A sólo 10 kilómetros de Camboriú y 70 de Florianópolis, la ciudad ofrece una extensa línea de playa, infraestructura en crecimiento y el precioso entorno natural que le dan sus morros
ESCRIBE: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Una extensa y agraciada línea de playa que alcanza los ocho kilómetros de extensión. Allí radica el llamador elemental de Itapema, localidad del sur brasileño que convoca a varios miles de argentinos cada verano, de la mano de un clima subtropical que se luce fundamentalmente en la temporada estival, y que se aprecia no sólo en el oleaje danzarín y la temperatura amena de sus aguas, sino también en un rededor pletórico en naturaleza, de morros verdísimos que invitan a la caminata.
Ubicada en las costas del Estado de Santa Catarina (1.870 kilómetros al noroeste de Villa María, 70 al norte de Florianópolis y sólo 10 al sur del popular Camboriú), la ciudad presenta un escenario prometido para aquellos que buscan “vida de praia” sin alejarse del movimiento urbano. Algo más de 30 mil almas habitan el municipio, que vive del turismo y de la llegada de “gringos”, que así nos llaman sin ánimos de malicia a los visitantes “gauchos”. Con todo, son muchos los forasteros de la zona que también invaden sus costas (Porto Alegre y el resto del Estado de Río Grande do Sul en su mayoría) y que le dan a los días ese gusto brasileño tan especial.
Lo elemental del lugar, ya se dijo, reside en las playas. La generosa línea costera está plagada de balnearios, todos de ambiente familiar y “clase media”, cada una marcando su propio estilo. Así, Meia Praia muestra el perfil más agitado, con mucha movida veraniega e infraestructura al alcance de la mano (hoteles, restaurantes, cafés y comercios varios). Ilohta, por su parte, presenta aguas cristalinas y tranquilidad entre rocas, mientras que Plaza ofrece olas rebeldes para tirar la tabla o el barrenador.
Con todo, es la de Costao la que marca la diferencia. Asentada en la parte norte de la ciudad, destaca con su estilo de rincón pesquero, de barquitos a colores echando la red y piedras haciendo juego ante la inmensidad del Atlántico. La opción aquí es realizar un paseo en barco, ya sea en los pequeños o en el famoso Pirata, que lleva hasta la Isla de Porto Belo, lindera a la atractiva localidad homónima (20 kilómetros al sur). De seguir al norte de Costao, el viajero se encontrará con la playa de Cabeco, donde la trepada a los cerros viene con fantásticas vistas de la región.
Paseos de sierra y cascadas
La última referencia nos anima a descubrir el entorno de Itapema y su surtido de morros de verdores suculentos. En ese sentido, sobresale la Sierra del Mar, que define los horizontes locales con ambiente casi selvático, en el que a veces es posible incluso apreciar los saltos de los juguetones “macacos” o monos.
Para ello, será menester introducirse en el follaje a través de distintas trilhas o senderos, que conectan, en tenue subida, con ese Brasil natural y poético, materializado en cascadas como Sertao (en la Colina de Feijó), Sao Paulinho (en la Colina de Sao Paulo) y Manarick.
El regreso a la civilización será con caminata por la avenida central (la Nereu Ramos y sus múltiples negocios de ropa, recuerdos y baratijas), la misma costa (que en la zona sur convida con un paseo costanero bien pertrechado de veredas y farolas, no muy lejos de la desembocadura del río Perequé) y cómo no, con una panzada de mariscos y frutos de mar en alguno de los restaurantes autóctonos. Los que viven de cara al sol, al mar, a la arena y al encanto del sur brasileño.
RUTA alternativa – Humeante Chaltén
Por el Peregrino Impertinente
Oficialmente es el Fitz Roy, aunque debería llamarse tal como lo bautizaron los tehuelches cuando lo vieron así de imponente, como una chimenea gigante, y le pusieron Chaltén, que en su lengua significa montaña humeante. “Tiene más humos que abogado principiante, abogado de carrera media, abogado con experiencia, abogado medio pelo, abogado experto, abogado laborista, abogado penalista, abogado de familia, abogado civilista, abogado mercantilista, abogado endocrinologista, abogado…”, grafica un descendiente de los nativos, que tira varios ejemplos al azar como para argumentar la idea de forma amplia.
Pero en realidad, esta montaña ubicada en el suroeste de la provincia de Santa Cruz, en la frontera con Chile y muy cerca del encantador pueblito de El Chaltén, no tira humo ni es un volcán. La confusión de los primeros habitantes de la zona radica en que el precioso y puntiagudo cerro de más de 3.400 metros de altura vive coronado por nubes, que se le asientan en la cima como los humildes asientan sus villas en el Conurbano bonaerense justo antes de ser civilizadamente echados a balazos por la Policía. “Aclare que son balas de goma, que si no, van a pensar que somos unas bestias insensibles al servicio de las clases altas y los poderosos en general”, precisa el sargento Fachio, salvando el honor de la institución.
Lo cierto es que el Chaltén no sólo es famoso por su deslumbrante belleza coronada de glaciares eternos, sino por ser una de las montañas más difíciles de escalar del mundo. De ahí que cada año cientos de expertos escaladores le prueben el lomo tratando de llegar a su cúspide. Muchos son los que lo logran, envolviéndose en gloria, estrada o rivadavia, que al final son todas las mismas hojas.
Muchos, también, los que terminen tocando el arpa y jugando al ajedrez con San Pedro, quien siempre sale con blancas y te hace mate en cinco.