Los destacados intérpretes revivieron grandes obras del cancionero popular junto a una banda estable
En el “pan y queso” de la música popular argentina cualquiera elegiría tener a ambos en su equipo, aunque en el fragor de las preferencias hubiese parecido utópico poder apreciarlos con la misma camiseta.
Pues bien, los astros se alinearon de tal forma que una reunión fortuita potenciada por el programa televisivo “Morfi” terminó por moldear una dupla imbatible en escena y en gira, otorgándole al espectador el placer sensorial de apreciar un combo de interpretación superlativa.
A diferencia de otros duetos pergeñados a nivel internacional, como el caso reciente de Serrat y Sabina (ambos cantautores), los variados repertorios a los cuales abrevaron Jairo y Juan Carlos Baglietto tenían más que ver con recorridos nostálgicos, personales y afectivos sobre piezas y autores consagrados.
En la autopista compositiva entre Córdoba y Rosario, y más allá de la referencia a la “pica” entre sendas provincias, no faltaron plumas como el recordado amigo de ambos Daniel Salzano (“La balada del Corto Maltese”, “Carpintería José”, “La noche de Año Nuevo”, la bellísima versión sola de Jairo en “Los enamorados”, “Salzanitos” a cargo de Baglietto y la emotiva versión a dúo de “Ferroviario”), al igual que los “rosarigasinos” Jorge Fandermole (con “Hispano”) o Adrián Abonizio (“El témpano”, ya al filo del cierre).
Pero también se dieron tiempo para homenajear a otros grandes poetas y compositores como Chico Buarque (“Juan y María”), Miguel Hernández (“Para la libertad”), Goytisolo (“Palabras para Julia”, popularizada por Paco Ibáñez), Eduardo Falú y Jaime Dávalos (“Tonada de un viejo amor”) y Atahualpa Yupanqui, con una poderosísima recreación un tanto ‘rockeada’ de “Piedra y camino”, que provocó la primera ovación de pie por parte del público. Luego, la dupla, tras bromear con la pátina pasatista de Juan y Juan, sorprendió con recuerdos de duetos históricos como Sui Generis (“Rasguña las piedras”) y “El boxeador” (Simon & Garfunkel). En tanto, uno de los pasajes más motivos resultó el recuerdo de Jairo cuando fue a visitar a Piazzolla a una clínica de rehabilitación y, a pesar de sus extravíos, le logró cantar “Milonga del trovador”.
Jairo también aprovechó la cita para resucitar obras compuestas a cuatro manos junto a María Elena Walsh en su estancia parisina, como “El valle y el volcán”. Cabe recalcar el acompañamiento de la banda, compuesta por Adrián Charras, Yaco González (hijo de Jairo) y Leonardo Introini, que oxigenó y renovó el cancionero con detalles instrumentales, tanto orgánicos como con pistas electrónicas.
Mientras, los artistas principales (que se “bancaron” todo el show cantando a dúo y ocupándose del énfasis guitarrístico) introdujeron un par de chascarrillos comunes, ya guionados de antemano: “Cuando iba a la primaria, en un viejo aparato, yo ya escuchaba a Jairo”, deslizó Baglietto, para luego acomodarla: “Pero después sus canciones pasaron a convertirse en la banda de sonido de mi vida”.
La seguidilla de finales comprendió una modernísima y extendida versión de “Indio toba” y la repetición de “Los poetas no se rinden jamás” de Salzano, que terminó sellándose como leitmotiv de la velada. Un Verdi totalmente colmado por varias generaciones de seguidores agradeció con aplausos esa mágica conjunción vivenciada.
Juan Ramón Seia