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Ordenaron a los primeros diáconos permanentes de la Diócesis local

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Ordenaron a los primeros diáconos permanentes de la Diócesis local
Los cuatro nuevos diáconos de la Diócesis de Villa María. A la derecha, el joven villamariense Agustín Vedelago, quien en los próximos años ascenderá a la jerarquía del sacerdocio

Cuatro nuevos diáconos en la Diócesis. Tres de ellos son “permanentes”: hombres casados y cada uno con su trabajo, pero ahora podrán dar homilías, casar y bautizar, entre otras facultades. Uno de ellos es de La Herradura

Los cuatro nuevos diáconos de la Diócesis de Villa María. A la derecha, el joven villamariense Agustín Vedelago, quien en los próximos años ascenderá a la jerarquía del sacerdocio
Los cuatro nuevos diáconos de la Diócesis de Villa María. A la derecha, el joven villamariense Agustín Vedelago, quien en los próximos años ascenderá a la jerarquía del sacerdocio

En una de las últimas celebraciones del año en la Catedral de la Inmaculada Concepción, cuatro hombres fueron ordenados como diáconos: tres de ellos de forma permanente y otro de manera transitoria.

Alrededor de 250 personas se reunieron para asistir a la ordenación, que tiene, además, un detalle particular: es la primera vez que se ordenan diáconos permanentes en la Diócesis de Villa María.

«Es un hecho histórico», dijo Richard Ontivero, quien se autodefine como «un fiel», pero es, asimismo, colaborador en la Catedral. «Estos diáconos permanentes pueden ser personas casadas, con hijos, con un trabajo y profesión a los cuales se dedican, pero que también tienen el deseo de servir a Dios», explicó Ontivero.

Si bien la figura del diácono permanente fue instaurada por el Concilio Vaticano II, en la década de 1960, en la Diócesis encabezada actualmente por Samuel Jofré aún no había sido ordenado ninguno.

Los tres hombres que se convirtieron la noche de ayer en diáconos permanentes son Claudio Caciano, de Río Tercero; Miguel Angel Savarino, de Cañada de Los Sauces, y Pedro Olmedo, del paraje La Herradura.

«En el caso de Olmedo, por ejemplo, él tiene nueve hijos y es docente», comentó Ontivero, y agregó: «Cada uno de ellos estará cumpliendo su función en el lugares del que proviene».

Los diáconos permanentes tienen la facultad de bautizar, celebrar matrimonios, dar homilías y predicar, asistir y acompañar espiritualmente a personas que se reúnen en retiros y encuentros.

En el Concilio Vaticano antes mencionado, el diaconado permanente fue reconocido como un grado particular dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica, e incluso fue declarado como una figura «importante para la misión de la Iglesia».

El diaconado permanente se diferencia del diaconado transitorio. Ayer, en la misma celebración donde Savarino, Olmedo y Caciano fueron ordenados, también el joven villamariense Agustín Vedelago recibió la imposición de manos por parte del obispo para convertirse así en diácono transitorio. El continuará con sus estudios y prontamente podrá ascender a la jerarquía del sacerdocio.

«Agustín vive en el Obispado, donde además colabora, y también lo hace aquí en la Catedral. Una vez que sea ordenado como sacerdote, se definirá cuál destino le toca», explicó Ontivero.