Una hermosa sorpresa
En estos días tuve una grata sorpresa y la quiero hacer pública para compartirla con ustedes. Desde ya hace un tiempo que excompañeros de la vieja y querida Escuela del Trabajo venían organizando festejos para las Bodas de Plata y de Oro, o sea Promoción 1966 y la de 1991.
Se empezó a localizar a todos los compañeros y me invitaron a mí; pero yo sólo había hecho el primer año y pensaba que no iba a conocer a nadie, no le encontraba sentido ir a esa fiesta. Pero al final me decidí y fui, quise ser partícipe de esa celebración.
Días antes del acto y cena me llaman por teléfono indicándome que harían una reunión previa, de la cual me invitaban para ir reconociendo algunos compañeros.
Voy, sentado en una confitería céntrica con el organizador, los que venían eran colaboradores o gente que le faltaba adquirir la tarjeta para la cena. A medida que iban llegando, los nombraban y yo quedaba duro, reconocía el rostro y la persona, gran alegría.
No lo podía creer, ya habían pasado nada menos que 53 años, porque yo había hecho solamente el primer año. Hablamos entre todos como viejos conocidos y después venía el día del festejo.
No les puedo explicar las cosas raras que pasaron por mi cuerpo en esos días, eternos de largos y esa fiesta se hacía esperar más de lo normal. Al llegar el sábado me preparo y me voy, era a las 18 que debíamos estar, nos hacían pasar y la gente conocida me decía te equivocaste de lugar, vos no eras de aquí, sino del Nacional, eran los viejos compañeros docentes de esa querida escuela.
Sigo pasando y me encuentro con una rueda de personas, todos muy de traje, muy viejos y yo el único jovencito. Que me decían Martínez, otros se reían y decían che, mirá el “banana”, risas, alegrías y lágrimas, abrazos, me daban apellidos y era para agarrarse la cabeza, de quién tenía al frente.
La alegría y sorpresa para mí cuando lo veo a mi profe de Taller, que ya lo había visto en dos o tres oportunidades, pero él me nombró elevando la voz y yo sinceramente me quebré emocionalmente.
De allí en más me sentí uno más de ellos, estaba sentado con mis excompañeros aunque por supuesto que no me nombraron como egresado, pero yo como una especie de participe sin serlo.
Con un diploma, también venía acompañado con la ficha de solicitud de ingreso a primer año, donde estaban todos los datos y foto de cada uno, la gracia que era ver a cada uno en esa foto, era la excusa para derramar algunas lágrimas; yo les decía “mirá vos a este pibe, lo conozco pero a vos no”, risas y más risas.
Muchas veces me rebotaba en la cabeza, pensar que pasaron 53 años de aquel 1963, y a pesar del tiempo conozco a todos mis excompañeros, por allí hubo un flash comercial que con una foto nos hizo quedar juntos a la perpetuidad.
Quiero agradecer a mi compañero José González, y colaboradores, por haberme hecho vivir este momento tan importante en mi vida, ya jubilado a sentir tan cerca lo que es un festejo de Bodas de Oro.
Yo después cursé y terminé en otro colegio de mayor, del que espero no perdérmelo. También quiero agradecer a EL DIARIO por darme esta posibilidad de expresar un sentimiento profundo que me tocó vivir, hace apenas días.
Raúl Martínez
DNI 5.074.107