Hermano de la cordillera, el mayor espacio protegido del país es anfitrión de espectaculares paisajes patagónicos. La magia del Glaciar Perito Moreno y los senderos linderos a El Chaltén
Escribe Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
De los 33 parques nacionales que hay en Argentina, Los Glaciares se jacta de ser el más grande y uno de los más espectaculares. Al primer título lo gana merced a las casi 730 mil hectáreas que ocupa. Al segundo, gracias a un conglomerado de joyas que mezcla imponentes montañas, glaciares, hielos continentales, bosques, ríos, lagos e incluso raciones de estepa patagónica, entre otras maravillas.
Ubicado al oeste de la provincia de Santa Cruz, unos 2.700 kilómetros al sur de Villa María, esta área protegida despliega cantidad de puntos de interés, de rincones para ser explorados y admirados. Con todo, nos ceñiremos hoy a sus dos tesoros elementales: el Glaciar Perito Moreno, estacionado en el sur, y los paradisíacos alrededores de El Chaltén, recostado al norte. Para la próxima quedarán los extremos del Lago Viedma, los glaciares Upsala y Spegazzini, el Cordón de los Cristales y la Península Avellaneda, por sólo citar un manojo de sitios grandiosos.
El Perito Moreno
Para explicar el nombre del Parque están los múltiples glaciares que se acomodan sobre los faldeos cordilleranos, a todo lo largo de la reserva. Y entre ellos, uno que no precisa de mayores presentaciones: el Perito Moreno. Una maza descomunal de hielo que se presenta ante un viajero siempre atónito, siempre microbio al contemplar semejante portento de la naturaleza.
Se trata de un coloso blanco y celeste que nace de las montañas y se extiende hacia el brazo sur del Lago Argentino, con quien comparte los días. Son más de 50 metros de alto (30 por encima del lago) y cinco kilómetros de ancho los que luce en el frente. A verlo se llega tras recorrer 80 kilómetros desde la localidad de El Calafate y unos pocos metros de pasarelas. También se puede palparlo mediante caminatas organizadas que le pasean el lomo o mediante excursiones en barco. En El Calafate, otra opción de contacto con el parque es visitar el corazón del Lago Argentino (el mayor lago de la Patagonia), cuyas costas se encuentran a pasitos del coqueto pueblo.
Linderos al Fitz Roy
Ya en el norte, quien hace su entrada triunfal es El Chaltén. Un pueblo que en su seno no dice nada, pero en sus alrededores (que se ven perfectos desde la zona “urbana”), absolutamente todo. En realidad, la localidad turística está fuera del parque, pero la inmensa mayoría de su naturaleza cercana, adentro.
Es el caso del Fitz Roy, esa bellísima montaña con punta de aguja que corona las mejores postales, rodeada en la cima de nubes enigmáticas (de ahí que los tehuelches llamaran al cerro “Chaltén”, lo que en su lengua ancestral se traduce como “montaña que fuma”).
Siempre acompañado en algún flanco por sus 3.400 metros de altura, el caminante se dispone a recorrer los múltiples senderos que bañan los patios de El Chaltén. Entonces, queda claro por qué es oficialmente la “Capital Nacional del Treking” y por qué viajeros de los cinco continentes llegan aquí, hipnotizados por sus encantos.
En ese sentido, la lista de opciones es generosa (todo lo es en Los Glaciares). Mientras los escaladores prueban su suerte trepándole las peligrosas espaldas del Fitz Roy (una capillita en el pueblo recuerda al centenar y pico de hombres y mujeres (mayoría extranjeros) que se dejaron la vida durante el intento), los humanos menos extremos salen a tutear ríos furiosos, costas de piedras, bosques de lenga y ñires, cielos anchos, más glaciares, y hasta lagos escondidos entre cúspides.
Algunas de las excursiones se llaman Laguna y Glaciar Torre, Laguna Capri, Chorillo del Salto, Laguna de los Tres, Glaciar Piedras Blancas, Lago del Desierto… varios de estos circuitos demandan días de aventura; otros, unas pocas horas. Todos y cada uno de ellos viene perfumado con los elixires milagrosos del Parque Nacional Los Glaciares.