Ellos desconocen las historias de drogas y delincuencia, aunque muchas veces los hacen participar en ese mundo cruel donde no nacieron para estar.
Los perros suelen sufrir seguido la mano dura del hombre, pero quizás nunca sepan el porqué. Ellos simplemente aman y son fieles.
Una y mil veces se repite en este suplemento lo que está llamado a ser una regla perruna, la del “amor del animal”, porque una y mil veces se repite en la vida.
Se dio en los últimos días en Tucumán y la imagen recorrió el país.
Es la imagen del perro del cura Juan Viroche, que aún lo sigue esperando en la puerta de su iglesia, donde el sacerdote se quitó la vida.
El animal era uno de los mimados de Viroche, cuya muerte se investiga. Y, si bien la parroquia sigue cerrada desde el trágico hecho, el can permanece allí esperando su regreso.
Desde que el religioso apareció ahorcado, luego de denunciar bandas narcos en esa provincia, su mascota continúa recostado frente a la iglesia, esperando a que Viroche regrese.
Según contaron algunos vecinos, “el perro era el mimado del cura”. El animal, de color beige, duerme la mayor parte del tiempo y muchos creen que está triste.
El perro duerme en una improvisada cucha que se hizo con uno de los carteles que utilizaron los vecinos para marchar y pedir por el esclarecimiento de la muerte del sacerdote que había denunciado amenazas de bandas narcos a las que había denunciado. “Nosotros no sabemos el nombre. El cura sólo chiflaba y él venía junto con otro perro que quedó dentro del predio de la iglesia”, contaron a este medio vecinos que también buscan respuestas a una muerte que los conmovió.
La mayor parte del tiempo duerme y cuando abre los ojos, la mirada triste se hace presente. Los gritos de los que ocasionalmente pasan por el frente de la iglesia lo alertan, y a los pocos minutos vuelve a su posición y a la vigilia constante, que ya lleva seis días.
Además, los vecinos aseguran que “a veces se levanta, da vueltas por la zona, merodea la iglesia. Lo sigue esperando al cura”.
Quizás únicamente Viroche conocía el nombre del can. Tal vez el perro hasta era testigo fiel de lo que el cura denunciaba. Nunca se podrá saber.
Mientras él espera, el mundo sigue cometiendo crueldades. Una parte busca la salvación del planeta, otros simplemente la salvación individual -con todo lo que eso conlleva- y otros no buscan nada, están perdidos.
Son unas horas de siesta frente a la iglesia del perro, mientras aquellos que mueren son los que denuncian hechos atroces y sobreviven los que cometen atrocidades.