

A esta altura de las circunstancias, Las Pelotas ya se erige como una verdadera banda de culto.
Una cita ineludible para aquellos seguidores que, aunque no consagren una fervorosa liturgia al estilo ricotero, acuden a sus recitales con apego afectivo/nostalgioso , más allá de alguna que otra novedad discográfica.
El legendario grupo, ya despojado del recordado vocalista Alejandro Sokol, ya no cuenta con performances descontracturadas sino más bien con ramalazos de efusividad mechados con instancias más reflexivas, por momentos más hipnóticas.
El domingo por la noche, Las Pelotas -tras el show de Miedos- actuó por primera vez en Mundo Rojo tras una extensa seguidilla de recitales en el club Ameghino, como resultara su última visita en 2014. Esta vez, la excusa se traducía en la presentación del álbum “Brindando por nada”, el cual fue espolvoreado en la hora y 50 minutos de show, destacándose el corte “El amor hace falta” que se insertó hábilmente entre “Saben” y “Qué podés dar”, en un inicio alentador. Mientras el líder, Germán Daffunchio, mechaba comentarios irónicos de la talla “ahora viene el striptease” o “esta canción es para el programa de Susana Giménez”, el ambiente pasó de la solemnidad a dosis de efervescencia con “Será”, “Uva uva”, “Escondido bajo el brazo” y “Bombachitas rosas”. Para los falsos bises, Daffunchio prologó el arengado “Capitán América” con sarcasmo: “Una canción que hace muchos años le dedicamos a Trump”, coronado con el himno estadounidense en la trompeta de García López y un rostro apretujado del nuevo presidente de la primera potencia mundial.
Ya, fuera de programa, regalaron “Shine” (cantada por una niña de 6 años subida a los hombros de su padre al filo del escenario) y “El ojo blindado” de Sumo, dos de las “yapas” que más han echado a mano en sus visitas locales. J.R.S.