Las montoneras son aquellas milicias que se rebelan contra la autoridad, integradas por gauchos y lideradas por caudillos que habían sido soldados en las guerras de la independencia, se levantan por todo el interior
Escribe Luciano Pereyra
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Primero será contra la expedición de Paunero y después contra la guerra del Paraguay. Angel Vicente Peñaloza encabeza él mismo la montonera, después de su muerte será Felipe Varela.
La historiadora riocuartense Marcela Tamagnini afirma que en la década de 1860 las relaciones interétnicas entre indios y cristianos se complejizan con el vínculo cada vez más evidente entre las montoneras y los malones. Existió una resistencia conjunta entre el gauchaje y los ranqueles ante el Estado nacional, por ejemplo, los estallidos simultáneos, los indios montoneros o la recepción de desertores o derrotados. En los partes de Paunero se observa una mirada similar hacia los dos problemas.
José Ortiz explicaba a Mitre la relación entre los alzamientos interétnicos:
“…sabiendo hoy con seguridad que Felipe Saa y el Chacho han pasado por Las Lagunas, provincia de San Luis, internándose tierra adentro, sin duda a movilizar a los indios de Mariano…” (Mitre 1911).
Según Régulo Martínez en noviembre del 64 el sargento Luengo reconocía:
“…yo no me aflijo mucho porque no será extraño que entre esos indios venga alguno de los nuestros…”.
En septiembre de 1863 Baigorria exponía a Mitre su pensamiento sobre los estallidos simultáneos:
“…tengo el honor de considerarme su mejor amigo, decirle confidencialmente que si le fuese posible y a toda costa poner término a la destrucción de los Ranqueles, pues yo veo que cada día van creando más cuerpo esos enemigos, y como yo lo considero a Mariano (Rosas) de mutuo acuerdo con los montoneros de La Rioja y San Luis. Es que estos últimos se alimentan y sostienen en la depravada guerra que llevan adelante, tanto montoneros como Ranqueles…” (Mitre, 1911).
Josef Simón Luengo, el montonero cordobés, nació en la ciudad de Córdoba el 27 de octubre de 1825, eterno disidente del orden establecido por el liberalismo y esforzado luchador de la causa federal, fue tempranamente empujado por la historia oficial al purgatorio de los anales policiales, de donde no pudo salir. Ni una calle de Córdoba lleva el nombre de quien tanto luchó por ella. La sangre de Urquiza lo condenó injustamente al olvido.
Sobre la sublevación que protagonizó en 1863 Eusebio Bedoya contaba a Mitre:
“…supongo a usted instruido ya de como un cabo o sargento Luengo, con diez hombres de la guardia y los presos de la cárcel, hizo una revolución que dio en tierra con el gobierno del doctor Posse. Esta revolución sin jefe y sin bandera resultado natural de la opresión que pesaba sobre el pueblo, pudo haber sido sofocada en el acto no por Posse que ni tiene corazón, ni habría tenido un hombre que lo ayudase…” (Mitre 1911).
Mitre replicaba:
“…por lo que respecta a los sucesos ocurridos en esa ciudad a consecuencia de la rebelión encabezada por el sargento Luengo, siento decirle que aun cuando deploro esas ocurrencias, creo deber abstenerme de influir directa o indirectamente en la política casera, así es que nada tengo que hacer por mi parte…” (Mitre 1911).
En la rebelión de 1867, con una suma de dinero incautada a la Nación, abonó sueldos y gratificaciones a jefes y oficiales de la guarnición local sin atribuirse un solo peso a sí mismo. Seis en doce años de lucha fueron los hechos de armas que le dieron fama al comandante orillero de Córdoba.
¿Cuál era el secreto de la efectividad de este hombre singular en sus tentativas victoriosas de derribar gobernadores?
