El ritual religioso se realizó en la Catedral, colmada de gente de la ciudad y la zona, que con alegría celebró la ordenación presbiteral de Vedelago, quien recibió el segundo grado del Orden
A las 11 en la iglesia Catedral, comenzó el rito de ordenación sacerdotal presbiteral de Agustín Vedelago, un joven de 26 años oriundo de Villa María y el único que se ordenara en mucho tiempo en la ciudad.
El obispo diocesano Samuel Jofré alentó a Vedelago a no olvidarse de ofrecer su propia vida al servicio de Dios y a tratar con delicadeza y cariño a la comunidad.
Agustín dialogó con EL DIARIO y expresó la gran emoción que vivió momentos antes de la ceremonia: “Uno viene preparándose mucho, son nueve años de formación. Es un acontecimiento muy lindo para la familia de uno, para las personas que te quieren. Han visto como Dios ha ido haciendo camino en tu vida, te ha ido marcando con muchos gestos, con muchas personas. Siempre me he sentido acompañado por su presencia, estando en el Señor todo este tiempo. En realidad, es un paso para seguir el llamado enviado por el Señor a continuar dando la buena noticia, acompañar, consultar, compartir la vida”.
Si bien es un momento de suma felicidad, también confesó sentir un poco de nervios, pero al ver la cantidad de gente que se acercó a acompañarlo, se tranquilizó: “Estoy contentísimo. En el tiempo de formación uno tiene a las personas que son parte de tu comunidad, yo soy de acá de Catedral y de Luján. Pero en 2009 estuve haciendo actividad pastoral en Almafuerte, en 2010 en Tancacha, en 2011 estuve en Hernando, en 2012 en Río Cuarto, en 2013 en Río Tercero y de cada lugar por donde uno va pasando se lleva un corazón, una intención y eso es lo que te mantiene unido. Vino gente de Los Cóndores, personas que uno ha visitado en las misiones de verano”, expresó. Todos los presentes lo saludaron con mucho afecto.
El momento central del rito fue cuando Agustín hizo el llamamiento y la gran postración mientras los presentes cantaban la Letanía de los Santos.
Históricamente, el Orden se confiere por medio de la imposición de manos, que es el signo del sacramento. Más de 50 sacerdotes presentes posaron sus manos sobre la cabeza del joven y luego el obispo realizó la plegaria de ordenación.
Finalizado ese momento, Jofré anunció: “Hermanos, nuestra Iglesia Diocesana tiene un nuevo sacerdote”.
Cada felicitación, de todos los que se acercaron desde distintos puntos de la provincia, fue correspondida por Agustín con generosidad.
Querido por muchos
A la Catedral llegaron personas de toda la zona, Los Toldos, San Francisco, que conocieron a Vedelago en su proceso de convertirse en sacerdote.
Irma, de La Laguna, vino a la ciudad especialmente por el cariño que le tiene a Agustín: “El ha ido a celebrar misa allá. El padre Marcos le da autorización. Así como llega a mi pueblo, llega a otros. Agustín es muy bueno, estoy segura de que va a ser un buen sacerdote, si Dios quiere. El Señor lo va a iluminar y para eso estamos nosotros, para pedirle por él, para que pueda desempeñar bien su vocación. Que sea cariñoso, como todos los demás. Como debe ser, querernos a todos por igual”.
Temprano despertar de la vocación
Vedelago comenzó a realizar el Discernimiento Vocacional mientras hacía cuarto, quinto y sexto año del Nivel Medio. “Cuando terminé el secundario, entré al Seminario”. Agustín había egresado como abanderado del Instituto Secundario Manuel Belgrano y a los 17 años ya estaba seguro del camino que quería seguir y comenzó a dar sus primeros pasos en esa dirección.
“Para mí es una gracia muy grande, el Señor en eso me ha ido formando. Como a Samuel, que lo tomó de chiquito y lo fue formando. Mi infancia y mi adolescencia estuvieron marcadas por monaguillos, por el grupo de la parroquia. Mi vocación viene de muy chico”, manifestó: “Hay vocaciones y cada sacerdote puede contar su historia, pero en mi caso ha sido así”.
Para Agustín es muy especial que su ordenamiento sea en el marco de la Novena Patronal, acercándonos a la Fiesta de la Inmaculada: “A María Santísima yo la veo siempre porque María me enseña la fidelidad de lo cotidiano, el acto de estar constantemente viviendo con Jesús, acompañándolo en lo sencillo de cada día y ser fiel hasta el final, que es lo que queremos todos los que estamos acá hoy”.
Daniel y Adriana, padres de Agustín, estaban visiblemente emocionados y felices por el gran paso en la vida de su hijo: “Para nosotros es una emoción enorme, después de mucho tiempo de discernimiento y casi 10 años de estudio, haber terminado bien este proceso de la vocación de nuestro hijo”, expresó su papá. “Estamos muy orgullosos de que haya podido descubrir su camino, muy contentos. Es lo que él siempre manifestó, desde muy chiquito era su deseo y se notaba que algo particular tenía”, detalló su mamá.
“Somos conscientes de que esto es obra de Dios y no nuestra porque tenemos tres hijos, todos han sido criados igual y a uno le tocó un poquito más. De él queremos destacar la humildad que tiene siempre y su vocación de estar para el prójimo. Le pedimos que nunca se olvide de estar siempre cerca de Dios y de rezarle mucho, que es quien lo va a mantener en su camino”, finalizó su papá.
Tatiana, tía de Agustín, estaba también muy conmovida y manifestó que siempre fue un chico muy especial, con una vocación muy marcada desde chico: “Es muy humilde, lo quieren todos porque la humildad hace grandes a las personas”.
“Nosotras somos hermanas del papá. Somos cuatro hermanos y estamos inmensamente felices con esto. Somos una familia cristiana practicante de cuna, nacimos con el sello. Hoy nos embarga una emoción rozando las lágrimas, pero de alegría, por tener la palabra de Cristo viva y presente en la familia. Mis hermanas y yo somos catequistas y somos una familia de fe”, expresó Tatiana.
El día después
“Desde que terminé el seminario estoy viviendo en el Obispado y, al parecer, por un tiempo más voy a estar viviendo ahí. Mis actividades pastorales son acompañar a un grupo universitario, un grupo de acción católica de la Catedral, y después estoy como asesor dentro del Centro Vocacional Diocesano y del Movimiento Circular de la Juventud. Esos son mis apostolados”, detalló Vedelago.
“Luego, monseñor Jofré me enviará el año que viene o en 2018 a alguna parroquia a hacer apostolado pastoral, estos primeros años somos vicarios de otro sacerdote, vamos acompañando”, agregó.
“Soy muy joven todavía”, bromea, y luego explica que “ser párroco a los 26 años no se puede, uno necesita acompañar a un sacerdote con experiencia un tiempo hasta que esté preparado para asumir una parroquia”.
Por lo pronto, hoy a las 10.30 dará su primera misa como sacerdote en la Parroquia Nuestra Señora de Luján y las 20 en la Catedral.