Son esperados por los vecinos todas las mañanas y gracias a su trabajo ayudan a difundir las historias de la ciudad. A través de un recorrido por la vida de Cirilo Córdoba, diariero hace 62 años, EL DIARIO los saluda y extiende a todos un fraternal abrazo para mañana, su día
En su tradicional esquina de Mendoza y 25 de Mayo, Cirilo Córdoba está sentado en una silla y en otra apoya una pila de diarios listos para ser vendidos. Son las 11 de la mañana, recién llega de buscar una segunda tanda y recibe a la periodista de EL DIARIO con una sonrisa.
Córdoba, como le dicen todos los que lo conocen, es canillita hace 62 años, el más antiguo de Villa María: “Empecé el 7 de julio de 1955, iba a la Escuela Nacional 296, por calle Buenos Aires. Iba a la primaria, de día iba a la escuela y a la noche vendía los diarios. Vendía La Crítica, La Razón, El Rosario, La Capital de Rosario, La Voz del Interior, La Orientación, La Nación, La Epoca. Todos esos diarios son los que vendía”, recuerda.
Empezó a trabajar con Américo Falgo, quien lo contrató para que lo ayude a hacer el reparto: “Vendía a la tarde y a la noche. Cuando cerraba el puesto me quedaba en la Terminal de Omnibus y me subía a los colectivos, esperaba hasta la una de la mañana y seguía vendiendo algún diario más”.
El diálogo sobre sus comienzos se interrumpe por momentos, cuando pasan los vecinos del barrio que lo saludan afectuosamente: “De acá me conoce tanta gente. Pasan todo el tiempo y me saludan ‘chau Córdoba’. Yo devuelvo el saludo, pero la mayoría de las veces ya no sé quiénes son. Ellos me conocen a mí”.
Hace más de 25 años que está en la esquina de Mendoza y 25 de Mayo, pero antes estuvo en un quiosco al lado de lo que era Casa Tía: “El Tata Tenedini me dijo que me quede en esta esquina, así que por él estoy acá. Después me fui conociendo con la gente del barrio. La mayoría viene y me compra. A una vecina que ve poco la ayudo a cruzar las calles, la acompaño a la carnicería, entonces, aunque le digo que no, cada vez que va a hacer las compras me trae algo”.
A lo largo de toda su vida, Córdoba solo dejó el trabajo de canillita durante los seis meses que hizo el Servicio Militar. Hasta ese momento era empleado de un hombre que le cedió el quiosco cuando volvió: “Me independicé a los 22 años y desde ahí sigo solo”.
Reencuentros inesperados
Los largos recorridos por las calles de la ciudad le han significado mucho esfuerzo y miles de anécdotas, pero una de las que más recuerda fue el reencuentro inesperado con un familiar querido: “Tengo unos sobrinos que eran de Villa María y uno se fue de muy chiquito a vivir a Buenos Aires con la madre y la hermana. Se casó allá y años después se volvieron a vivir acá. Pero yo nunca supe que habían vuelto, las comunicaciones no eran como ahora”.
Una mañana, sentado en su tradicional esquina, lo vio: “Era invierno y hacía mucho frío. Casi me largo a llorar, estaba sentado vendiendo diarios y me encontré con mi sobrino después de tantos años, fue una alegría enorme. Nos abrazamos muy fuerte y ahora la mayoría de las veces voy a comer a su casa, cocina su mujer”.
Dentro de sus recuerdos más frescos, a pesar de los años, fue el mal momento que significó perder su puesto: “No me acuerdo en qué años fueron, pero vinieron dos tornados y me voltearon el quiosco. Las dos veces. Han pasado muchos años, pero en ese momento me quedé sin nada, con una mano atrás y otra adelante. Me recuperé a fuerza de pulmón. Algunos prometieron ayudarme, pero cuando llegó el momento y los fui a ver, no lo hicieron. Me apechugué solo, como pude”, comenta y luego expresa que los que sí lo ayudaron fueron algunos de sus clientes.
De ese comentario se desprenden los nombres de sus clientes de más años: “El más antiguo es Jorge Oliva, hace más de 40 años. Otro era Ricardo Zayas, que ahora falleció. Pero la hija, la Leo, me sigue comprando todos los días”.
También destaca que tiene muchos clientes nuevos: “Actualmente algunos dejan de comprar, sube el precio de los diarios y los jubilados no pueden seguir comprando, yo lo entiendo perfectamente. No se van a prohibir de otras cosas, con las miserias que paga el Gobierno. Algunos dejaron de comprarlo durante la semana y sí lo hacen los fines de semana o el domingo. Los 30 días no lo compran más. El domingo es el día especial”, cuenta sobre el cambio en los hábitos de consumo en los últimos años.
Siempre al lado de los diarios locales
“Don Córdoba”, como también lo llaman algunos, describe cómo era la ciudad cuando él empezó en la profesión, cómo fueron cambiando los “colores” que la identifican: “Podés imaginar que cuando yo empecé a vender, en Villa María todas las calles eran de tierra, no había nada de pavimento”.
