Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
1) El arroyo y sus preseas: cruza suave y danzarín el Arroyo Tanti, atravesando de punta a punta la aldea con la que comparte nombre y bellezas. En su deambular, potencia los típicos paisajes marca Córdoba, de montañas inspiradoras, alfombras de arena, rocas y ollas para zambullirse cuando el clima acompaña, y contemplar cuando no.
A su vera, se dispersan una muy buena cantidad de balnearios, ideales para disfrutar la estampa al mil por cien. Al respecto, sobresalen espacios como La Isla, La Olla, Villa Douma, Diquecito, Los Arboles, Sans Souci y El Remanso (hay todavía más fuera del ejido urbano).
2) Cascadas: hijas del correr del agua, tan generosa en estas latitudes gracias a la cercanía de las Sierras Grandes, son las cascadas. Las hay de a montones en la localidad perteneciente al Valle de Punilla, de todos los tamaños y formas, aunque son tres las que se destacan sobre el resto: La Cascada (de 8 metros de altura, está ubicada en las cercanías de El Diquecito), Piedras Lisas (que combina con una esplendorosa olla) y sobre todo Los Chorrillos.
Esta última descansa en las inmediaciones de Villa Flor Serrana, unos siete kilómetros al sur de Tanti, y está considerada como la más alta de toda la provincia. Más de 100 metros tiene la caída, impulsada por el Arroyo Cristal.
Caminatas: Los Chorrillos, saca a la luz otra de las propuestas de Tanti: las caminatas. Y es que para llegar a la cascada, hacen faltan unas dos horas de marcha (solo ida), por la reserva natural que lleva el título del salto de agua. Vale la pena el esfuerzo, que regala postales de tierra adentro, más vistas montañosas y compañía de romerillos, talas, orcos quebrachos, frutales e incluso cactus, por solo citar algunas especies vegetales de la región.
En el rubro paseos a pie, o “trekking”, también hace falta nombrar al que lleva al vecino poblado de El Durazno (a ocho kilómetros de distancia, con sus características casonas de veraneo de principios de siglo XX), el de Cerro Blanco (una estancia privada pero abierta a los turistas, que permite llegar hasta la esencia del correntoso río Yuspe) y los que conectan con el ya citado Piedras Lisas y el Pozo del Indio (a 2 y 5 kilómetros, respectivamente, ambos ubicados en la zona naciente del arroyo Tanti, rodeados de hermosas pinturas naturales) y la Cueva de los Helechos (especie de socavón que ostenta cantidad de helechos).
Escapada a Los Gigantes: claro que si lo que el viajero busca son caminatas de mayor envergadura, nada como dirigir cuerpo y sentido al cercano macizo Los Gigantes (35 kilómetros al norte, por ruta de tierra). En las estribaciones de las Sierras Grandes, surge un surtido de circuitos para realizar. Los hay para todos los niveles de exigencia, algunos de unas pocas horas de duración y otros de varios días.
Ejemplos célebres son El Mogote, Valle de Los Lisos y cerro de La Cruz. En Los Gigantes, cadena que alcanza los casi 2.400 metros de altura sobre el nivel del mar en algunos sectores, está permitido el camping libre (obviamente en espacios agrestes y sin servicios). Asimismo, existe la opción de hospedarse en refugios de montaña.
El cordero, una delicia autóctona: los habitantes de Tanti se sienten orgullosos de las beldades con las que comparten días y noches, y también de uno de los productos gastronómicos que es emblema del municipio: el llamado cordero serrano. Una delicia que usualmente se cocina a la cruz, y que se sirve en los distintos restaurantes del pueblo. Muchas veces, se puede incluso conseguir en forma de creaciones culinarias como empanadas, brochettes y guisos.
La crianza de ovinos en la zona nació con los primeros asentamientos criollos y, desde entonces, la calidad de la carne no hizo más que mejorar. Aquella tradición se aprecia con mayor fuerza a mediados del mes de febrero, con la celebración de la Fiesta Provincial del Cordero Serrano.
UBICACION: Suroeste del Valle de Punilla
DISTANCIAS: 200 kilómetros al noroeste de Villa María, 15 al noroeste de Villa Carlos Paz
POBLACION: 7.000 habitantes
RUTA alternativa – Mister Wimbledon
Por el Peregrino Impertinente
Al realizar periplos por las grandes ciudades del planeta Tierra, uno no sólo debe disfrutar de impresionantes íconos arquitectónicos, inspiradores espacios culturales, asombrosos ambientes urbanos y noches de descontrol seguidas de arrepentimientos varios, del tipo “no me tendría que haber ido a dormir con esa morocha despampanante que se llamaba Juan Carlos”. Lo sabe el buen viajero, a quien también lo atraen los eventos deportivos de fuste.
Como, por ejemplo, Wimbledon. El campeonato de tenis más antiguo y prestigioso del mundo, que tiene lugar en el barrio de Londres que le da nombre cada meridiano de año. Justo en la época en que en tierras criollas, tan frías, estamos más ocupados en secuestrar a algún marqués y pedir rescate para poder pagar la boleta del gas, que otra cosa.
El torneo tiene lugar en el All England Lawn Tennis and Croquet Club. Espectacular y exclusivo complejo que con su solo nombre ya impacta. Aunque hay que saber que, muchas veces, los motes extravagantes mienten. Que lo digan si no quienes pisan por primera vez centros culturales y deportivos vernáculos de títulos rimbombantes, como el “Saint Laurence of Las Playas”, el “Central Union of Rucci Street” o el todavía más ilustre “The Pellegrins”.
Lo cierto es que el certamen también se distingue del resto por otras particularidades: es el único Grand Slam (los cuatro grandes torneos del circuito) que se disputa sobre pasto, el único que obliga a los jugadores a vestir enteramente de blanco, y el único en el que siempre, pero siempre, gana el suizo, el gran Roger “¿Waters?”, pregunta un lector, que sabe tanto de tenis como Michetti de hablar sin parecer que sufre un serio retraso mental.