Hernán Cuello presentó “Un sillazo, al oscuro, en la cara”; su ópera prima donde reúne la niñez, la ingenuidad y el desamparo. Un breve recorrido por los casi cuarenta cuentos
Escribe Daniel Rodríguez
ESPECIAL PARA EL DIARIO
“Y sí… es un año intenso” comenta Hernán, que el pasado 18 de agosto presentó en Escena (Estados Unidos 281, Villa María) su primer libro. Es que, durante noviembre, aproximadamente, habrá otra grata sorpresa para el escritor (pero esa es otra historia). El, conocido en las redes sociales como “Ninio de piedra”, hoy, trae su ópera prima.
El novel escritor, en gráfica, nació en 1985 y conserva su sensibilidad intacta. Psicopedagogo, docente y dueño de esta obra que ve la luz, a pesar de lo irónico que suene.
La obra
“Un sillazo, al oscuro, en la cara viene a resumir en su título la sensación generada en el momento en que uno termina de leer un relato y queda impactado”, explica. Es más, o menos, también, lo que el autor busca en su creación. “La usaba para mí”, confiesa, recordándose, en lo alto de la noche, repasando algunas letras.
La presencia de los niños (inclusive también en el arte de tapa) es una constante en dicha labor. Es desamparo, la ingenuidad e inclusive lo que tiene que ver con respecto al pequeño que aún llevamos dentro.
Para más precisiones, podemos mencionar a Cortázar (el autor lo toma como ejemplo) con un análisis de género en el que asemejaba la lectura con el boxeo cuando afirmaba que “la novela gana por puntos y el cuento debe ganar por knock out”.
Esta sería, entonces, la búsqueda de cada apartado: “Algo inesperado, en lo oscuro, que lo sorprenda, con la idea de noquear al lector”.
Volviendo sobre la temática de los niños. Estos no son “vistos desde el costado infantil o tierno. Si no desde algún tipo de perversidad o el “sin filtro” que luego uno, por la sociedad, lo va perdiendo” subraya. Y agrega: “esta infancia que se rompe de algún modo. Todos somos niños rotos y de adultos podemos llegar a tener esa infancia rota y como la representamos”, según los contextos.
Velocidad narrativa
Dentro de cada estructura que contiene dicho libro, uno puede encontrar una constante o acaso una columna vertebral en el estilo: la velocidad, el impacto, el vértigo.
Palabra tras palabra, superponiendo ideas, pensamientos y anhelos, el escritor va desarrollando un hilo argumental que luego va a redondearse finalmente en el último párrafo. Otro rasgo positivo es que cada relato no es de una longitud más bien elevada, pueden ser leídos a bordo de un colectivo o en una sala de espera (son poco más de cien páginas). “Soy amante de la literatura breve, como el microrelato” comentó al pasar.
“La pre-venta anduvo muy bien”, afirma Cuello. Es que durante las semanas previas se dispuso a través de Apócrifa Editorial la posibilidad de comprarlo por anticipado para poder tener asegurado el propio y luego ir a buscarlo con tranquilidad durante su estreno.
En el prólogo, Franco Gerarduzzi define: “Todo, absolutamente todo, se limpia con sangre’, sentencia Hernán Cuello en uno de sus cuentos. Y en cada uno de ellos las palabras son arterias que, al pronunciarse, se rasgan y duelen en la boca de los protagonistas de las historias y de los lectores. Pero decirlas se hace necesario para que confiesen los opresores y se pongan de pie los humillados[…]”.
La creación
Al momento de sentarse a escribir, el autor confiesa sus disparadores: “Yo creo que, si bien tiene que ver con estimulo, hay que buscarlo. Hay que sentarse, ponerse a escribir y tomarlo como un trabajo diario”.
Yo me pongo a escribir, aunque no tenga mucha inspiración o ganas, pero algo tiene que salir”, asegura y lo vive como un deber.
Son prácticamente cuarenta relatos los que están reunidos un dicho volumen. Respecto a la tarea de selección, Cuello asegura que “costó mucho, quería que todos fueran especiales. Costó elegir cual va y cual no, volver a corregir, volver a leerlo, retocarlo”.
Durante la charla, también se destacó alguna influencia de Alejandro Dolina, Julio Cortázar y Hernán Casciari, por ejemplo. Aunque también algo de los vates oscuros que muestran las luces y las sombras a través de las letras.
Volviendo sobre los pasos de la vida, el escritor recuerda su trabajo para llegar hasta este puerto de letras. Destaca su trabajo en el taller literario y más de quince años acompañado por la pluma.
“De chico me gustaba mucho, a los siete años, por ejemplo, en la clase de lengua, la pregunta ¿Qué hubiese pasado si…? Imaginando un universo paralelo” Esa salvia creativa que poseen los generadores de historias, los juglares nocturnos que muestran un deseo inquebrantable de compartir y de mostrar una forma de ver el mundo. Una óptica distinta, deteniéndose en detalles que muchos pasamos por alto en el trajín diario.
Vale la pena mencionar que el arte de tapa es producto de la lente de la villamariense Jésica Flores y fue editado por Apócrifa.