En la historia de la ciudad, hasta la definitiva recuperación del orden institucional en 1983, hubo distintas formas de asumir la jefatura comunal; a partir de entonces una sola: la democrática.
Por un lado la normal: es decir a través de elecciones, limitadas a los contribuyentes empadronados al comienzo y luego abiertas a todo ciudadano con domicilio en la ciudad y que figurara en los padrones electorales. Otra modalidad era la de aquellas personas designadas por el Gobierno de la provincia en estado de derecho para cumplir la función de intendente, en el marco de la constitucionalidad y teniendo en cuenta el corrimiento de las fechas electorales por distintas circunstancias. A estos jefes comunales se los llamaba “comisionados”.
También hubo concejales que por estar ejerciendo la Presidencia del cuerpo deliberativo asumieron interinamente la Intendencia ante la renuncia o destitución del intendente electo.
A principios del Siglo XX y dadas las turbulencias políticas que se vivían en la ciudad, el Gobierno de la provincia decretaba la acefalía del poder municipal cuando las circunstancias lo requerían y nombraba una comisión administradora, con poderes limitados, integrada por vecinos de Villa María. También hubo interventores nombrados por el Ejecutivo de la provincia, ya sea constituido éste democráticamente o también intervenido por la Nación.
Pero otra de las modalidades que existieron para ocupar el Sillón de Viñas fue a través de nombramientos emanados del Gobierno de la provincia en épocas de constitucionalidad vulnerada. Es decir, gobiernos provinciales instaurados por una dictadura que había asaltado los poderes de la República designaban al intendente de Villa María, y de todas las ciudades del país, al margen de la ley y el respeto a la voluntad popular, en una acción de nula legalidad dado que la Constitución no estaba vigente.
Aquellos intendentes también se dieron en llamar “comisionados”, pero a los efectos de clarificar estas situaciones y hacer una clasificación ajustada a la realidad y a la práctica, los consideramos “intendentes de facto”.
Unos y otros
El primer Gobierno de la ciudad fue elegido el 3 de diciembre de 1883, en un sencillo acto electoral realizado en instalaciones del Club Progreso, situado frente a la estación ferroviaria, sobre la actual avenida Hipólito Yrigoyen. En aquella histórica elección sufragaron 63 ciudadanos, todos propietarios de algún inmueble, tal cual lo determinaba la ley. Se presentó una lista única encabezada por el español Pedro Viñas, que por entonces tenía 57 años y a la sazón sería el primer intendente de la Villa.
Desde entonces y hasta la fecha 25 villamarienses llegaron a la Intendencia de la ciudad por decisión soberana del pueblo, expresada a través del voto. Ocho de ellos fueron reelectos: Pedro Viñas, Florencio Arines, Felipe Poretti, Vicente Martínez Mendoza, Eugenio Parajón Ortiz, Salomón Deiver, Miguel Veglia y Eduardo Accastello. De ellos, sólo tres ejercieron la Intendencia en tres períodos: Poretti, Veglia y Accastello. Siendo el segundo, el único en hacerlo de manera consecutiva.
Por otra parte, fueron cinco los ciudadanos comisionados por el Gobierno constitucional de la provincia para que se desempeñaran al frente de la comuna por distintas circunstancias vinculadas a los calendarios electorales. De esta manera accedieron a la Intendencia Félix Grissoni, Gilberto Costa, Santiago Rüedi, Miguel Blanco y Juan Tenchini.
Hasta el retorno definitivo de la democracia en 1983, el cargo de intendente había sido ocupado fuera del marco constitucional por 21 personas.
Una sola mujer en la historia villamariense fue votada para conducir el Gobierno municipal: Nora Bedano, quien fue electa en 2003.
Rubén Rüedi, historiador