Señor director:
Hace una semana, una imagen me daba una bofetada de realidad cómo nunca la había sentido. Un niño de apenas tres años aparecía muerto en una costa turca, devuelto a tierra firme por el mismo mar que acababa de ahogarlo. La foto muestra al pequeño boca abajo, mojado, vestido como para un cumpleaños y es inevitable el sentimiento de desgarro al alma de un padre que tiene niños de la misma edad.
La información sigue, la tragedia no acaba allí. Su mamá y su hermano corren la misma suerte. La pregunta surge inmediatamente: ¿por qué este hombre pone en peligro y la de su familia?, ¿qué lo empuja a esta aventura? No es otra cosa que el mismo infierno donde viven. Dictadores, terroristas, fanáticos religiosos, hambre, falta de oportunidades. Lugares donde el “Primer Mundo” (Europa, Estados Unidos) ya lo ha saqueado casi todo y ahora deciden no hacerse cargo, una vez más, de este auténtico drama humanitario.
La tristeza y el desgarro se transforman en indignación.
Esa imagen no es sólo la de un niñito que acaba de morir de ahogamiento, es también la de la indiferencia, el egoísmo, el desprecio y el odio de unos humanos a otros.
Aylan Kurdi, tus asesinos no se dan por aludidos y se horrorizan como si nada tuvieran que ver. Te impiden el paso a una vida más digna, esa vida que pudiste haber tenido en tu hogar, en tu Siria, si esos feroces dirigentes europeos no hubieran tomado por asalto tu país, y otros tantos, donde sólo les interesaba lo que podían robar y entregárselo a sus felices ciudadanos del “Primer Mundo”.
Esa foto, ese padre enterrando a su familia, esos millones de seres humanos retenidos en ghettos son una auténtica bofetada a la Humanidad.
Vivimos pendientes de nuestros pequeños problemas, inmersos en nuestros pequeños universos, hasta que una foto nos muestra la diferencia, la mezquindad y el egoísmo humano.
Fabricio Stecchina
DNI: 23.651.321