No están en juego dos modelos de país, sino dos modelos culturales. Intentamos librar la batalla cultural, convencidos de que los derechos son universales, que tenían que ser las voces de los todos, y los todos quienes construyan una Patria igualitaria.
Batallamos por mujeres vivas y en igualdad de condiciones. Libres para elegir por su cuerpo, para elegir el momento de la maternidad y la forma. Libres, vivas y representantes en toda la sociedad. Pero dicen que no es ese el lugar que la mayoría quiere para ellas. Una de las cosas que más molesta de Cristina Fernández es su condición de mujer líder, su capacidad de oratoria, su carácter no doblegable, su voz alzada sobre los poderes económicos, políticos y comunicacionales. En las urnas, y las tintas y las pantallas dicen que la mayoría desea una mujer cosificada, ponerla en su lugar histórico de objeto; por eso estalla el rating de Tinelli; por eso es un “crack” Baldassi cuando deja su rol de Coneja para jugar a ser el Hugh Hefner cordobés, eligiendo con tarjetas amarilla, roja o pito con quien tendría sexo (sin consentimiento, imagino); por eso “uno de los mejores periodistas” es Eduardo Feinmann, que califica de feminazis a mujeres que reclaman sus derechos; por eso estamos encantados de tener una primera dama blanca, hermosa y pura, en su rol decorativo.
Libramos batalla por la diversidad de género. Todos y todas libres de ser sexuales: hetero, homo, bi, poli, multi… sexuales. El matrimonio igualitario fue batalla cultural. Pero las urnas, y las tintas y las pantallas dicen que celebran que las fuerzas de seguridad golpeen a lesbianas porque ¡se estaban besando! Y no es casual que los ataques homofóbicos crecieron un 20% en todo 2016. Ni que Higui estuviera presa 9 meses por defenderse de una patota de 10 machos que la dejaron inconsciente, mientras ellos siguen caminando.
Batallamos por derechos humanos. La anulación de las leyes de obediencia debida y punto final permitieron juicios históricos que llevaron a los represores a la cárcel. Sin embargo, las urnas, y las tintas y las pantallas dicen que celebraron el 2×1 que Mauricio Macri regalaba a esos viejitos sin derechos. Y reaparecieron los desfiles militares, y Aldo Rico fue ovacionado en el Bicentenario de la Independencia. Y se festeja la represión de Gendarmería en cualquier protesta social, y Baby Etchecopar te grita desde la radio “vayan a trabajar”.
Fue batalla cultural la soberanía de la Patria. Pagar la deuda externa para no depender de los poderosos poderes extranjeros, y no negociar con los buitres. A estas alturas ya sabés que diré que las urnas, y las tintas y las pantallas dicen que la mayoría aplaudió que tomemos deuda, que el FMI vuelva con sus recetas de ajuste, y hasta que saquemos nuestro tesoro y llevemos el oro a Inglaterra.
La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue batalla cultural, debatida y construida por todos. Aun así las urnas, las tintas y las pantallas dicen que la mayoría prefiere grupos oligopólicos que manejen toda la información y les digan qué pasa, aunque no pase, y que Lanata te muestre el dedo mayor desde Miami.
Fue parte de la batalla las paritarias libres, porque no hay cultura sin trabajo y la cultura del trabajo es la más importante para crecer. Y no destinabas la mitad de tu sueldo a servicios e impuestos, y algo podías comprar, y hasta hacerte una escapada un fin de semana largo. Hoy las urnas, y las tintas y las pantallas dicen que está bien el tarifazo, y que hayan eliminado los feriados puente, y que no abran paritarias, y que la mayoría espera ansioso la flexibilización laboral.
Pensamos y luchamos por una amplia mayoría de sectores. Pero del otro lado de la trinchera, el sector conservador, patriarcal, homofóbico, neoliberal, logró la mayoría. ¿Son la mayoría? ¡NO! Si te mantuviste en la lectura hasta ahora seguramente estás pensando que vos no sos así; que compartís muchos de los derechos por los que dimos batalla; que simplemente te molestaban las cadenas presidenciales a la hora de la novela (dicho sea de paso, hay menos producción televisiva nacional, ¿viste?); que buscabas un cambio, pero no la marcha atrás.
Son en realidad un puñado de familias poderosas, gente blanca, hermosa y pura tal vez, que no quieren derechos para todos. El puñado que tiene en sus manos las tintas y las pantallas, y que desde esos lugares pueden cambiar las urnas, y así hacernos creer que la mayoría quiere lo mismo que ellos, cuando en realidad no son la mayoría, y vos y yo en definitiva no estamos tan lejos.
Que no te digan qué pensar, ni qué votar, votá por vos, no por ellos.
Marcelo J. Silvera
@MarceloJSilvera