
Teresa Sandoval es enfermera profesional y cuidadora domiciliaria. Desde que se recibió, hace casi una década, espera que la contraten en la Municipalidad. Dado que no tiene respuestas, se pregunta si la razón es su raza

hambre
“Yo no puedo afirmar que me discriminan por kolla, me gustaría que me lo digan ellos. Pero no puedo más que preguntarme por qué después de tantos años, no me dan una oportunidad laboral”, dijo Teresa Sandoval a EL DIARIO.
Ella decidió salir adelante por el camino que recomiendan: la capacitación. Así fue que sola, con una hija a cargo, decidió estudiar para mejorar su presente y su futuro.
Mientras limpiaba casas y vendía panes para ganarse la vida -tarea que sigue haciendo hoy- hizo un curso certificado por PAMI de cuidadora domiciliaria polivalente, es decir, para atender a personas mayores o con discapacidad.
Después, siguió adelante y “resistió”, como ella misma define, los estudios terciarios haciendo la carrera de Enfermería en la Cruz Roja de Villa María. “Empezamos 70 y terminamos 26”.
Con título en mano desde 2008, empezó a buscar trabajo. “Me iba a todos los barrios donde estaba Don (Eduardo) Accastello, cuando era intendente, y le entregaba un Currículum”, recordó.
Finalmente, le llegó una oportunidad en el Hogar de Ancianos que, a pedido de su superior, terminó a los dos meses de iniciada, sin tener una sola crítica a su desempeño laboral.
“Seguí peregrinando por un trabajo. En una oportunidad, cuando el actual intendente estaba en algo de la Universidad, me preguntó si estaba trabajando y yo le dije que no. Me prometió ayudarme”, recordó.
“Hace un año conseguí una entrevista con él y me dijo que me iban a llamar. Aún estoy esperando”, señaló.
¿Por qué?
Una pregunta ronda en su cabeza: “¿Por qué no me dan trabajo formal y estable, si yo me capacité para eso?”.
“He visto en todo este tiempo contratar a muchísimas enfermeras sin que me llamaran, a pesar que entregué tantas veces mi Currículum a funcionarios municipales, que deben haber llenado varios cestos de papeles”, señaló.
“Primero pensaba que era por la edad. Yo me recibí a los 45 años, pero hace poco, una compañera de mi promoción y de mi edad, entró a trabajar en el dispensario de La Calera, mi barrio. Es decir, que siguen contratando gente”.
La otra respuesta a su pregunta es la raza: “En mi fuero íntimo, creo que por no tener rasgos europeos, no me consideran apta”, planteó.
Recuerda, casi de memoria, porque lo ha citado en todas las cartas de solicitud de empleo, el artículo 16 de la Constitución Nacional: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad… y yo me considero idónea para trabajar en salud”.
Por esa razón, decidió que, en caso de no tener una respuesta de las autoridades locales, el 19 de abril, Día del Aborigen Americano, iniciará una huelga de hambre frente a la Municipalidad.
Su historia
Teresa Reina nació en Jujuy, en un hogar humilde. Su madre era jornalera y recuerda con alegría algo que a todos nos puede parecer un sacrificio extremo, como fueron las caminatas de cinco kilómetros diarios de ida y otros tantos de regreso para ir a la escuela.
Con el tiempo, se fue a vivir a Buenos Aires donde trabajaba como costurera en fábricas textiles.
“Cuando mi única hija cumplía cinco años, quería que tuviera la libertad que disfrutábamos nosotros al ir y venir de la escuela. En Buenos Aires, con tanta violencia social, no iba a poder ser, por eso pensé en venir a Villa María, de donde es el papá de mi hija”, planteó.
Tenía 35 años y no dudó en volver a empezar. Sin embargo, el camino en esta ciudad estuvo lleno de escollos. “Vendía panes, roscas, limpiaba casas. Así pude estudiar y hacer estudiar a mi hija”, relató.
Siempre habló con orgullo sobre su raza: “Yo pertenezco al kolla suyo, que es una de las naciones de mis raíces, la que se extendió hasta Catamarca”.
Sin embargo, ha recibido en no pocas ocasiones actitudes discriminatorias: “Volvete a tu país”, le dijeron en alguna oportunidad, sin saber que su país no es otro que Argentina.
Hoy no piensa bajar los brazos: a sus 54 años anhela ese trabajo formal. “Yo no sé si por mi forma de ser, porque no suplico, no voy a militar para un partido que no crea ni voy a andar pidiendo perdón por ser kolla. Yo creo que un trabajo es un derecho y espero que así lo entiendan las personas que me representan”. “Ellos me dieron su palabra: en mi pueblo, la palabra vale más que lo escrito y quiero que hagan honor de lo que prometieron”, concluyó.