Pidió que el Estado destine el presupuesto necesario para que se cumpla la ley de identidad de género y capacite a los profesionales de distintos estamentos. Busca que su hija tenga la infancia y adolescencia de cualquier persona
Ilustración: Raúl Olcelli
DE NUESTRA REDACCION
“Yo le digo que se quiera, que no es mejor ni peor que nadie”. “Quiero que viva una infancia y una adolescencia como la de cualquier otra persona”.
La que habla es Valeria Herrera, mamá de una niña transgénero, a quien al nacer legalmente se le asignó el sexo masculino por sus genitales, pero quien siempre se autopercibió como mujer.
“Nació nena, pero con pene, toda la vida se autopercibió niña”, señaló Valeria al recibir a EL DIARIO en su casa. Fue una charla intimista en la que participaron la pequeña de 10 años, su abuela, hermana y tía, como así también Eugenio Almirón, un amigo de la familia. Y en ese encuentro de más de una hora con este matutino se vio reflejado el amor que envuelve a la chiquita y que domina todo el hogar. Y surge la reflexión: nada empodera tanto a alguien como cuando te ayudan a ser libre.
“Siempre supe que en cierta forma ella iba a sobresalir del resto, desde chiquitita. Siempre se manifestó como nena, pero yo no conocía lo que era la infancia trans entonces pensaba que “mi hijo iba a ser gay”, confesó la mamá.
Hasta que llegó un momento en que la pequeña empezó a hacer preguntas que Valeria ya no podía responderle, y decidió buscar ayuda.
En marzo pasado, su hija de 20 años le mostró artículos periodísticos y así fue que entendieron lo que estaba pasando.
“Leí el caso de Luana, la primera niña transgénero en obtener el DNI sin judicializar a nivel mundial, y en esa historia sentí que vi a mi hija”, ilustró. Luana es hija de Gabriela Mansilla, presidenta de la Asociación Infancias Libres, a la que esta familia pertenece desde entonces, y en donde encontró contención, apoyo y ayuda. “En ningún momento nos dejaron solas”, valoró.
No obstante, antes y desde siempre, Valeria dijo haber acompañado la identidad de la nena. “Ella se ponía pañuelos para disimular el pelo largo, se ponía tacos, renegó de su genitalidad a los 4 años, decía que no quería eso porque era mujer. Siempre se lo permití, nunca le dije que no lo haga”, comentó.
Cuando empezó a indagar sobre niñez trans, se contactó con Valeria Paván, psicóloga de Luana, conversaron por skype y ratificó lo que sucedía. Según Valeria, la especialista le explicó que “ya teníamos el 80% resuelto, que es mi aceptación y contención. El resto es burocrático”.
Fue un antes y un después en este hogar en el que se palpa libertad. “De decir que mi hija iba a ser gay a decir que es una nena”, resumió la entrevistada.
Las charlas con su heredera tuvieron ya otro sentido. “Le dije que va a poder ser lo que siempre sintió. Recuerdo que una vez puso en WhatsApp que le gustaría ser libre como todos los demás, lo que me hizo ver que algo estaba pasando”, narró.
“Ella no tiene miedo de nada, vergüenza ni prejuicio. Pese a que en casa siempre fue una nena, pensé que le iba a costar salir al mundo, pero fue al contrario, yo camino de la mano con ella, que me enseña todos los días. Queríamos hacerle el DNI el año que viene pero ella me dijo que lo quiere ahora”, relató.
Para obtenerlo hay que judicializar el tema, algo que harán.
-¿Cómo lo vive el entorno?
-Al entorno le cuesta. La escuela fue, entre comillas, reacia, por desconocimiento. Pero aceptaron bien, les expliqué, les llevé la ley de identidad de género, pero no supieron cómo acompañar en ciertos momentos o situaciones. Le pedimos que figurara como niña y se logró, forma fila con las chicas, si quiere usar el baño de niñas puede hacerlo aunque por ahora ella no quiere.
– ¿Y sus compañeras y compañeros?
– Son de diez, son un amor. Es más, cuando los docentes tomaban lista y la llamaban por el nombre anterior corregían a los maestros. Igual actitud tienen los papás y mamás, que me traen ropa, nos regalan cosas. Ella recibió mucho amor y contención de personas que nunca esperábamos. Quizás fue más reacia mi familia e incluso perdí familiares, pero gané afectos por otro lado.
– ¿Qué le pedirías al Estado?
– Le solicito que respete la ley de identidad de género. Ella tiene acompañamiento psicológico porque yo lo decidí, pero no tengo que presentar ningún certificado psicológico en el Registro Civil ni en la escuela ni en ningún lado porque esto no es una patología, no es una enfermedad. Lo hago para fortalecerla, para que no se debilite por presión de la sociedad, que muchas veces discrimina, maltrata o esconde.
En este tramo de la nota, Eugenio resaltó que lo que se persigue es que la niña “viva su infancia del modo más natural y sano posible”. Valeria asintió: “tiene que tener una infancia como cualquier chica de su edad, es lo único que me interesa”.
Almirón también pide que se visibilice a la niñez trans y que el Estado destine el presupuesto que corresponde y que establece la ley.
En este marco, Valeria hizo mención a algunos obstáculos que encontró en estamentos institucionales o del Estado. Por ejemplo, en el Registro Civil le dijeron que “hasta los 14 años no podían hacer nada, entonces les llevé la ley y les expliqué que cuando es menor de edad tiene que tener el consentimiento de los padres”.
También advirtió sobre los conflictos que aparecen en el sistema sanitario, ante la falta de especialistas de niñez trans. Y pidió por esto.
– ¿Qué les dirías a las mamás y a los papás que no aceptan a sus hijos o hijas?
– Que los acompañen, contengan, escuchen. Es tu sangre, tu carne, acompañá, escuchá, investigá, pero sobre todo dale amor, si no lo largás a la vida y puede seguir cualquier rumbo. Creo que ninguna mamá trae al mundo a un hijo para dejarlo tirado en la calle. Podes tener la mente cerrada, pero es tu hijo, entonces abrí el corazón.
También planteó que se enseñe a los chicos a no discriminar. “En este mundo se discrimina todo, por cualquier cosa. Si no podés aceptar algo porque tenés la mente cerrada, bueno, bárbaro, pero respetá. Enseñen a los niños a respetar, a que no agredan verbal ni físicamente, que no digan cosas que dañan”, finalizó.