Por el Peregrino Impertinente
El Pantanal es un impresionante espacio natural ubicado en la zona sur de Brasil y que se expande también por parte de Bolivia y Paraguay. Gigantesca área de más de 340 mil kilómetros cuadrados, dueña de uno de los ecosistemas más ricos del mundo. Tan rico es, que tiene cuentas ilegales en Panamá, como cierto presidente al que no nombraremos, a los fines de no herir susceptibilidades y mantener vivo el misterio.
A su vez conocido como “Pantanal del Matto Grosso” (en referencia al estado brasileño donde reside, y no al nombre de algún barrabrava gordo y violento del Corinthians o del SUOEM Futebol Club), el lugar es considerado el humedal más grande del mundo. Responsables del título son la infinidad de lagunas que lo conforman: “Tiene más lagunas que el Nono Enrique, que ayer se duchó en el sillón y durmió la siesta en la bañera”, comenta el nieto del susodicho, un mocoso irrespetuoso que como mínimo merece la muerte.
Aunque para ser realmente precisos, los verdaderos causantes del milagro de la creación son los diversos ríos que lo alimentan, como el Paraguay, el Cuiabá o el Sao Lourenzo, este último también conocido por los locales como “O Río Dos Canes” u “O río da foca Ortigoza”.
El pecado resulta en que el Pantanal no es muy visitado por los viajeros (al menos en términos proporcionales). Acaso sea mejor así, coinciden los expertos, ya que de esta forma resulta más sencillo conservar las virtudes de la joya verde. Esa que habitan unas 3.500 especies vegetales, además de 700 tipos de aves, 300 de peces, 150 de reptiles y casi 100 de mamíferos. “Alto asado”, pensará el lector, que es una porquería de persona.