DESTINOS/Brasil/Paraty
Tremenda doble virtud la de la ciudad ubicada al sur de Río de Janeiro, que es dueña de un precioso casco histórico repleto de joyas del siglo XVIII, y un rededor plagado de playas exuberantes y montañas tropicales
Escribe Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
Las piedras del casco histórico de Paraty duermen como lustradas, bañando calles que se encuadran prolijas, piropeando a diestra y siniestra bellezas de tiempos de la colonia (del siglo XVIII, para mayor precisión). Las tales rocas visten los suelos de una ciudad reconocida a los cuatro vientos como una de las más bonitas de Brasil. Protectora de tiempos viejos, y hermana de playas de ensueño y morros ungidos de tupida vegetación. Qué más puede pedir el viajero. Qué más.
La joyita planta sus dotes en el sur del Estado de Río de Janeiro, a apenas 250 kilómetros de la “Cidade Maravilhosa” y 2600 kilómetros al noreste de Villa María. Desde aquel trono de privilegios, en los extremos de la llamada “Costa Verde”, convida con un patrimonio cultural y natural notable.
Patrimonio cultural
Lo primero será visitar el centro histórico. Bomboncito que contiene cantidad de casonas blancas, tan arcaicas como inmaculadas, testigos de la época en la que Paraty era parada obligada para los que recorrían el camino entre Río de Janeiro y Minas Gerais (región copiosa en minas de oro).
Aquí, la constante la marcan muros implacables, tejados que parecieran tener mil siglos y puertas de madera, balcones y celosías de diversidad de colores, muy acertado el contraste con el blanco imperante. Los inmuebles alojan mayormente a restaurantes, cafés, tiendas de regalos y galerías de arte. Entre el caminar de los turistas, nativos descendientes de guaraníes poco entienden del portugués, el castellano y el inglés, pero sí de ofrecer sus artesanías, sus plumas, sus flautas de madera, y así revivir un poquito a sus antepasados.
El tesoro, enmarcado por el paso quedo del río Acaí y su costanera melancólica y bien parecida, también acoge sitios como la Casa da Cultura (ideal para conocer la rica historia de este municipio de casi 40 mil habitantes) y preciosos templos católicos como las Iglesia (“igreja”, en rigor) de Nossa Senhora do Rosario e Sao Benedito y la de Santa Rita dos Pardos Libertos y la Capela de Nossa Senhora Das Dores, entre otras.
Patrimonio natural
A la hora de contactarse con la “natureza”, Paraty saca a relucir su entorno plagado de encantos. Se calcula que son más de 65 islas y nada menos que 300 playas las que pueblan las costas y sobre todo los alrededores de la pequeña localidad.
En el mismo ejido urbano, las playas Do Pontal y Do Jabaquara alimentan la esencia autóctona, muy ligada a la “vida na praia”. Son lindas ambas (con barcitos haciendo juego), pero muy inferiores en términos estéticos a joyas un poco más alejadas, como Praia da Trinidade, Paraty Mirim y Praia do Sono.
Esta última se ubica unos 35 kilómetros al sudeste, y como su nombre lo indica, es un verdadero sueño. Cientos de metros de arena impoluta, agua cristalina, montañas de follaje intenso (tantas palmeras) y virginidad apenas retocada con un par de campings, cabañas de paja, senderos para la caminata y humildes barcitos, representan un coctel formidable. De las mejores playas de Brasil, dice el viajero.
Otra opción es realizar una excursión en barco desde la ciudad y recorrer las playas de la Bahía de Paraty o de otras bahías vecinas, tanto que hay para descubrir (el listado, ya se dijo, es muy extenso).
También se pueden recorrer las destilerías de la región (las que elaboran la mítica cachaca, alma de caipiriñas) o llegarse hasta la Cachoeira Tobogá (a 8 kilómetros del centro). La cascada regala un verdadero tobogán natural para lanzarse al agua de forma distinta, y llenarse aún más de Paraty.