Felipe Pigna disertó en Córdoba días pasados. En el aula magna de la Facultad de Ciencias Exactas cordobesa, habló sobre la vida de uno de los padres de la Patria
Escribe: Juan José Coronell ESPECIAL PARA EL DIARIO
Luego de que el público lo aplaudió y que Esteban Dómina se encargó de “no presentarlo, porque lo conocen y lo quieren mucho en Córdoba a Felipe”, más allá de que sí dijo que gracias a él “pudimos redescubrir la historia”, dio una especie de entrevista–charla para que fuera respondiendo y haciéndose eco de su libro. En casi una hora, la figura de este Padre de la Patria, fue una especie de bálsamo para estos días agitados.
Ante la primera pregunta, si realmente Manuel Belgrano es el “hombre del Bicentenario”, Pigna no dudó un segundo al decir: “Sí y por varios motivos. En primer lugar por ser el primero que piensa la Patria desde la Secretaría del Consulado, que no es un dato menor. Recordemos que hablamos de un muchacho que estudió en Salamanca, proveniente de una familia rica y terminó pobre. Una extraña parábola en Argentina que vale la pena exaltar. Además, por ser el gran pionero de la industria nacional. Él afirmaba que los países civilizados se cuidan de no exportar materia prima, sin antes transformarla, porque si no se genera desocupación en nuestro país. ‘Exportemos zapatos y no cueros’, decía en 1798”.
Además, argumentó que “por ser el primero que quería igualdad entre hombre y mujer, que estaba en igual capacidad de aprender que el hombre, el primero en hablar del cuidado al medio ambiente, de cuidar ríos y no talar árboles para evitar inundaciones, de querer una reforma agraria. El primero en querer una educación obligatoria y gratuita y eso cien años antes que la Ley 1.420. Lo lindo de él, es su acto de generosidad. Porque siempre digo que fue un buen padre, antes que prócer. Él pensaba en los que estamos acá”.
Es un libro donde recién en la página 206 habla de la Revolución de Mayo. Antes cuenta quién fue. Después, un poco más de cuarenta páginas donde habla de su Consulado, en donde en sus escritos económicos aparecía la educación porque él creía que era el más preciado capital. Quería erradicar “la pandemia espantosa del analfabetismo”. “La buena gente se preocupa por la educación, porque está tranquila de que está haciendo las cosas bien”, dijo el historiador.
La grieta “berreta”, Güemes, la mala praxis de la historia y más
La guerra civil en la que participó en la última etapa de su vida, “demostró que no era perfecto”. Por eso, este libro habla de toda su vida, ya que “hay una mala praxis en nuestra Historia, donde los personajes nacen, hacen una sola obra y mueren. Por ejemplo, Belgrano hizo la bandera y se murió; San Martín nació, cruzo Los Andes y murió. Se pierden muchas vidas interesantes, porque siempre la Historia oficial buscó corrernos de algo. Para ese estilo histórico, hay una alergia al conflicto”. Para profundizar, dijo: “Eso es no entender que la Historia se hace por ese conflicto, no de la guerra, no de matarnos pero sí de los debates. El producto de eso es crianza de generaciones de autoritarios, donde ante la polémica se ponen nerviosos. Se abarata la Historia a un lugar que no le corresponde. Si aprendemos a debatir, seremos más democráticos y mejores personas”.
Repasó sus amistades con personalidades destacadas de nuestra historia, como San Martín, Mariano Moreno, sus diferencias con Bernardino Rivadavia y la “hermandad” que lo unió a Martín Miguel de Güemes, “uno de los personajes más importantes de la Historia, que desde 1814 hasta 1821 frenó nueve invasiones españolas de tropas que venían de ganarle a Napoleón, por ejemplo; con Los Infernales y armamento robado a los enemigos, porque Buenos Aires no le mandaba nada. Con él tiene un vínculo muy cercano, es con quien más se cartea en su vida. Comparten la idea de lucha, y será un apoyo importante” sostuvo Felipe, quien además aseguró que “por suerte tenemos el reconocimiento del héroe gaucho, pero debe ser informativo. Si no es un asueto, sin saber por qué y conmemoramos la vida de un gran líder”, aludió en relación al feriado del 17 de junio.
Pigna se distanció de los que creen “que pueden anular a otra persona por su condición sexual”, en relación a los que dudan de la heterosexualidad de Belgrano –y aún hoy, lo ven como un defecto–. Como si su accionar pudiese minimizarse por si ese rumor hubiese sido cierto. La importancia de este fundador del país se ve también en Tucumán. “No es congresal, es invitado para contar lo que vivió en Europa. Pese a ello, todos los congresales dicen que el discurso de Belgrano fue decisivo para que después se declarara la Independencia. Él quería una monarquía incaica, un príncipe inca, pero no a cualquier inca sino a Juan Bautista Tupac Amaru”, sostuvo el autor del libro.
Luego de eso, y ya hablando de 1816, Esteban Dómina le preguntó si pensaba que en aquel congreso ya había “grieta”. La respuesta fue contundente: “Yo cuando escucho `la grieta´me acuerdo de la que tengo en mi casa. Las grietas en este país han sido como la Quebrada de Humahuaca y de toda la vida. No es de ahora, y no tiene nada de malo. Me gusta más decir antagonismos, diferencias, sin dejar de ser argentinos. El termino grieta es berreta. Son una cuestión constitutiva de las sociedades, las diferencias. No hay que confundir. El ser diferente, desde la elección sexual, política o lo que se le cante es un derecho absoluto de la democracia. En realidad alguien tiene una grieta mental que deberá ver con su psicólogo”.
Al final leyó un párrafo del libro escrito por Manuel Belgrano y que lo pinta de cuerpo entero: “Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres que todos sus trabajos y afanes los han contraído a sí mismos, y ni un solo instante han concedido a los demás; pero la de los hombres públicos, sea cual fuere, debe siempre presentarse, o para que sirva de ejemplo que se imite, o de una lección que retraiga de incidir en sus defectos. Se ha dicho, y dicho muy bien, ‘que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir’; porque desengañémonos, la base de nuestras operaciones siempre es la misma, aunque las circunstancias alguna vez la desfiguren”.
El cierre fue a puro aplauso, para con Felipe Pigna, pero sobre todo para con Belgrano. Ese personaje “amable, honesto, generoso que pensó siempre en el otro sin disfrutar de lo propio”. Los aplausos fueron para “el hombre del Bicentenario”.