no estudiaba. Fue una sola vez y no necesité más.
Mi familia fue eso.
La gente de esta casa eran radicales, no sé si hablaban, no tengo registro, pero sí tengo algunos recuerdos.
-Por ejemplo…
– Yo era un niño muy pequeño en septiembre de 1955 y sé que fuimos al centro a mirar las tropas que desfilaban y el pueblo que celebraba el golpe.
Y recuerdo otra cosa, antes del 55, que el general Perón estuvo en Córdoba y habló desde los balcones del Cabildo. Y lo recuerdo porque mi vieja estuvo ahí conmigo.
Y yo me hice no peronista ese día, porque los peronistas me pisoteaban (se ríe).
Esos fueron mis dos recuerdos y tengo otro que tiene que ver con la docencia. Era septiembre del 55 y los aviones a chorro pasaban por arriba de la escuela, estaba en tercer grado, la maestra que era de un tipo así parecido a vos, con ojos bien grandes, entró y dijo los que viven a menos de una cuadra agrúpense aquí y los que viven a más de tres cuadras aquí.
Ella nos dijo “hay una situación muy grave, quieren echarlo al general Perón y están bombardeando la estación de trenes” entonces nos vamos a ir a casa. Los que viven a una cuadra se van a ir solos y a los que viven más lejos los vamos a acompañar.
Recuerdo el rostro de la maestra cuando dijo están bombardeando porque quieren echarlo al general Perón y es el que me aparece en los grandes acontecimientos políticos. Fue muy fuerte.
-Usted dice que el objetivo planteado por su madre era trabajar y ¿no tenía algún sueño en especial?
-No soy consciente de haber soñado, pero cuando iba a terminar la escuela primaria recuerdo que le dije a mi vieja que quería ser maestro. Y me dijo ¿maestro? Le dije sí porque los maestros trabajan medio día, entonces voy a ganar dinero y el resto del tiempo voy a estudiar Medicina.
De dónde salió eso no tengo la más remota idea. Y ahí mi vieja me respondió, nosotros somos pobres, rápidamente vas a tener que trabajar, asi que estudiá una cosa técnica.
Mi vieja sin información, veía la Córdoba industrial.
-Y luego eligió cine, ¿influyó alguien en esa decisión?
-Había un vecino que estudiaba cine, esta familia que nos acogía después de Alta Córdoba se fueron a vivir al Cerro de las Rosas y allá fuimos, y en ese barrio encontré a un tipo que estudiaba cine y fui conociendo la historia del cine, había un grupo de muchachos en ese barrio que hacían cosas interesantes, tenían motos que las preparaban y yo me juntaba con ellos.
En ese momento me resultó atractivo el cine.
Mauricio Macri: Un excelente representante de un modelo de sociedad que es la de los empresarios gobernando. Digno representante de ese sector, el gobierno de los gerentes de las empresas. Más allá que dicen que es un inepto, un caído del catre, creo que no es así para nada.
Juan Schiaretti: Lo conozco de muchacho, militante del peronismo de base con toda la gran carga de contradicción que conllevan los dos grandes partidos, el radicalismo también. De hecho hoy el radicalismo está colgado de este gobierno del PRO, siendo un movimiento de masa.
Schiaretti con toda su carga, es un peronista que tuvo que ir acomodando el cuerpo, tiene un grado de compromiso y honestidad peronista que tiene que transitar caminos que no son buenos.
Martín Gill: Un joven con una visión enorme, con una mirada, no casualmente fue dirigente de su escuela secundaria cuando tenía 15 años. Y es un gran estratega, está en un buen posicionamiento, le veo muchísimo futuro.
-Y ahí nace la militancia
-Y ahí tiene origen el nombre de Camilo. Era el año 1970, en el barcito pequeño que había ahí en la Universidad me encuentro con una muchacha que conocía de antes y dos chicas más. Cuando le comenté que había empezado a estudiar cine, ella me dijo ¿cine, en esa cueva de guerrilleros?, así me dijo y una de las chicas que estaba con ella y estudiaba artes plásticas, era sanjuanina y le dice a mi amiga “puede que sea guerrillero y sea una buena persona”, porque en mi familia conocemos un sacerdote que se hizo guerrillero y lo mataron, sucedió en Colombia y se llamaba Camilo Torres.
Entonces mi amiga, la mira a ella, me mira a mí y dice “Torres como él, ahí lo tenés al nuevo Camilo Torres”. No la vi más a la sanjuanina.
Esa mina instaló en la Escuela de Arte que yo era Camilo Torres, todavía había dictadura, en 1973 hubo elecciones del centro de Estudiantes, voy a votar y mis propios compañeros al ver el documento me dijeron pero cómo, ¿vos no te llamás Camilo?
