La médica Liliana Maldonado relató la triste experiencia de lidiar con la burocracia para conseguir un fármaco fundamental para su calidad de vida luego de haber sufrido un cáncer. “Es algo inhumano, lo digo como paciente y como profesional”, expresó
Aún así llegando hasta el final de esta nota no se podrá tener ni una mínima idea de los dolores que Liliana Maldonado (56) sufre por haber atravesado el tratamiento contra un cáncer de cuello de útero. Sumado a eso, el padecimiento por conseguir la droga necesaria para aliviar esos sentires, para los que ya la morfina no es suficiente.
Por eso desde febrero pasado intenta conseguir mediante la mutual Apross los parches de fentanilo, un medicamento analgésico perteneciente al grupo de los narcóticos, que tienen un costo de $5.000 la caja de cinco unidades.
“El estado de nervios acentúa el dolor, cuando el paciente tendría que estar tranquilo, sedado para que la medicación haga efecto, se suma la angustia de no conseguir la medicación adecuada… es algo inhumano, te lo digo como paciente y como médica”, relató Liliana, que durante años trabajó en distintas dependencias de salud de los barrios villamarienses desde el paradigma social de la medicina.
“El precio que hay que pagar para seguir vivo es muy alto, encima si hay insensibilidad del otro lado… ¿se creen que están exentos de esta maldita enfermedad?”, expresó con angustia.
Pero -lamentablemente- no es la primera mala experiencia con la Apross, sino que en 2009, al inicio de la enfermedad, Liliana dijo “tener la suerte” de que el médico que la atendía le proveyó la medicación oncológica previa a la radiación, ya que la mutual la consiguió justo el último día del tratamiento.
“Con este manejo burocrático hubiera estado seis semanas esperando, que fue lo que duró el tratamiento”, señaló.
Una larga espera
Liliana detalló que primero le informaron desde la farmacia que la receta tenía un error, por lo que ya en marzo enviaron nuevamente el pedido “con una marca de laboratorio que había disponible”, según comentó ella misma.
“Hoy (por ayer) hablé a la farmacia para ver si había alguna novedad porque el paso de la autorización estaba listo… ni que vinieran caminando podrían demorar tanto. Estando la medicación autorizada y en disponibilidad el medicamento, ¿cómo puede demorar tanto un trámite para enviar una medicación gratuita?”, se lamentó.
El Estado, a su vez, le niega una pensión por invalidez -sus dolores no le permiten a veces ni levantarse de la cama- y solo consiguió el porcentaje necesario para considerar una discapacidad y recibir la retribución correspondiente.
“No se trata de una droga, se trata de dolor”, sentenció. Una declaración contundente que determina que el Estado sigue haciendo agua.