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Noche fabulosa

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Noche fabulosa

Luego de una década volvió el rock al Festival de Peñas. La banda De la Rivera primereó con electropop, Los Fabulosos Cadillacs hicieron explotar a un Anfi lleno con éxitos de todos los tiempos, mientras que Residente llegaría con su destacada obra de conciencia social y política. La Beriso cerraría la velada a puro rock nacional

Tuvieron que pasar varios años, incluso una década, para que tuviera que regresar una noche considerada de «rock» a la grilla del Festival de Peñas.

Las últimas dos ocasiones datan de 2007 cuando Divididos, León Gieco, Los Tipitos, Javier Calamaro y la banda local Mr. Mojo, se hacían presente bajo la conducción de Pettinato, y en 2008, cuya edición era protagonizada por Alejandro Lerner, Las Pelotas, Flavio (con su banda La Mandinga) y Vicentico.

Precisamente, los últimos dos artistas fueron parte primordial de la grilla de anoche como integrantes fundadores de la legendaria banda Los Fabulosos Cadillacs: Gabriel Fernández Capello «Vicentico» y Flavio Cianciarullo.

 

De la Rivera, los «residentes»

El contraste de la exhibición y venta de remeras identitarias de los grupos presentes en el ingreso, como en todo recital de rock que se precie, con la clásica y ceremonial parafernalia del Festival (cartelitos de procedencias disímiles, corrimiento de telón señorial), era un dato a tener en cuenta.

Incluso Miguel Borsatto hizo referencia a ese choque de ambientes diferentes en un «encuentro de pasiones».

En cuanto al público, que a priori se mostró más bien familiar se notó, a medida que iba ocupando butacas, un gran y esperable componente juvenil en las gradas donde empezó a aflorar la simbología rockera. Luego de la «previa» animada por Nazareno Móttola (el hallazgo y punto positivo de la organización en dicha materia), y la actuación de las bandas locales Susurros del Mendigo y la explosiva Debieras Pitar que presentó su disco «Mostrame los dientes» (ganadores del certamen «Nuevos valores del Festival»), llegaría el turno del ballet Flor de Ceibo/Passion, el cual propuso una de sus performances más aplaudidas, inspirada en «La argentinidad al palo» con bailarines de folclore estilizado, y coronado con una amplia bandera nacional. A las 21.20 arribaría otra banda villamariense, exganadora del certamen, pero esta vez como uno de los números oficiales. La formación pop y electrofunk De la Rivera, integrada por Gastón Pérez Rivera y sus primos Tomás y Lucas Rivera, propuso un show especial con nueve músicos invitados e imágenes a cargo del realizador local Iván Pierotti.

La performance, que fue de menor a mayor, comprendió un repertorio de cortes radiables como «Súbete a mi disco», «Actuar», «Fantasía» de su último disco, «Liebre», cerrando con «Aniversario» (el tema compuesto junto a Emmanuel Horvilleur), «Misterio» (adelanto de su nueva placa) y «Flash». Junto a músicos de la Orquesta Estable, las cantantes Anita Sibona y Sol Giordano y otros colegas, Gastón Pérez Rivera se fue ganando el público que lo acompañó en algunos coreos (como en «Bésala» y «Flash»).

Al inicio, el letrista y cantante se había ufanado en lanzar una aclaración entre altanera y jocosa: «Con todo el respeto que le tenemos a Residente, a quien admiramos, los residentes acá somos nosotros».

 

Carnaval toda la Villa

A las 22.30 irrumpiría en escena la primera formación latinoamericana en ganar «un Grammy gringo», como dijera Soledad en la introducción, además de confesar que es «su banda preferida» y que había hecho un cover «cadillac» en un viejo programa de Pettinato.

Con todo el público absolutamente de pie o sobre las butacas, que ya había llenado prácticamente al Anfi, y luego de una «intro» con música de película, Los Fabulosos recreó en primer lugar a piezas de vieja guardia como «El León», el ska «El aguijón», «El genio del dub» hasta llegar al hit «Demasiada presión». Luego prodigaría dos obras de su última producción,

«La salvación de Solo y Juan», «Averno, el fantasma» y «La tormenta».

Para esa altura, Vicentico ya se había despojado de su bastón y había bajado la capucha de su camperón que contrastaba con el look playero (musculosa y bermudas) de Flavio, el histriónico bajista.

La banda de treinta años de trayectoria, que cuenta entre sus filas a Florián Fernández Capello en guitarra y Astor Cianciarulo como segundo baterista, hijos de los respectivos fundadores, regaló la bellísima «Calaveras y diablitos».

En la coda de dicho tema, Vicentico aprovechó para saludar con su característico tono lacónico: «Hola… buenas noches. Feliz Año Nuevo», para luego agregar: «Tenemos un problema, el piso está patinoso», observación que comprobó deslizándose.

Tras el recuerdo «Las venas abiertas de América Latina» de «Rey Azúcar» (1995), inspirado en el libro homónimo de Galeano, llegarían los grandes estallidos del grupo, con «Carnaval toda la vida» acoplado a «Santa Carmela» y «Mal bicho». Todo estaba preparado entonces para «Matador», la canción que suscribió un parteaguas en el género mestizo o también llamado «alterlatino».

Ya en los bises arreciarían hits inoxidables como «Silencio», «Vasos vacíos» y «El Satánico Dr. Cadillac», ráfaga cancionera iniciada con la exquisita balada «Siguiendo la luna», ilustrada en pantallas con una luna gigante, similar a la que se dibujaba en ese momento en el propio cielo villamariense.

Para el cierre, tras una hora y media de show, Flavio tomaría el micrófono para dejarle el bajo a Vicentico. Cianciarulo, como un arengador profesional, levantó el estadio cantando «Yo no me sentaría en tu mesa». Acto seguido, volvería a su instrumento para recrear en solitario el «Himno Nacional Argentino» puntualmente a la medianoche (casualidad o no, como en las radios y canales), canción patria que fuera coreada por el público.