Para mí la charla con esas chicas se había terminado, no fui consciente de que iba a tener la trascendencia que tuvo.
Es más, cuando me fui a España, pensé ahora me voy a sacar el Camilo. Yo quería que me llamaran Juan, porque allá el doble nombre es únicamente del rey (risas), y estoy sentado en una estación esperando que venga mi tren. Llega uno, la gente se baja, sigue y de pronto quedó una mujer ahí y de pronto oigo una voz, en esa bóveda gigante con eco, que grita Camilo (risas). Era una amiga de Córdoba. Ese día me dije no me voy a poder sacar al Camilo ni aquí en España.
-¿Y por qué la escuela de cine tenía esa fama de ser una cueva de guerrilleros?
-Para esa mirada liberal, en una circunstancia de la dictadura, nosotros teníamos unos profesores que venían de Francia y probablemente habían estado en el Mayo francés. Y teníamos profesores militantes, uno que hace poco fue condecorado Ansaldi, un sociólogo, había uno que me hizo descubrir lo que eran los movimientos anarquistas, había otros peronistas que después fueron presos.
Uno de los franceses solía decir (imita el acento) “la cámara tiene que ser la ametralladora para nosotros, tenemos que contar la historia de los pueblos”, dándole el sentido que la cámara es una herramienta de la política.
Había grupos políticos y empecé a escuchar, a mirar, yo tenía conciencia de trabajador porque trabajé desde los 14 años, pero cuando la crucé con el intelectual apareció la militancia.
-¿En ese momento captó su atención un grupo en especial?
-Sí, yo leía los volantes que repartían, había mucha efervecencia y movimientos asamblearios y me acerqué a unos que me parecían interesantes y uno de ellos me dice bueno “ponete a trabajar”.
Yo quería tener una reunión para discutir pero me repitió “ponete a trabajar”. Y así empezamos a hacer carteles, a repartir volantes y ¿qué resultó ser?, eran del Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Y venían asociados al Ejército Revolucionario del Pueblo, eran parte de un grupo armado y eso se complicaba un poco porque yo era pacifista.
Los planteos políticos eran para sacarse el sombrero, pero tenía mis dudas respecto a la lucha armada, no obstante eso, me recibieron y un día tuve una reunión política y se lo cuento a mis estudiantes, nos explicaron que había un diario del partido, lo leíamos y discutíamos lo leído y cuando ya se estaba terminando la reunión, uno de ellos me mira y me dice “los miembros de nuestra organización tienen que ser los mejores estudiantes” porque el prestigio de la organización pasa por tener los mejores estudiantes. Me emociono cuando digo esto, qué romanticismo, eso generaba un nivel de compromiso enorme porque para la organización era importante que cumpliéramos con eso.
Yo cuento estas cosas porque es mi modo de reivindicar a los 30 mil o más desaparecidos (habla muy emocionado) que es mucho más, porque esos son los desaparecidos físicos pero todos los desaparecidos sociales que hubo, los asustados, los desterrados, los que se cagaron de miedo y dejaron de hacer lo que hacían. En mi caso me tuve que ir porque un día fue la Policía a mi casa y a mi lugar de trabajo a buscarme, yo no estaba y por eso estoy contando estas cosas.
-¿Usted nunca estuvo en la clandestinidad?
-No. Rompí con la organización porque los muchachos creían que yo podía ser parte del ejército pero yo visualicé que si me hacía del ejército me podía morir y no quería.
Yo no me quería morir y tuve grandes debates, por eso quiero desmitificar eso que dicen que te obligaban a entrar si no te mataban, al contrario yo nunca sentí tanta contención humana por parte de compañeros como cuando tomé la decisión y lo hice saber.
Y seguí militando en el PRT en la Universidad y en algunos barrios.
Pero fijate que algunos me decían que estaba más en riesgo en el PRT que si pasaba a la organización militar porque en la clandestinidad se estaba más seguro.
Nunca porté un arma, no pertenecí a la organización armada, pero sí defendí los principios, las ideas y la sociedad que quería construir esa organización.
-¿Es duro escuchar que ciertos sectores tildan de delincuentes a los grupos guerrilleros?
-Es muy duro, pero tampoco puedo dejar de considerar a los otros humanitariamente y entiendo a la contraparte. A mí me pasó, una actividad aquí en Villa María que fue una película que hicieron unos alumnos míos, es un documental que tiene que ver con una acción del Ejército Revolucionario del Pueblo aquí en Villa María y hubo heridos y hubo muertos. La película se hace, es una mirada de unos jóvenes que no tienen nada que ver con eso, hicieron un trabajo de investigación enorme, me buscaron a mí sin saber esta historia que estoy contando y me buscaron para que dirija el trabajo. El día que se exhibió la película aquí en Villa María había gente que había participado de un lado y del otro lado.