“En agosto, cuando venían los vientos, la ciudad no se veía, estaba tapada en tierra. Ahora cambió mucho y evolucionó, tenemos mucho pavimento y se ha cortado la tierra, ya no es el mismo color marrón”, señaló.
“En todos estos años vendí el diario El Momento, después El Noticias y ahora El Diario. Siempre estuve al lado de los diarios locales, nunca los dejé de vender. Poco o mucho, los vendí”, destacó el canillita, profesión que es una pieza fundamental en el engranaje que hace llegar los diarios al lector.
“El canillita y el que hace el diario forman una familia”, sostiene, y vaya si tiene razón.
“Con Ardubino, que tiene 50 años de canillita, Gabetta y Villamayor siempre lo hablamos, ellos también hace muchos años que trabajan”, agregó.
Cirilo destacó más de una vez a lo largo de la entrevista la cantidad de amigos que le dio su trabajo: “Entro a la casa de mis clientes como si fuera un hijo, todos me tratan muy bien, me conocen. En la calle también tengo muchas amistades. Una vez fui a Villa Mercedes, en San Luis, y me saludaron ‘hola, Córdoba’. Me resorprendí, me dijeron que me conocían de acá, de Villa María, como el diariero”, recuerda con una sonrisa.
“Me levanto todos los días a las 5 de la mañana, voy a la agencia y busco los diarios”, relata al ser consultado sobre cómo es un día normal de trabajo y a qué hora comienza.
Luego, arma los paquetes y en su bicicleta comienza el reparto por todas las casas y comercios que lo esperan: “Cerca de las 9.30 termino y me voy al puesto. Después vuelvo a la agencia un rato cerca de las 10.30 a buscar el diario La Nación, que llega a esa hora y ya vuelvo al puesto hasta la 1 de la tarde”.
“Los sábados paso por la parrilla La Vieja Esquina y me llevo un paquetito de asado que siempre me está esperando y me voy a comer a mi casa”, agrega.
Con otros canillitas se cruza cuando va a buscar los diarios: “No soy de salir, pero en la agencia sí nos vemos y charlamos”.
“Me dijeron que duraba un día y ya van 62 años”
“Tengo televisor, me gusta el fútbol, lo he jugado, pero yo en mi casa me aburro y en el puesto no. Siempre pasa alguien, charlo con uno y otro. En mi casa estoy encerrado y vivo solo”, cuenta sobre su amor por su trabajo.
Cirilo tiene una hija de su primer matrimonio “que es policía”, cuenta orgulloso: “De mi segundo matrimonio tengo tres hijas mujeres y un varón, que también es policía. De las mujeres una es fotógrafa, otra trabaja en un geriátrico y la más chica es cocinera”.
Nació en Laspiur y se vino con su familia cuando era muy chico: “Mi papá compró un lugar acá en 1949. Soy veterano de Villa María”.
Mañana, que no trabaja, Cirilo cree que no va a poder dormir hasta más tarde: “Estoy tan acostumbrado a levantarme temprano que me despierto y ya salto de la cama. Me pongo a mirar el noticiero”.
Pero está contento porque hoy a la noche festejará su día junto a todos sus colegas: “A los que vienen atrás mío, les digo que sigan con este trabajo. Cuando yo entré me dijeron que no me iba a durar ni un día y ya pasaron 62 años, quiero que sigan adelante”.
“Cuando salgo le pido a Dios y cuando me acuesto también. Nosotros podemos estar enfermos, pero Dios sabe cuándo te vas”, afirmó.
“Siempre pienso, si me llego a ganar una quiniela bastante buena, largo todo, pero antes invito a todos mis clientes, mi familia, mis amistades, llamo a todos los diarios del país y me despido de todos juntos. Eso sería lo más lindo que me podría pasar. Doy gracias a Dios por este humilde trabajo, por poder ser canillita durante tanto tiempo. Quiero seguir trabajando de esto muchos años más”, finalizó.
Felicidades en su día
Cada 7 de noviembre se celebra en Argentina el Día del Canillita, una fecha que empezó a conmemorarse en 1947 en recuerdo de la muerte del dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez, autor de la obra teatral “Canillita”, en la que el personaje principal era un niño que vendía diarios por la calle.
En la obra literaria el protagonista usaba unos pantalones que tenía desde chico. Con el paso de los años, le fueron quedando cortos y dejaba ver sus “canillitas”, mientras vendía en forma ambulante diarios y revistas.
Desde 2010, el Día del Canillita es un feriado no laborable en Argentina y por esa razón no se editan los diarios. Es por ello que nos despedimos hasta el miércoles, al tiempo que dejamos a nuestros queridos compañeros de ruta, parte de nuestra familia, el deseo de un gran día, rodeados de afecto.
¡Gracias!
El Diario