Malena Pichot, Charo López, Ana Carolina y Vanesa Strauch coronaron el jueves un show de stand up con interesantes reflexiones
Acaso, desde el programa de la obra, cuya estética aludía a la antigua usanza de las gráficas teatrales, el espectador podía prever con qué se iba a encontrar dentro de la sala.
“Practicando en escena el feminismo, la noción radical de que la mujer es Persona”, rezaba el afiche, referenciando al título del espectáculo de stand up que llegaba por primera vez a la ciudad.
Cuatro mujeres, algunas más reconocidas que otras, venían a desestructurar, con entusiasta incorrección y celebrada desfachatez, las convenciones sociales y culturales que circulan como abrojos del lenguaje en los vasos comunicantes del “statu quo”.
Ya sea desde una mirada crítica y socarrona sobre la ponderación mediática de la farándula vernácula (que realizara Vanesa Strauch, demoliendo los títulos catástrofe de auténticas nimiedades), pasando por la reivindicación de las muchas veces velada masturbación femenina y la puesta en consideración de las letras machistas del reggaetón (a cargo de Charo López), hasta abordar desde la ironía una realidad flagelante e internalizada desde lo cotidiano como la violencia de género (por Malena Pichot, otrora “La Loca de Mierda”, a quien se esperaba mayor duración de su performance), o reflexionar sobre la sexualidad binaria de la cual todavía nos aferramos a pesar de creernos en la vanguardia del Siglo XXI (aportes de la extraordinaria Ana Carolina, quien vive y padece tales cuestionamientos en el día a día).
Los monólogos respectivos podían surfear por derivas surrealistas (como la alocada “historia familiar” de Charo López) o cómicas de explícita procacidad. Pero la intención estaba clara: el contenido subyacente apuntaba a concientizar sobre temáticas actuales. A la par de las mencionadas, Ana Carolina -acaso la más frontal y quien terminó cruzándose el escenario completamente desnuda al momento de los aplausos- planteó la despenalización de la marihuana (dado que “no lubrica los resortes del capitalismo como sí lo hace la cocaína”), al igual que la del aborto.
El cierre, más bizarro todavía, comprendió un minishow canturreado de Strauch, como vedette-travesti, un desfile de “modelos” y un musical titulado “Todos somos prostitutas”, dando cuenta de la necesidad de “transar” con la sociedad ante diversas circunstancias. Alrededor de 350 personas, en su mayoría mujeres, asistieron a la función brindada el pasado jueves en el Verdi.
Juan Ramón Seia