(Un cuento chino)
Eran un hombre y una mujer que tenían una sortija de oro. La sortija era un amuleto y el que la poseía tenía siempre lo bastante para vivir. Pero ellos no lo sabían y vendieron la sortija por poco dinero. Apenas la sortija salió de su casa, empezaron a empobrecer y al fin no sabían de dónde sacar su alimento. Tenían también un perro y un gato que pasaban tanta hambre como ellos. Los dos animales conferenciaron para ver cómo podían ayudar a sus amos, devolviéndoles la suerte. Por fin el perro encontró una salida: “Tienen que encontrar la sortija”, dijo al gato. El gato dijo: “La sortija está bien guardada en una caja que no se puede abrir”.
“Agarra un ratón -dijo el perro-. El ratón roerá la caja y sacará la sortija. Dile que si se niega, lo matas y lo hará”.
El consejo le pareció bien al gato y agarró un ratón. Entonces se fue con él a la casa en donde estaba la caja. El perro iba detrás. Andando, andando, llegaron a un río muy ancho y como el gato no sabía nadar, el perro lo tomó a cuestas y lo pasó al otro lado. El gato llevó al ratón a la casa donde estaba la caja. El ratón hizo un agujero en la caja y sacó la sortija. El gato agarró la sortija en el hocico y volvió a la orilla del río, donde lo esperaba el perro que lo pasó al otro lado. Luego emprendieron juntos el camino de vuelta, para llevarle el amuleto al amo y a su mujer. Pero el perro no podía correr más que por encima de la tierra, y cuando se encontraba de camino una casa tenía que rodearla. En cambio, el gato trepaba a prisa hasta el tejado y, gracias a esto, llegó mucho antes que el perro y entregó la sortija a sus amos. El amo dijo a su mujer: “El gato es un buen animal, le daremos siempre de comer y le cuidaremos como a nuestro propio hijo”.
Cuando el perro llegó a la casa, le pegaron y lo insultaron porque no había trabajado para traer la sortija. El gato sentado en el hogar refunfuñaba sin decir palabra. Entonces el perro se indignó con el gato porque le había quitado su recompensa, ¡y cada vez que lo veía lo perseguía para agarrarlo!
Desde aquel día son enemigos el perro y el gato.