La definición ortodoxa de orden deja muy claro que este concepto no es algo natural, sino fruto de una convención: “Manera de estar colocadas las cosas en el espacio, según un determinado criterio o una determinada norma». La norma que siguen varios proyectos de la actualidad no es solo ocultar los objetos a la vista, sino también integrar las piezas que contienen estos objetos en la propia arquitectura, de forma que pasen desapercibidas.
El concepto moderno de orden tiene más que ver con la ausencia de objetos a la vista que con el exceso de estos. En muchos hogares contemporáneos se tiende más a la ocultación que a la exhibición. Los espacios limpios nos relajan y reconfortan al crearnos la impresión de que el caos no reina en nuestras vidas domésticas, que todo tiene su sitio. El diseño de interiores navega en este sentido.
Cuando se trata de muebles de almacenaje la funcionalidad es el objetivo número uno, aunque no por ello un buen arquitecto o diseñador deja de lado la estética.
Se trata de muebles que se integran en la arquitectura, que no tienen un afán protagonista, que transmiten discreción y armonía. Están destinados a aprovechar, en el sentido más amplio de la palabra, esos “vacíos” que genera la arquitectura, como son los huecos en las cajas de las escaleras o los retranqueos en los muros.
En otros casos, dotan a paredes o suelos de un doble fondo para el almacenamiento, pero prescindiendo de tiradores, molduras o cualquier elemento visual para así poder camuflarse y no destacar. No son piezas de mobiliario diseñadas para atraer la mirada, sin embargo nos admira el ejercicio de buen diseño que hay detrás de todas ellas. Las buenas ideas fueron siempre los mejores ejercicios de decoración.