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Los lectores también escriben

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Los lectores también escriben
La fotografía aportada por el lector Roberto Mosquera para recordar la autobomba villamariense que lleva el nombre de su padre
La fotografía aportada por el lector Roberto Mosquera para recordar la autobomba villamariense que lleva el nombre de su padre
La fotografía aportada por el lector Roberto Mosquera para recordar la autobomba villamariense que lleva el nombre de su padre

En nombre del padre

Señor director:

Hola, me comunico con ustedes para informarles que el día 17 de agosto, falleció en la ciudad de Carlos Paz, mi padre: don Juan Carlos Mosquera, ciudadano de toda la vida en Villa María, que pasaba sus últimos años en la ciudad de Carlos Paz.

El fue en su juventud uno de los fundadores de los Bomberos Voluntarios de Villa María. Fue quien trajo con Bautista Gianinetto, desde Buenos Aires la Nº1, primera autobomba de la ciudad. Luego fue, también, mecánico de los vehículos de dichos bomberos, reacondicionando la primera escalera mecánica donada por la Policía de la Provincia de Córdoba, entre otras cosas, y por último, antes de radicarse en Carlos Paz, participó activamente de la Comisión Directiva.

Gracias.

Roberto Mosquera
DNI 14.217.994

 

Versos por la Sábana Santa

Estos versos nacieron en mi corazón, al observar una copia de la Sabana Santa que llegó a la iglesia Catedral de mi ciudad en estos días.

Así, sin título… sólo unos versos:

Permíteme Señora mía
unos simples versos
pues a la Sábana Santa
se le ha escapado un secreto.

Ella guarda en silencio,
desde hace tanto tiempo,
marcas que no se ven
lágrimas que se escondieron.

Al bajarlo de la cruz
en tus brazos lo pusieron
y tus lágrimas acariciaban
aquel rostro muerto.

Tus brazos lo estrechaban
como cuando en Belén, pequeño
le acunabas despacito
para no alterar su sueño.

Sus ojos no te miran
y no te ampara su aliento
yace entre tus brazos
Jesús, muerto.

José de Arimatea
junto con Nicodemo
lo envuelven en la Sábana
que ha desafiado al tiempo.

Ya no ves su rostro
sólo un blanco lienzo,
quien sabe por quién tejido
eso, también es secreto.

Entre su piel y tus labios
se impone un blanco silencio
que se bebe tus lágrimas
tus abrazos, tus besos…

Y allí quedaron por siempre
su sangre y tus besos
entre los blancos hilos
de un misterioso lienzo.

Tu silencioso dolor
es un grito de esperanza
que se funde en un abrazo
en la muda sábana blanca.

Y fue el último abrazo
y fue el último beso
y la última caricia
que tus manos le dieron.

Y allí quedó en el sepulcro
cuando la piedra corrieron
Su cuerpo y tu dolor
en una sábana, envueltos.

Y aquel glorioso domingo
donde venció a la muerte, la vida
hubo una flor escondida
que un ángel se llevó al cielo.

Eran tus lágrimas, Madre
eran todos tus besos
que Jesús te devolvía
en un abrazo perfecto.

María Susana Ratero
susanaratero@gmail.com

 

La escalera (por el Día del Niño)

 Me subo a la escalera para alcanzar la Luna pero los rayos del Sol hicieron reflejo en una gaviota, la cual tropezó y me hizo subir a la cola de un cometa, que giró, giró y a la otra vuelta estaba yo entremedio de las estrellas.

De cosquillas y risas me hicieron dar vueltas que sin querer visité los niños caras amarillentas, con su oriente en su adentro me hicieron conocer su sapiencia, giraron, giraron y me fui a un costado que al mostrarme sus dientes, quisieron asustarme, por haberme demorado, pero un blanco se apareció y me hizo sentir que era igual que yo con otro color, de pronto bajo otro cometa y en la cola traía diferentes risas y colores que todo parecía un jardín de flores, eran niños de todo el mundo unidos por una estrella.

La Luna que todos quisimos alcanzar con su cara redonda nos mira y no deja de suspirar, pues hizo con la gaviota que la luz fuera más intensa y la risa se sintiera hasta el más remoto rincón de la tierra.

Unidos por un cometa montados como pañuelos de colores que desprenden al viento, fuimos cada uno a contar de esta experiencia y la esperanza de ser unidos por la luz de una estrella y que la risa se sienta en todo el mundo como melodía después de una siesta.

Alejandra Nioti Garay