
A Kaia
Con sólo mirarme me lee sin palabras.
En su sencillo silencio
interpreta mis humores
y reconoce cada señal secreta
de mi felicidad
o melancolía.
No sé por qué tanto
pero elige quererme con fidelidad oceánica
como si su destino fuera su condena:
el de elegir el destierro de no ignorarme.
Cuando me aquieta ella se acerca.
Apoya su cabeza en mi falda
levanta su mirada
chocolate
recibe mi caricia
lame mi mano
y luego
fija sus ojos en la lejanía.
Ambos reposamos
reconfortadas
mi perra
y yo.
Nora Baker