Se trata de Nicolás Quevedo, quien recibió una condena de un año por un hecho de “robo en grado de tentativa”. Pero como estaba debiendo una sentencia dictada en agosto de 2014, se le impuso una única sanción de tres años de prisión efectiva
Un joven albañil oriundo de la localidad de Berrotarán fue condenado ayer a tres años de prisión efectiva luego de ser hallado culpable de un robo domiciliario que fue abortado por la Policía cuando intentaba darse a la fuga.
En rigor de verdad, Nicolás Ezequiel Quevedo recibió una pena de un año de cárcel luego de ser declarado autor responsable de “robo en grado de tentativa” por un hecho ocurrido hace poco más de un mes y medio en una vivienda de barrio Palermo.
Sin embargo, como tenía pendiente una sanción en suspenso dictada a mediados de agosto de 2014, se unificaron ambas sentencias en la pena única de tres años, con declaración de reincidencia, es decir sin posibilidades de obtener la “libertad condicional”.
Quevedo, de 22 años (10 de diciembre de 1993), llegó a la Cámara del Crimen imputado como presunto autor de “robo calificado por escalamiento”, un delito que es legislado por el artículo 163 del Código Penal de la Nación y reprimido con prisión de uno a seis años.
No obstante, a poco de comenzada la audiencia de debate y tras la lectura de la pieza acusatoria, el joven ladrón prestó declaración y admitió que, efectivamente, había ingresado con fines de robo al domicilio ubicado en Primero de Mayo 85, casi esquina Santiago Balerdi, en barrio Palermo de esta ciudad, pero no de la manera en que se lo atribuyó el fiscal que instruyó la causa.
El frustrado robo se produjo alrededor de las 20 del pasado jueves 3 de marzo, cuando el confeso ladrón ingresó al inmueble que estaba circunstancialmente sin moradores, con la intención de apoderarse de dinero y objetos de valor.
“Venía caminando por la vereda, agarré el picaporte y me di cuenta que la puerta estaba sin llave, por eso entré directamente y no tuve que treparme al portón ni saltarlo”, señaló Quevedo.
Según la acusación, el muchacho se había trepado al portón de madera, de unos dos metros de alto, circunstancia que agravó la situación procesal del imputado.
Claro que, sin pruebas concretas que confirmaran que Quevedo escaló la citada abertura, el fiscal de Cámara, Francisco Márquez, solicitó un cambio de calificación legal: “robo simple en grado de tentativa”, un delito que es castigado con prisión de 20 días a tres años, es decir con una escala penal sensiblemente inferior a la del “robo calificado por escalamiento”.
¿Y por qué “en grado de tentativa”? Porque el robo, finalmente, no se consumó.
Mientras el delincuente revolvía cajones y revisaba muebles en busca de un botín que le dejara buen dinero, llegó a la finca el hijo del dueño de casa.
Tras advertir que había un desconocido en las habitaciones y que, obviamente, se estaba cometiendo un robo, el muchacho se fue corriendo hasta la casa de un amigo, ubicada a un par de cuadras, y desde allí llamó a la Policía.
Un cabo de la Patrulla Preventiva llegó al lugar en contados minutos y cuando ingresaba a la casa, se topó con Quevedo, quien trataba de darse a la fuga cargando un centro musical y 1.000 pesos en efectivo.
El ladrón enfrentó al uniformado y hasta pretendió pelearlo, pero fue reducido y detenido en cuestión de segundos.
Primera condena
El 19 de agosto de 2014 Quevedo fue juzgado y condenado por primera vez. En esa oportunidad recibió una sanción de tres años de prisión de ejecución condicional (es decir, en suspenso) por hechos de “robo”, “violación de domicilio”, “daño”, “amenazas” y “resistencia a la autoridad”.
El joven ladrón, que por entonces estaba domiciliado en Intendente Urtubey 460, en barrio Nicolás Avellaneda de Villa María, confesó los delitos que se le atribuían y que había cometido el mismo día en que fue detenido, en los primeros días de mayo de ese mismo año.
Como se trataba de un convicto primario, pudo recuperar la libertad. Y al concluir la audiencia de debate, su madre -que estaba presente en la sala- decidió llevarlo a vivir con ella a Berrotarán para “controlarlo de cerca” y tratar de evitar que volviera a delinquir.
Sin embargo, Quevedo volvió a las andanzas y ayer recibió su segunda condena (ahora de cumplimiento efectivo y con declaración de reincidencia) que lo dejará algún tiempo más “a la sombra”.
Juez y partes
El juicio sustanciado en la víspera fue presidido por el camarista Félix Martínez y, además del fiscal Márquez, contó con la participación de la asesora letrada Silvina Muñoz (ejerció la Defensa oficial) y de la secretaria Gabriela Sanz.
Tres juicios a tres jóvenes de apellido Guzmán
Un hecho por demás curioso se producirá hoy en la Cámara del Crimen de Villa María. A partir de las 9 y de manera sucesiva, se llevarán a cabo tres audiencias en las que los acusados son familiares y tienen el mismo apellido.
En primera instancia será juzgado Nelson Sebastián Guzmán (23), luego comparecerá Lucas Marcos Guzmán (18), hermano del anterior, y finalmente se sentará en el banquillo Sergio Leonel Guzmán (19), pariente de los anteriores.
El punto en común es el mismo defensor, un abogado de la ciudad de Córdoba que pidió que los tres juicios se hagan el mismo día. Los hechos delictivos que se ventilarán en los debates ocurrieron el año pasado en Oliva.