Ubicada entre Mina Clavero y Nono, la comuna disfruta de uno de los entornos más espectaculares del Valle. Relax puro, de la mano de las Sierras Grandes y las anchísimas playas del río Los Sauces
Pasa desapercibido, ahí, silencioso, introvertido, en el medio de dos destinos de fuste: Mina Clavero, al norte, y Nono, al sur. Pero Arroyo de Los Patos tiene con qué atraer al viajero. Y mimarlo, dándole paseo por las calles de tierra que respiran relajadísimas en otoño, en invierno, en primavera y en verano. Sí, incluso en verano, cuando las localidades de la zona se ven repletas de turistas, el pueblo que hoy nos convoca pareciera dormir en otra dimensión.
Su receta se cuenta fácil: una comuna de mil habitantes que disfruta de todas las bondades que regala el valle de Traslasierra, para muchos la región más bella de Córdoba (con perdón de Calamuchita y de Punilla y de Paravachasca, y de…). Entre esas virtudes, dos destacan por sobre el resto. Primero, los impresionantes paisajes de montaña que ofrecen las Sierras Grandes y que ya desde la ruta principal (la 14) se aprecian diáfanos, cercanos, compinches (distinto a lo que ocurre en Calamuchita, del otro lado, donde los cerros de la cadena más importante de Córdoba son observados desde bastante más lejos).
Segundo, el agua. Los impresionantes recursos hídricos de la zona van capitaneados por los ríos Mina Clavero (de aguas frías) y del Panaholma (de aguas templadas). La unión de ambos, engendra el río Los Sauces, que en el pueblo se hace llamar arroyo, a pesar de sus grandes dimensiones.
También en invierno
Para disfrutarlo, también en invierno y con el decorado que a veces regala la nieve, alcanza con caminar unas pocas cuadras desde la ruta 14, entre complejos de cabañas y algunos campings. Entonces, mana ese torrente que es como una alfombra, de muy baja profundidad, y que combina de maravillas con la vegetación reinante, con las vistas de la montaña. Todo es ancho en el lugar, las playas de arena, los cauces, los horizontes. Una inesperada ventana al valle.
En el “centro” (las comillas nunca fueron más apropiadas), mientras tanto, los lugareños disfrutan del sol, presente el 80% de los días del año. Muchos de ellos vienen de parajes lejanos, de metrópolis monstruosas. Aquí encontraron la paz soñada. Igual que aquel pionero que en la mitad del Siglo XX construyó represas y las bañó de patos. Esos que hoy ya casi ni se ven, pero que sirvieron para bautizar a un cautivante rincón del mapa cordobés.
Base de operaciones
“Arroyo”, como suelen decirle los locales, se presenta como una recomendable base de operaciones para recorrer los atractivos que respiran en los alrededores.
A un soplo está Mina Clavero, con el Nido de Aguila, los toboganes de piedra en La Toma y las formaciones rocosas de Los Elefantes y Los Cajones, por sólo citar algunos puntos sobresalientes.
Igual de cerca surge Villa Cura Brochero y sus aires antiguos y campechanos.
O Nono, con su diversidad de playas escondidas y su centro histórico.
También brotan como opciones adyacentes el dique La Viña, el Museo Polifacético Rocsen (uno de los más completos y sorprendentes del país) y la cascada del Toro Muerto, por sólo nombrar algunas.