
En la zona de Las Magnolias y Los Ceibales persisten los problemas porque algunas familias sostienen que la comunidad paraguaya no respeta las normas básicas de convivencia

“Esto es desesperante, frustrante. Nos costó mucho hacer nuestra casa, no pudimos hacerla como queríamos porque tuvimos que levantar una tapia al frente para amortiguar los ruidos y no podemos usar el patio”.
Son palabras de María, una mujer que reside en Las Magnolias al 300 en el barrio Las Acacias. Esa zona sigue al rojo vivo, en el marco de un conflicto que ya lleva tres años.
Ocurre que al menos tres familias del sector dicen estar agotadas de los hábitos que tienen ciudadanos de nacionalidad paraguaya que años atrás ocuparon terrenos y fueron levantando sus hogares. Según quienes se quejan, los paraguayos tienen siempre, hasta altas horas de la noche, la música a todo volumen.
El cuadro ya es conocido públicamente, ha tenido repercusión periodística, intervino el municipio y hubo reuniones en la Auditoría General, dependencia desde la cual tiempo atrás se informó que se había llegado a un acuerdo de convivencia.
Sin embargo, los vecinos que iniciaron nuevamente en el año 2014 el reclamo aseguraron que nada cambió y que persisten los ruidos molestos.
María dialogó con EL DIARIO mostrándose compungida por la situación y dijo estar desilusionada del rol asumido por la Defensoría en el tema.
“Buscaron ponernos en un lugar de discriminadores, cuando no es cierto. Quienes me conocen saben cómo soy. Esto no pasa por ser de origen humilde, yo cuando era chica fui pobre y durante muchos años estuve en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes trabajando con personas humildes”, aclaró.
Su esposo Martín también objetó esa mirada por parte de la Auditoría General. “Nos dijeron que podíamos ser denunciados por discriminación. Esto no es discriminación. Nosotros queremos vivir en paz, sólo eso”, remarcó.
Otra vecina, que reside en calles Los Ceibales, y A. D. Mie, también se expresaron angustiadas. “Hemos tratado de llegar a una solución en la Auditoría, pero continuaron con la música fuerte, ya no sabemos qué hacer. No hubo cambios. Hemos reclamado de mil formas sin respuestas, no se puede vivir”, declararon a este diario.
Señalaron que lo único que buscan “es vivir en paz”. “Nosotros hacemos todo dentro de nuestras viviendas, sin perjudicar al resto. Tengo hijos adolescentes a los que no los dejo poner la música fuerte para respetar a los demás”, ilustró.
Resaltó que, contrariamente, sus vecinos paraguayos “viven en una comunidad a la que no le interesa el resto, hacen lo que quieren y que los demás se las aguanten; no es justo”.
Las familias que se vienen quejando hace mucho tiempo por esta situación advirtieron que la intervención municipal y de la auditora Alicia Peressutti nunca dio sus frutos. Al contrario, uno de los que habló con este matutino cree que los paraguayos “tienen protección política”.
Comentaron que la Policía ha llegado al sector en numerosas oportunidades pero que ni bien se retira, vuelve la música a alto volumen. “A nosotros nos da vergüenza que tenga que venir la Policía por esto, con todos los problemas graves que hay en otros lugares, esto se tiene que solucionar dialogando y con ellos entendiendo que no pueden vivir así, pero no lo hemos logrado”, dijo Martín.
“Uno cumple con el pago de impuestos de la casa, no molesta a nadie y, sin embargo, vive mal”, expresaron.
María y Martín contaron que en la reunión en la Auditoría, los paraguayos se quejaron por el taller de pintura que la familia tiene. “No molestamos a nadie, sólo se trabaja”, afirmó él.
“Ellos siempre se sienten atacados por nosotros porque no los saludamos. ¿Cómo vamos a tener ganas de saludarlos cuando nos vuelven locos, nos llegaron a atacar a piedrazos y tuvimos que modificar la estructura de casa para poder frenar un poco el ruido, mientras todo el tiempo te están provocando?”, expresó el hombre.
“Es desesperante, todo el tiempo es el parlante en el oído, 12 horas por día. Dormimos la siesta con protectores auditivos. Así no se puede vivir”, aseguró el matrimonio.
Precisaron que los domingos arranca la reunión con música alta a las 8.30 y se extiende hasta la 1 ó 2 de la madrugada del lunes. “Los días de la semana están así hasta las 10 de la noche”, añadieron.
Otra vecina dijo que le envió un mensaje al intendente Martín Gill, “pero hasta ahora no vemos ningún cambio”.
“Nosotros no vamos a mentir haciéndole frente a 150 personas, somos tres familias haciéndole frente a 150 personas con apoyo político. No podemos vivir más así, es insoportable”, concluyeron.