
Cuando Camilo necesita ir a pasear, cuando Manchita tiene mucho calor, cuando Canela tiene hambre… ¡alarma en el celular! Saber qué siente tu mascota está al alcance de tu smartphone. Con sensores que recopilan datos y los envían al teléfono, los dueños de Camilo, Manchita y Canela tienen más herramientas para poder leer (al fin) el pensamiento de su animal favorito. El conjunto de tecnologías conocido como Internet de las cosas (IOT, su sigla en inglés) ha llegado para quedarse y las mascotas no se escapan de este cambio. Un boom de wearables (tecnologías que se llevan puestas como una prenda o complemento) ha irrumpido para múltiples utilidades. Tenerlas localizadas es la principal utilidad, pero ya es antigua.
Ahora se puede saber si el perro ha pasado un día aburrido o si el gato ha comido demasiado pienso y se arriesga a padecer una enfermedad. La sofisticación llega a la granja donde ya se vaticina el momento exacto en que una vaca va a parir. Usuarios y expertos en el ámbito doméstico se debaten entre la expectación y el escepticismo. En la investigación y la ganadería, no dudan ya de la eficacia del IOT para abaratar costas y facilitar procesos.
Leer el pensamiento
Kyon Pet Tracker, por ejemplo, está entre los productos más avanzados a punto de largarse al mercado en Europa. Es (aparentemente) un collar para perros que la startup griega que le da nombre presentará el próximo enero en el Consumer Electronics Show de Las Vegas. Sin embargo, unas luces led lo delatan como algo más complejo. De partida, funciona como un fitbit (la pulsera que arrasa entre runners y deportistas techies) para canes, pero va más lejos. El aro, que se sujeta al cuello, detecta cualquier movimiento del cuerpo con un acelerómetro de nueve ejes, un chip que incluye un giroscopio, magnetómetro y altímetro. Tanta tecnología al lomo del animal no sólo permite conocer su ubicación (incluyendo la planta del edificio en el que podría estar), sino también calcular la tasa de actividad diaria que, junto a otros parámetros captados con más sensores (como temperatura corporal), permite concluir cuál es el estado de ánimo.
La “interpretación” aparece en forma de mensaje en el móvil y en los leds del collar tratando de mostrar cuál sería el pensamiento del animal: “¡Necesito pasear!”, por ejemplo.
Estos artilugios tienen otras funciones útiles basadas en datos más objetivos, como la temperatura del animal, que, comparada también con la temperatura exterior, puede ser decisiva para prevenir golpes de calor, cada vez más comunes entre los perros. El collar permite también enseñar al can. El aparato es capaz de emitir molestos ultrasonidos que se activan ante la repetición de ladridos. El perro aprende a callar al asociar la respuesta a sus ladridos con una especie de castigo. El más allá de esta función es que se activa sola cuando el collar detecta, por bluetooth, un perro de otra raza (si lleva el mismo collar, claro) con el que podría pelearse.
“Los perros nos dicen mucho más de lo que nos imaginamos. Pero no podemos confundir estas cosas. A veces creemos que está en un estado anímico y en realidad es otro. Es como los chimpancés, que cuando parece que están sonriendo, en realidad lo que padecen es un estado de pánico”, dicen los expertos.