El profesional reivindicó el disfrutar de “cosas inútiles”. Dijo que en esta época ya desde la infancia se llena a niños y niñas de múltiples actividades y no se da lugar al ocio
Escribe: Diego Bengoa
DE NUESTRA REDACCION
-¿Cambiaron los motivos de consulta en los últimos 20 años?
-Lo que va cambiando son las modalidades de presentación clínica. Las cuestiones de fondo, estructurales, son más o menos siempre las mismas: los vínculos, las relaciones de personas que se juegan en los vínculos, el amor, el odio, el sufrimiento, el sufrimiento subjetivo que tiene que ver con la realización de la persona en el lazo social, la imposibilidad de sentirse bien, aun cuando las personas creen que les va bien con lo que les dijeron que les tenía que ir bien.
Las preguntas de fondo son siempre las mismas, lo que cambia es la presentación, los síntomas. Toda época tiene su modalidad de síntomas. En la órbita pública está el dolor, se presenta de manera más descarnada, con menos simbolización, con mucho en el cuerpo, lo que nos obliga a formarnos y capacitarnos permanentemente. Y a cuestionar: estamos obligados a cuestionar nuestra propia formación.
-¿Por qué el cambio de síntomas?
-Cada tiempo tiene su modalidad. En los años 60, 70 y 80 había algo más existencial, las consultas eran más restringidas y eran cuestiones de ciertos sectores. Se trataba más de preguntas existenciales, de ocuparse de uno, no estaba tan vinculado a la salud.
En esta época, en los últimos 20 años, estamos en esta sobremodernidad con fenómenos que son la presentación clínica. Los síntomas son novedosos, se evidencia más con el cuerpo. Por ejemplo, con los ataques de pánico.
-¿Que siempre existieron?
-Sí, como “crisis de angustia”, lo que pasa es que tenían otra modalidad. Había más espacio, más simbolización. Hoy aparece en el cuerpo, con crisis de ansiedad. En el fondo son crisis de angustia, que van tomando esas modalidades.
-¿Hemos vencido como sociedad el prejuicio de que está “loco” el que va al psicólogo?
-Sí, bastante. Por supuesto que persiste y persiste en ciertos sectores donde se obliga a la persona a ir para un tratamiento o por una decisión judicial. En esos casos la persona no demanda y de golpe se encuentra conque tiene que hacer un tratamiento.
Creo que se superó el prejuicio, al punto de que de manera mediática hay una sobrepsicologización de la vida.
No todas las cuestiones humanas tienen una explicación psicológica. Hay problemas políticos que no tienen respuestas psicológicas, cuestiones de orden netamente clínicos/orgánicos que no la tienen. Hay problemas de estrategias en el campo de la educación que son de políticas de Estado, que no tienen respuestas psicológicas.
-¿Se torna mucho más complejo para el profesional el hecho de que la persona que asiste llegue obligada por un tercero?
-Es mucho más difícil, porque en principio no hay una demanda de quien viene con un oficio judicial, por lo que el trabajo tiene varias variables.
-¿En cuánto tiene que ver el aporte de la persona que es la paciente y en cuánto el aporte del psicólogo a la hora de superar problemas de salud?
-Es un poco difícil no tomar caso por caso, pero desde mi perspectiva el mayor trabajo es del usuario en salud mental.
-¿Muchas veces no está viciada la voluntad del usuario? Es decir, no cambia no porque no quiere, sino porque no puede.
-Sí, claro. Además, hay que aclarar que la salida terapéutica, psicoterapéutica, psicoanalítica, de la orientación que sea, la herramienta psicológica es una. No es una religión, no es una cosmovisión, no es una panacea. Es una. Como en la clínica, hay tratamientos que funcionan en la mayoría y en algunos no. Es más, tiene otra complejidad epistemológica.
No es algo que resulte a todos, no está garantizado el resultado para todos. A partir de la modernidad y en la actualidad la experiencia terapéutica es una más. Es un modo de ocuparse de uno, pero hay otros: la religión, terapias alternativas, inclusive las drogas. Lo dice Freud en El Malestar en la Cultura: son los lenitivos para tolerar el sufrimiento de la existencia. La opción de lo terapéutico es una.
-¿En cuánto influye “la cabeza” para que tengamos buena calidad de vida? ¿Mucho?
-¿Lo subjetivo? Mucho, claro, pero en la medida de las posibilidades materiales. Lo primero es tener lo básico para estar dentro del sistema. Después, sí, hay un malestar de la existencia y un malestar que uno a veces le agrega, que es lo tratable.
No hay nada contra los imponderables de la vida de la existencia. En algunos casos uno lo va complejizando, agregando sufrimiento y hay un sufrimiento que es evitable. Ahí tiene la herramienta el psicólogo.
Estamos prendidos en un discurso, somos hijos de un discurso que no elegimos. La tarea terapéutica es ver cómo nos ha marcado ese discurso.
-¿Podría dar algunos puntos de recomendación para tener una buena salud mental?
-Mi trabajo me ha curado de eso, no doy recomendaciones generales, pero considero que hay que ocuparse de sí, pero no en el término de la autoayuda, sino en como lo trabaja Foucault y con los griegos antiguos: ocuparse de sí, en todos los sentidos, en la manera en que cada uno encuentre. Y tratar de salir un poco, de hacer algo con el ocio en el sentido de no transformarlo en utilidad.
No tomar el trabajo como la vida, tener ocio, poder hacer algo por fuera de la lógica del mercado.
Un síntoma de salud mental es aquel que puede estar bien solo en algún momento, estar sin hacer nada y disfrutar cosas inútiles: leer, estar tirado en el río, charlar con amigos, el ejercicio de la conversación. Que no esté marcado en la lógica de la utilidad, porque hoy en la infancia se comienza desde muy temprano a hacer cosas útiles: escuela de verano, escuela, jardín, inglés, arte. Está todo el tiempo haciendo cosas útiles y luego se transforma en un adulto que se aburre cuando no tiene cosas que hacer. Cuando alguien dice que no puede estar quieto, es una señal.