No la fuerza de la montonera, como en Facundo o Estanislao López, porque “Córdoba no le dio montoneras a Luengo”, “encontrará prosélitos en la ciudad y sus contornos, algún medio centenar de pardos artesanos, contados vecinos de las quintas, desde luego sus compadres y ahijados y más de un asiduo contertulio de las innumerables esquinas de dudosa trastienda”, así como miembros de las pandillas rivales de abajeños y arribeños de los suburbios. En el interior provincial encontró eco en José Victorio López, líder en Villa Nueva. Simón Luengo fue el encargado de comandar la partida que se dirigirá al Palacio San José a tomar prisionero al gobernador; a las siete y media se produce el ataque. Urquiza se resiste a balazos y los rebeldes lo ultiman y huyen sin llevarse absolutamente nada. A mediados de junio de 1872 clandestinamente de regreso a Córdoba, desde la sencilla casa de su amigo Manuel Palacios, dos leguas y media al sur de la ciudad, donde se encuentra refugiado, planea un golpe contra el gobernador liberal de Juan Antonio Alvarez, que será parte de un plan nacional revolucionario contra la Presidencia de Sarmiento.
El Gobierno cordobés descubre el complot y manda a arrestar al coronel. Rodeado por la partida policial de Gerónimo Rodríguez, Luengo intenta huir en la oscuridad cubriendo su retirada a balazos. Es alcanzado por Rodríguez en persona, quien lo sablea de atrás. Cae y es ultimado a tiros y culatazos por los miembros de la partida. De acuerdo al relato de sus hijos y allegados, en la madrugada del 26 de junio de 1872. El parte oficial fue el de siempre. “Ajusticiado mientras trataba de fugarse”. Su cuerpo recibió la autopsia en el Hospital San Roque, para ser trasladado a su última morada en el cementerio de San Jerónimo. El cortejo fúnebre sumaba una concurrencia de cuatro mil personas. Rostros de tristeza y bronca; rostros de hombres y mujeres de los suburbios marginados.
El 12 de octubre de 1862, en una fecha muy representativa para la “civilización” asumió la Presidencia de la Nación, Bartolomé Mitre. Destruida en Pavón la hegemonía nacional del federalismo por la traición de Urquiza, y siendo presidente Bartolomé Mitre, Simón Luengo y su mentor político, José Pío Achával, se lanzan a la acción por segunda vez. Angel “el Chacho” Peñaloza representaba los intereses populares en la guerra de “montoneras”, guerra de rebeldía contra el centralismo, el liberalismo y el proyecto de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Ante esta situación la guerra fue de exterminio, de crueldad, lejos de la palabra “pacificación” muy utilizada por los adalides del degüello y del cepo colombiano. En Córdoba los federales, en vano, esperaban la reacción de Justo José de Urquiza. Quien reaccionó fue el Chacho, ingresando a la provincia por los departamentos del oeste, desde La Rioja y apoyado por Simón Luengo.
Proclama del Chacho.
“…el viejo soldado de la Patria os llama en nombre de la ley y la nación entera para combatir y hacer desaparecer los males que aquejan nuestra Patria y para repeler con vuestros reales esfuerzos a sus tiranos opresores… guardias nacionales de los pueblos todos, al abrir esta campaña no olvidéis que vais en busca de hermanos que el suelo todo que vais a pisar es argentino y que el pendón de la nacionalidad no lleva el lema de sangre y exterminio, no, la sangre argentina debe economizarse.
Contad conmigo que no os abandonaré, antes si seré el primero en sacrificarme y rendir hasta el último aliento de mi vida en las alas de la Patria…”.
