Un analista económico reveló aspectos del sistema de comercialización de estos establecimientos que, a su criterio, forman parte de toda una estrategia del Gobierno de aquel país
“El gran problema para China es la alimentación; ellos saben, como muchos otros, que el futuro del mundo pasa por quién maneja la alimentación. En Africa han comprado grandes extensiones de tierrra y cuando la soja se siembre en ese continente, ellos van a manejar el mercado. Por ahora, la genética no lo permite porque no se ha conseguido que el cultivo sea tan resistente a la sequía”, fue el dato inicial que brindó Darío Poncio, en su charla con EL DIARIO.
Enseguida el contador señaló que en la Argentina “la tierra les resultaba carísisma, además de que aquí teníamos una ley que dificultaba la adquisición de grandes extensiones a extranjeros”.
“Pero descubrieron que en el país la intermediación comercial daba una rentabilidad muy alta, al margen de que la actividad no tenía la barrera del idioma, dado que ellos ponen autoservicios”, explicó.
Más adelante, Poncio precisó que en el país hay diez mil superficies comerciales pertenecientes a comerciantes de origen asiático, casi dos mil de las cuales se encuentran en la Ciudad de Buenos Aires, donde hay un supermercado chino por cada 1.500 habitantes”.
El especialista expresó que “en ciudades como Pergamino o Junín, que demográficamente pueden ser comparadas con Villa María, hay un supermercado chino por cada tres mil habitantes. Si a esa proporción la trasladáramos a esta ciudad, tendríamos unos 30 súper de esas características; pero solamente tenemos 10”, comentó.
El gran dilema
Para Poncio, “el gran dilema para el intendente y los concejales es conciliar el interés del vecino, que quiere comprar más barato, con la certeza de que el comerciante local va a vender menos”.
“Y esto es así, porque ellos, al comprar todos juntos en grandísimas cantidades, consiguen poner precios mucho más bajos. Lo consiguen en bebidas, en lácteos… y luego, en almacén tienen precios normales, mientras que tercerizan carnes, verduras y fiambres, por ejemplo, que son rubros que no les interesan, que casi no conocen”, sostuvo.
Informalidad
Apuntó que “muchos hacen las cosas bien desde el punto de vista legal y muchos se valen de la informalidad impositiva y laboral”.
“Aprovechan una suerte de vacío, en el sentido de que no está claro si el familiar debe figurar como empleado o no, hacen horarios extendidos, abren los domingos y los feriados porque no tienen vida social fuera de ese ámbito que es también su vivienda; por otra parte, en cuanto a lo impositivo, cambian muy seguido de razón social”, explicó.
Y manifestó que para evitar la competencia desleal, “hace falta control de la AFIP, para que no evadan el IVA; de la DGR, para que no evadan Ingresos Brutos; del Ministerio, para evitar el trabajo en negro, y de la Municipalidad, por Bromatología”.