Y fue un momento tenso, difícil pero buenísimo que haya sucedido. Porque el hecho ocurrió en un momento determinado de la historia, en un contexto y las dos partes tenían motivos para estar haciendo lo que hacían.
Eso nos pasaba, nos cruzaba a toda la sociedad porque fue ese momento donde pasaron tantas cosas y luego hubo otros momentos muy duros, si hablamos de la historia no podemos olvidarnos de la Patagonia trágica, del golpe del 30, del 55, todo está conectado, no se puede analizar la historia por separado y decir como dijo esta chica “en esa cueva de guerrilleros”.
Todo conforma la militancia, todo lo anterior, lo que vino después y lo que va a venir.
Todo esto tiene que ver con un gran mojón como palabra que es compromiso.
La vida es un compromiso, el lugar desde donde uno se para, la sostiene y la defiende. Y la construye. Eso es la militancia, que se puede dar en diversos lugares, en los centros vecinales, en una comunidad religiosa, en el club de barrio, pero me tengo que comprometer.
-¿El regreso de Perón tuvo alguna influencia en usted?
-No quise ir a esperarlo a Perón porque tenía información, no muy organizada, que el entorno de este Perón que volvía no era el del Perón que habían echado en el 55.
Y tenía desconfianza. No fui a Ezeiza, casi todos mis compañeros fueron, el olfato me decía que no tenía que ir y no era porque estuviera en desacuerdo con Montoneros. Yo nunca fui antiperonista, fui no peronista porque parte de mi formación se la debo a Agustín Tosco, con sus postulados máximos de “radicales, peronistas, socialistas por la Patria justa para todos”.
Yo no me sumé al peronismo siendo que mis mayores compañeros en el exilio eran peronistas, mis maestros eran peronistas, pero siempre en la grieta estuve ubicado en el mismo lado.
Te voy a contar una cuestión anecdótica, en el 73 hubo elecciones y el 25 de mayo asumió Cámpora y en Córdoba Obregón Cano y el compañero Atilio López. Aquel día de la asunción fuimos y frente a la Casa de Gobierno estuvimos esperando que se promulgara el decreto ley que liberaba a los presos políticos. Y después que se anunció, fuimos a la cárcel de barrio Güemes (exEncausados), liberaron a los presos y marchamos en manifestación por la calle Belgrano, ese día yo canté por primera vez “La marcha peronista” porque la mayoría de los presos eran peronistas y eran mis compañeros de la Facultad, de la militancia.
O sea yo no era peronista, pero sí era peronista, como dice la famosa frase del general Perón, “peronistas son todos”.
-¿Y durante el Gobierno de 1973 a 1976?
-Yo era un poco crítico, el Gobierno en Córdoba de Obregón Cano duró nueve meses y quien hizo el Navarrazo fue el propio peronismo, no lo hicieron los “radicales gorilas” como en el 55. Y era como que iba verificando estas cosas que las tenía como teóricas. Este peronismo (del 73) no es el mismo y nos va a castigar a nosotros. Entonces, yo nunca fui Montonero, pero recuerdo esa plaza en donde le cantan “qué pasa general que está lleno de gorilas el gobierno popular”. Y era así. Terriblemente, lamentablemente fue así.
-Hábleme del exilio…
-Fue en los primeros días de 1977, me fue a buscar la Policía y yo no estaba, me había ido a Buenos Aires. Me avisaron y me quedé en Buenos Aires, una amiga me escondió en su casa y me organizaron mi ida, después de unos días me fui a un hotel, tenía el pasaporte, me hicieron llegar un bolso con ropa y fui a Colonia, luego a Montevideo y de ahí a España.
Mi mamá unos meses después se enfermó y murió, si hablamos de víctimas mi mamá también fue una víctima si querés de una inconsciencia mía, pero víctima al fin.
-Cuándo llegó a España ¿qué hizo?
-Yo tenía de memoria el nombre de un hostal, Matutes, cuando llegué a Madrid, el susto que tenía, salí del aeropuerto con mi bolsito, había un señor barriendo, todo mi capital eran 120 dólares, y le pregunté al señor como podía ir al centro que no fuera en taxi. (Imita al español) “En el autobús amarillo, va a ver un cartel amarillo” y me paré en el cartel amarillo esperando el autobús amarillo (se ríe). Llegué a la estación y tuve mi primer encuentro con la política española. Era el 13 de junio de 1977, el 15 de junio de 1977 eran las primeras elecciones después de 38 años de dictadura en España.
