Resulta incomprensible o al menos doloroso admitirlo, que muchas veces la cultura argentina condena al olvido aquellos hombres y mujeres que contribuyeron a nuestra mejor tradición cultural. Seguramente si hiciéramos una encuesta en las calles sobre quién fue el inventor de los dibujos animados nos encontraríamos con respuestas que oscilarían entre el desconocimiento y alguna mención, podemos sospechar, a Walt Disney, el creador de los dibujos animados con los que hemos crecido y factótum de una de las mayores industrias cinematográficas.
Sin embargo, el nombre de Quirino Cristiani es prácticamente desconocido, salvo en pequeñísimos círculos de cinéfilos que valoran y atesoran su obra como uno de los aportes fundamentales del séptimo arte. Hay que decirlo claramente; Cristiani es el inventor del cine de animación mucho antes que Mickey Mouse se convirtiera en aprendiz de brujo.
Pero quién fue entonces el mentado Quirino, este gran olvidado de la cultura argentina y que se adelantó a las técnicas de la animación.
El largo olvido
Quizás las razones de la desmemoria habría que buscarla en dos incendios. En 1957 y 1961 respectivamente, que devoraron íntegramente los estudios de Cristiani, donde ardieron dibujos, bocetos, guiones y negativos de todas las películas. Nada se salvó de su trabajo, salvo algunos fragmentos que hoy pueden verse en Internet. Además no quedan copias, porque en esas décadas el celuloide descartado se utilizaba en la fabricación de peines. El genial Caloi, gran conocedor de la historia del dibujo y humor gráfico argentino, solía bromear que “varias generaciones de argentinos se han peinado con las películas de Cristiani”.
De tan increíble trabajo de vanguardia, en la actualidad solo quedan fragmentos, crónicas o reseñas periodísticas que duermen en las hemerotecas, pero ¿cómo es la historia de este italiano nacionalizado argentino que se adelantó al Pato Donald? Veamos. En 1895 los hermanos Lumière proyectan la primera película del mundo. En 1902, George Mélíe sorprende con el film “Viaje a la Luna”. En 1914, Chaplin debuta en el cine y tres años después en la Argentina se proyecta la primera película de animación del mundo: “El Apóstol”.
La primera película de animación
La película “El Apóstol” fue exhibida el 9 de noviembre de 1917. Consistía en una sátira dirigida al entonces presidente Hipólito Yrigoyen. Tenía una dirección de 70 minutos y fue todo un suceso para la época a través de los 58 mil dibujos realizados. La misma fue financiada por Federico Valle, un italiano que terminó en la Argentina y que había trabajado en Europa con los hermanos Lumière y también con Mélies en parís. Cuando conoció a Cristiani, este era un joven de 19 años que colaboraba con dibujos en diferentes periódicos. Le propuso hacer caricaturas para los noticieros de esos primeros cine. Ante la propuesta de trabajo, el joven dibujante le presentó una serie de dibujos a lo que Valle, según rememora mucho tiempo después el propio Cristiani le dice: “El dibujo está muy bien. Va a tener éxito. Pero el cine es movimiento, ¡hay que mover eso!”. “¿Y cómo se hace?, respondió el artista”. “¿Y? ¡Estúdielo!”, afirmó el empresario.
Cristiani estudio el problema y lo resolvió: dibujó sobre cartulinas que luego recortó y creó siluetas móviles, como marionetas planas y articuladas. Con esta sencilla y laboriosa forma de generar movimientos en las figuras dibujadas comenzaron a producir pequeños cortos.
La sátira política
Aquí también podríamos hacer una nota al píe de página para ensayar una lectura política de cómo operan los emergentes medios de comunicación frente a un proceso de transformación popular. Pero volviendo a Cristiani, en 1931 realiza otra película, esta vez sonora, y también una crítica a Yrigoyen. En este caso recordamos a “Peludópolis”. Estrenado en septiembre de ese año, es la historia de unos piratas bajo el mando del capitán “El Peludo”, en clara alusión a Yrigoyen quienes pretenden abordar la nave del estado y desalojar a las fuerzas de “El pelado”, que era la caricatura de Marcelo Torcuato de Alvear. Es decir, participando en la propia interna radical. Hay que agregar que la película no tuvo mucha repercusión porque el golpe de Uriburu, dejo desactualizado el guion.
Cabría consignar que la caricatura en la Argentina alcanzó niveles de maestría en la prensa política a través de publicaciones como “El Mosquito” o “Caras y caretas”. Esta línea política continuaría con este animador.
“Sin dejar rastros” es el nuevo proyecto que encara Cristiani y cuenta la historia del hundimiento del buque mercante argentino “Monte Protegido” por parte de un submarino alemán en el contexto de la Primera Guerra Mundial. Al día siguiente de su estreno, el Ministerio de relaciones Exteriores, argumentando razones diplomáticas, confiscó todas las copias. (Cualquier similitud con el presente, ¡corre por cuenta imaginativa del lector!) Lo cierto que este proyecto fallido dejó a Cristiani muy golpeado económicamente y durante algún tiempo vivió de proyecciones al aire libre en pequeños cines improvisados o de la publicación de dibujos y viñetas publicadas en los diarios. Hacia 1938 realizó una de las experiencias más interesantes. Con el método de acetato utilizado por Hollywood, realizó “El Mono Relojero”, el cuento infantil de Constancio C. Vigil. En 1941, Walt Disney le propone instalarse en California para trabajar en sus estudios, pero Cristiani declina la propuesta.
Hacia 1950 pasa largas temporadas en Cabana, provincia de Córdoba y tras los incendios de sus talleres, la historia de este innovador entra en las sombras del olvido. Murió en 1984, en Bernal, provincia de Buenos Aires. Había nacido en Santa Giulietta, Italia, un 2 de julio de 1896.
Apostillas de la historia
El hundimiento del “Monte Protegido” ocurrió el 4 de abril de 1917 a unos 45 kilómetros de la costa de Inglaterra, frente a las islas Scilly (islas Sorlingas) ubicadas en el área de bloqueo decretado por la guerra submarina alemana. El buque llevaba un cargamento de lino con destino a Rotterdam y generó un clima de tensión diplomática entre ambos países. Los sectores oligárquicos presionaron a Yrigoyen para que rompa relaciones con Alemania, a través de desórdenes, tumultos y saqueos en el centro porteño, pero el presidente decidió mantenerse neutral.