Paunero, gobernador de Córdoba
Wenceslao Paunero, nació en Colonia del Sacramento (Uruguay) el 29 de septiembre de 1805, murió en Río de Janeiro en 1871, sus restos fueron repatriados en 1891 y actualmente se encuentran en el cementerio de la Recoleta. Participó de la batalla de Ituzaingó a las órdenes de José María Paz, luego de las batallas de la Tablada y Oncantivo. También en la batalla de San Roque donde Paz derrota a Juan Bautista Bustos. En la época de Rosas, estuvo exiliado en Bolivia y Chile, allí conoció a Mitre y Sarmiento. En su regreso se unió a Urquiza en la batalla de Caseros y luego lo enfrenta en Cepeda y Pavón. Fue nombrado comandante del primer cuerpo de Ejército interviniendo en Córdoba, San Luis y Mendoza. Con 60 años encabezó el Cuerpo de Ejército que se acantonó en Villa Nueva.
Asumió la Gobernación de Córdoba el 28 de febrero de 1862, luego de permanecer desde el 21 de diciembre de 1861 en Villa Nueva con el Ejército porteño, donde Domingo Faustino Sarmiento fue su auditor de guerra y mientras la Legislatura nombraba como gobernador al coronel tucumano Marcos Paz, recibió el poder a regañadientes porque era un interventor al cual poco le importaba permanecer en una provincia hostil a su figura. Para el nuevo gobernador fue algo desagradable resistir la presión y la apatía de un pueblo que lo veía como un extraño. Paunero fue el enviado de Mitre para la “Reorganización y Pacificación”, como se llamó a la expedición punitiva al interior de Córdoba.
Según su biógrafo, Lascano Quintana,
“…su misión era extender los resultados del triunfo de Pavón a todo el territorio, tarea en la cual se vería enfrentado con gobernantes cultos, caudillos iletrados, paisanos honestos y deshonestos, bandidos e indios alzados…”. De la misma manera justifica la matanza de Cañada de Gómez:
“…escarmiento en nombre de la libertad, la igualdad y el progreso de todos…”.
Mitre se sinceraba con el ministro Eduardo Costa:
“veo que, en efecto es muy profunda la división que existe en los partidos en Córdoba y considero muy difícil que puedan ponerse de acuerdo en el candidato…”.
En muchas ocasiones Urquiza pudo aplastar militarmente a Buenos Aires, especialmente luego de la batalla de Cepeda y, sin embargo, prefirió la conciliación y su rearme. Nunca quedó clara su posición en la batalla de Pavón, donde se disuelve definitivamente la Confederación. Los estancieros entrerrianos no tenían que seguir acompañando al interior, Urquiza deja librado a su suerte al interior frente a los batallones porteños.
En carta a Mitre le recuerda:
“…me basta que usted haya reconocido que podía yo prolongar la guerra y que sería muy empeñada y sangrienta…” (archivo Mitre tomo X, p 136).
En noviembre se produjo el asesinato del Chacho Peñaloza. Mitre, uno de los autores intelectuales, se defendía:
“…es de sentir la ejecución de Peñaloza en la forma en que ha sido hecha, pues aunque este caudillo fuese criminal ante las leyes, solo a la Justicia tocaba aplicar la pena, y es por esto que he desaprobado tal ejecución, no obstante la desaparición de ese caudillo afirma más la paz en el interior de la República…”.
La muerte del Chacho
Paunero sobre la muerte del Chacho, 22 de noviembre:
“…agradezco en los momentos de respiro que me deja el desenlace feliz de esta guerra de montoneros que al fin terminó con la muerte del Chacho…” (Mitre, 1911).
Mientras los partidos políticos endurecían cada vez más sus posturas, incluso dentro del mismo seno liberal, la frontera volvió a conmoverse con los malones. Invasiones recíprocas entre indios y cristianos, que cada vez tenían mayor connotación política.
Recordemos que muchos exiliados políticos encabezaban estas partidas. En octubre del mismo año Roque Ferreyra delega en José Alejo Román, para recorrer la provincia y realizar obras que fueron opacadas por el asesinato de Justiniano Posse, tapado por los medios escritos con el anuncio del comienzo de la obra del ferrocarril, la epidemia de cólera o el comienzo de la guerra con el Paraguay.