En la calle pasó una caravana con banderas rojas y se escuchaba una marcha que yo no conocía, pero me sonaba, era La Internacional. Con el tiempo supe que era un grupo de socialistas.
Esa fue mi llegada a Madrid, esa es la imagen. Di un par de vueltas por las veredas de la plaza, encontré una agencia de viajes y pregunté por el hostal que si se llamaba Matutes “debía estar en la calle Matutes” (se ríe).
Fui al hostal, el dinero que tenía me alcanzaba para dormir y comer una vez por día durante 18 días.
Yo había tenido una novia que se había emparejado con un amigo mío y vivían en Italia y era la única dirección que tenía en mi memoria, fui al Correo para enviar un telegrama a esa pareja, en el Correo había cientos de personas entrando y saliendo, entre la gente que salía había un rostro hermoso de una muchacha y lo miré porque era linda y esa muchacha me miró. Pensé “con esta cara de hecho bosta que tengo me mira”, seguimos avanzando, la busco con la vista y me seguía mirando.
A la tercera vez le hice una seña para encontrarnos, no sabía qué le iba a decir, cuando estuvimos frente a frente ella me dijo “yo te conozco, vos sos de Córdoba, vos sos el que agita las películas del Cine Club Universitario” y era verdad yo trabajaba en el cineclub. Y la mina era arquitecta, era una de las chicas más lindas de la Universidad, y la encontré ahí.
-¿Casualidad o causalidad?
Sí, una causalidad. Le conté que me había tenido que ir y que la agenda me había quedado arriba la mesa, le di mi tarjeta del hostal y le di nombres de gente que conocía. Le pedí si podía hacer algo para que una de esas personas me busque.
Cuando volví al hostal me habían llamado por teléfono, uno de los que conocía. Era uno de Córdoba, el marido de otra exnovia mía (se ríe), y al día siguiente fui a vivir a su casa. Y ya me encontré con otros grupos, me mudé y ya empecé a hacer trabajos ocasionales y finalmente empecé a trabajar en una productora de cine.
-¿Fueron muchos años en España hasta que decidió regresar?
-Cuando volvió la democracia yo vine, y sentí miedo, sentí que el Gobierno lo tenía el pueblo pero me sentí asustado, porque venía de vivir años en una democracia donde se podía decir lo que se me antojara. Una democracia en donde había un rey, pero el primer presidente de la Cámara de Diputados fue el camarada Rafael Alberti, comunista porque era el más viejo. Esos tipos eran legales y nadie los perseguía. Entonces venir acá… decidí no retornar, recién regresé definitivamente a finales de 1997.
Hay un dato, la gente acá en 1984 a la dictadura le llamaban proceso y si la llamaban así es porque tenían algún miedo. Para mí fue un síntoma.
-¿Y cómo se encuentra con la Universidad de Villa María?
-Otra casualidad causalidad, así como la chica que encontré en Madrid. En 1998 andaba muy deprimido, el regreso me generó una gran crisis, a mediados de ese año yo empecé a trabajar en la Universidad de Córdoba y en septiembre pasé por un bar y vi un grupo de gente conocida vinculada al quehacer audiovisual y ahí estaba el Ñato Páez y el Adelqui Pellegrino, que había sido jefe de trabajos prácticos de la materia Fotografía cuando yo cursaba tercer año.
Nos pusimos a hablar sobre lo que había hecho en España trabajando en el cine y me dijo que me necesitaba en Villa María. Un mes después me llamó por teléfono y me pidió que trajera un currículum y así empecé.
-Después de haber vivido todo lo que vivió ¿qué expectativas tiene para el país?
-La lectura que hago, ahora que voy a tener 70 años a pesar que parezco más jovencito (se ríe), creo que la historia es cíclica y hay momentos en que nos toca ganar, ejecutar, proceder y otros momentos en que nos toca resistir. Creo que estamos en un período de resistencia, y de cómo sepamos mirar lo que ha sido la historia, obtener enseñanzas y estar dispuestos a ser enseñados por la historia, va a ser más largo o más corto este momento.
Soy optimista porque amo la vida y trabajo para que esto sea lo más corto posible. Rescato una cosa del Gobierno de Néstor y Cristina es que abrieron puertas y puertitas para posibilitarnos de que hagamos.
-¿Un sueño hoy?
Ya lo viví al sueño, mi sueño del 73 se hizo realidad desde 2003 hasta diciembre del año pasado. Se plasmó en la facilitación que hicieron estos dos gobernantes de habilitarnos que hagamos, construyamos, militemos desde todos los lugares. Ya está, mi sueño está cumplido.