Reclama por sus derechos
A raíz de la exhumación realizada al cuerpo de Sandro por el juicio de filiación que lleva a cabo la señora “Sandra Junior”, nuevamente en los medios masivos escucho expresiones como “el derecho irrenunciable de toda persona a conocer quiénes son sus padres, el derecho a la identidad”.
Hace más de una década que las personas que al nacer fuimos entregadas ilegalmente y anotadas como hijos propios (apropiados) reclamamos al Estado que se ocupe de nuestros casos, garantizando las búsquedas, cumpliendo así con lo establecido en la Constitución Nacional.
Algunos fuimos entregados voluntariamente, otros fuimos robados y otros víctimas del tráfico organizado, pero todos con sustitución de identidad. Nuestra documentación contiene datos falsos.
En el año 2003 se presentó el primer proyecto de ley en el Congreso Nacional solicitando la ampliación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). Desde entonces, se han presentado muchos proyectos con distintas propuestas que terminaron archivándose.
Hoy, 12 años después (sí, ¡12 años!), tenemos tres proyectos en la Cámara de Diputados de la Nación y uno en el Senado que no avanzan y perderán estado parlamentario.
Además, en 2009 el Estado se apropió del Banco Nacional de Datos Genéticos que originalmente se ocupaba de todos los casos donde debía resolverse la filiación de una persona y ahora sólo se ocupa de los casos de lesa humanidad.
En provincia de Buenos Aires se creó en 2006 por Decreto 3441/06 el Programa Provincial Reencuentros, pero Scioli, cuando asumió como gobernador, lo dejó sin efecto.
Ese mismo año en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se votó por unanimidad en la Legislatura porteña la Ley 2.202 de Apertura de Archivos de Hospitales y Clínicas Privadas, única en el país, pero que hasta la fecha el gobierno de la Ciudad no ha reglamentado.
A fin del pasado año en Rosario, bajo la Intendencia de Mónica Fein, también se creó una ordenanza para la apertura de archivos, pero tampoco se reglamentó.
Medidas inconclusas, proyectos que se caen.
Estamos ante un derecho humano reconocido para los adoptados, para los gestados por fertilización asistida (donación de gametos) y para casos mediáticos, pero nosotros quedamos afuera.
No pretendemos juzgar a nadie, algunos para sacarse el tema de encima nos quieren derivar a la Justicia, sabiendo que quedaremos atrapados en el tiempo. Tampoco nos tienen que cambiar el apellido, simplemente queremos saber qué pasó, quiénes son nuestros padres, cuándo y dónde nacimos, antecedentes médicos, étnicos, culturales. Lo que los adoptados pueden hacer al consultar su expediente de adopción, nosotros no lo tenemos.
Somos muchos. Se calcula que cerca de tres millones de ciudadanos de entre 80 y 16 años estamos en esta situación generada por una costumbre social de muchos años.
En nuestros casos las búsquedas son difíciles, pero no imposibles y pueden realizarse en un marco de respeto y confidencialidad.
Estamos a muy poco tiempo de las elecciones y esperamos en cada candidato escuchar que nos incluyan en su agenda, y seguimos esperando.
Hay muchos temas que atender en nuestro país, es cierto, pero en pleno Siglo XXI no se puede seguir ignorando un derecho legítimo y elemental de todo ser humano: el derecho a la identidad.
Pedimos que se cumpla la Constitución Nacional, nada más. ¿Quién se va a animar a tomarnos en serio?
Graciela Palma Arizaga
DNI 16.496.527
El gozo de la mente abierta
La realidad no se puede omitir. De un tiempo a esta parte, el mundo ha crecido en conflictos, el extremismo violento te lo encuentras en cualquier pueblo, los desplazamientos y la demanda de asistencia humanitaria es casi un diario de supervivencia en muchos rincones del planeta; por lo que habría que pensar en esto, en sus causas y en proteger entre todos otro bienestar más de la mente que del cuerpo y, en cualquier caso, accionar el cerebro para la solución pacífica de las controversias, mediante el respeto mutuo entre culturas, maneras y modos de vivir, credos y filosofías, y demás líneas, que puedan crear divisiones. Frente a esta situación, ¿cuáles son las reacciones?. Desde luego, no podemos encogernos de hombros. La resignación es un suicidio colectivo.
Pienso que debemos leer cualquier escenario con altura de miras y horizontes amplios, sin catastrofismos y sin miedos, tal vez tengamos que ejercitar mucho más la razón, aunque sólo sea para reinventarnos y crecernos humanamente. De ahí la importancia de tener en cuenta las necesidades sanitarias y sociales que surgen en cada etapa de nuestra existencia: de la infancia a la niñez, la adolescencia, la madurez y la vejez.
n efecto, cada día son más las personas a las que se les niega la consideración, el reconocimiento, la autoestima y la posibilidad de tomar decisiones. No importan las edades. Por consiguiente, esta forma de vivir mezquina y alocada, en tensión permanente y sin momento alguno de sosiego, lo que acrecienta es un estado de malestar, infortunio, desventura y penuria, que influye negativamente en el ser de las personas, en su propia salud mental. No olvidemos que los trastornos mentales y los trastornos ligados al consumo de sustancias son la principal causa de discapacidad en el mundo. Según avanzan los años se observa también que se suicidan más personas y que, el suicidio, es la segunda causa de muerte en el grupo de quince a veintinueve años de edad. No cabe duda, que esta manera de vivir, en permanentes apuros y aprietos, tienen efectos importantes en el bienestar psicosocial; ya no digamos con las guerras y las catástrofes, capaces de dejarnos sin aliento.
Por eso necesitamos mentes abiertas, pensamientos aperturistas, que sepan acoger y ayudar a tantos necesitados de un bienestar digno. Ciertamente, somos muy propicios a estigmatizar a personas con ciertos desequilibrios y a excluirles degradándolos. Nos alegra, pues, que aunque solo sea por un día reflexionemos colectivamente sobre la dignificación del ser humano. Precisamente, este año la Organización Mundial de la Salud, coincidiendo con la universalidad del día, el 10 de octubre, pretende crear conciencia de lo que se puede hacer para garantizar que las personas con problemas de salud mental puedan seguir viviendo con dignidad, a través de una orientación política de derechos humanos y del derecho, amén de otras deferencias.
A este respecto, es de elogiar la labor de diversas asociaciones que llevan años luchando por la inserción laboral de un enfermo mental, al que se suele excluir sin miramiento alguno.
Víctor Corcoba Herrero