Habitan alrededor de 40 familias. No hay agua potable ni gas natural, pero están contentos con la limpieza que se hizo en el sector y la creación de una plaza y un centro cultural
Era un sector olvidado y aislado. “He renegado mucho durante muchos años. Me acuerdo cuando vino ese viento fuerte que fue terrible, hace tiempo. Nos dejó cinco meses sin luz”, contó Mercedes González, una mujer de 56 años que llegó dos décadas atrás a vivir a los chalés del ferrocarril, en barrio Las Playas.
Este espacio cambió radicalmente en poco tiempo: en una vinculación entre los vecinos y el municipio se limpió, se barrió con el cañaveral, se generó una plaza y se recuperaron los vagones, uno de los cuales será un centro cultural, aunque por el momento sin fecha de apertura de sus talleres.
Mercedes tiene siete hijos y varios nietos, ocho de los cuales están junto a ella en uno de los chalés, donde los siete herederos permanecen. “Hace más de cuatro años me separé, no estoy en pareja y vivo con todos ellos”, indicó ayer a EL DIARIO.
“Estábamos prácticamente aislados. No existía nada y a nosotros nadie nos conocía”, contó ante preguntas.
Aseguró que ha trabajado buena parte de su vida, en una rotisería, como ama de casa. Hoy no tiene empleo, pero le gustaría “cuidar a alguien o ser su compañía”. ¿Cómo vive? cobra una pensión por ser mamá de siete hijos. Sus herederas mujeres perciben la Asignación Universal (AUH).
Según contaron, tienen luz, pero los demás servicios básicos no llegaron. El agua es la de pozo y el gas es a garrafas. Ahora, con la incursión del Estado municipal en el sector, pasa el recolector de residuos.
“Yo no soy de salir. Acá estoy cómoda y en este momento muy contenta por lo que se ha hecho. He luchado mucho por un lugar así. La placita es hermosa, a la tarde se sale a tomar mate y todos los chicos juegan”, contó.
Paola Rodríguez (26) es otra de las vecinas. Hace tres años llegó al inmueble en el que desde sus 4 años residía Maximiliano (24), su pareja. Precisamente, cuando se juntó con el papá de sus nenas arribó al barrio.
“Esto no es nada que ver a lo que era cuando llegué. Cambió mucho con lo que se hizo este año”, valoró desde la puerta de su casa, en la que también vive su suegra.
Paola no tiene trabajo, es ama de casa y vive de lo que consigue su compañero, que es albañil, aunque ahora están en problemas porque tiene un brazo quebrado.
Tienen tres hijas, de 1, 3 y 5 años. La más grande va al Jardín Arturo M. Bas. Por todas percibe la AUH.
Ante la consulta periodística, indicó que desconocen cuándo se abrirá el vagón como taller, el que fue inaugurado el martes en el aniversario de Villa María.
Subrayan que existe una muy buena relación entre vecinos. Los niños y niñas son amigos, prácticamente se crían juntos y la plaza vino a darles un hermoso lugar de recreación y esparcimiento.
“Este año fue la primera vez que vino alguien del municipio. Antes estábamos casi ocultos”, coincidió Paola, como minutos antes había dicho Mercedes.